Dicen que entre las tumbas descubiertas en el yacimiento musulmán, surgido en las obras del nuevo puente sobre el Guadalquivir, ha aparecido un enterramiento excepcional: una tumba con ajuar funerario. Entre los objetos enterrados apareció un manuscrito que dice así:
Habiéndose convocado por su majestad, el Rey de las Españas, a sus vasallos, reunirse en Cortes, tanto en Híspalis como en la capital de Castilla, en el reino de Córdoba hízose magno concilio a fin de designar a los componentes de las mesnadas que combatirían en los torneos, que dirimirían quienes son los que habrían de ser emplazados a dichas Cortes.
Tres eran los ejércitos que formáronse en una fría tarde del día 27 del mes en que nació nuestro señor Jesucristo, en el magno y académico salón de la cita. De las anteriores tropas causaron baja (o fueron condenados al ostracismo) las doncellas y caballeros que a continuación relacionamos: maese Pero Roderico Picapedrero (ya muy mayor), y los ediles Arcángel Sanador Siracusa y Flor de Luz Catalonio (dedicados al cuidado de sus huestes locales).
Hicieron su aparición, y fueron catapultados, los siguientes nobles guerreros/as: la magistra Querubina Litoral, el tesorero y contable Antonius Sisado, el ségido augurínico Rafael “Cuervo Pequeño” y la joven doncella belmezana Fátima Ben Ramir.
Fueron de nuevo reclutados, a causa de sus más que numerosas victorias en los campos de batalla y otros merecimientos, para apoyar al Gran Capitán “Menestral de Botas, Botines, Sandalias y Coturnos”, los que enumeramos a continuación:
Para el Senado: El insigne filósofo Luis Tostado, que repite a pesar de sus menesteres en su oleícola villa y la magistra María-Consagrada-a-Dios Flores.
Para el Congreso: La parlanchina, defensora a ultranza de las doncellas, Carmen Alopécico; el canciller (especialista mesoriental) Michelangelo di Moratini; el corregidor Juan Luis Raspón y Narkissos Siracusa, que, pese a su física tara, combate cual brioso mesnadero.
Para apoyar al Virrey en la Corte hispalense, repiten en el encargo el veterano tesorero Griñán, que consiguió domeñar a los prestamistas del clero, la últimamente algo apartada María-Consagrada-a-Dios de la Ambrosía, la sanadora mentalista Altar-del-cielo Moflete, o los sempiternos Emmanuel Donaire y Juan Ciprianis.
Recibieron, todos, la aclamación de los nobles presentes. Y fue tal la avenencia congregada, que hízole exclamar a Sir Brown, el omnipresente leal escudero de Micer Rui “Fuego de la Atalaya”, que esas unanimidades parecían propias de los estados que implantará siglos más tarde un tal Lord Lenin allende las estepas siberianas. Tras lo cual, rieron todos, y fueron a degustar el banquete servido en el castillo, en la tradicional celebración de la Natividad de Nuestro Salvador.
Y es cuanto tiene que relatar este humilde escribano, en espera de que las justas, en que aquellos han de lidiar, sean propicias a los propósitos de nuestro reino y señor. Laus Deo!!!.
Pero yo no me creo este hallazgo, hoy es 28 de diciembre.
¡¡INOCENTE, INOCENTE!!
Habiéndose convocado por su majestad, el Rey de las Españas, a sus vasallos, reunirse en Cortes, tanto en Híspalis como en la capital de Castilla, en el reino de Córdoba hízose magno concilio a fin de designar a los componentes de las mesnadas que combatirían en los torneos, que dirimirían quienes son los que habrían de ser emplazados a dichas Cortes.
Tres eran los ejércitos que formáronse en una fría tarde del día 27 del mes en que nació nuestro señor Jesucristo, en el magno y académico salón de la cita. De las anteriores tropas causaron baja (o fueron condenados al ostracismo) las doncellas y caballeros que a continuación relacionamos: maese Pero Roderico Picapedrero (ya muy mayor), y los ediles Arcángel Sanador Siracusa y Flor de Luz Catalonio (dedicados al cuidado de sus huestes locales).
Hicieron su aparición, y fueron catapultados, los siguientes nobles guerreros/as: la magistra Querubina Litoral, el tesorero y contable Antonius Sisado, el ségido augurínico Rafael “Cuervo Pequeño” y la joven doncella belmezana Fátima Ben Ramir.
Fueron de nuevo reclutados, a causa de sus más que numerosas victorias en los campos de batalla y otros merecimientos, para apoyar al Gran Capitán “Menestral de Botas, Botines, Sandalias y Coturnos”, los que enumeramos a continuación:
Para el Senado: El insigne filósofo Luis Tostado, que repite a pesar de sus menesteres en su oleícola villa y la magistra María-Consagrada-a-Dios Flores.
Para el Congreso: La parlanchina, defensora a ultranza de las doncellas, Carmen Alopécico; el canciller (especialista mesoriental) Michelangelo di Moratini; el corregidor Juan Luis Raspón y Narkissos Siracusa, que, pese a su física tara, combate cual brioso mesnadero.
Para apoyar al Virrey en la Corte hispalense, repiten en el encargo el veterano tesorero Griñán, que consiguió domeñar a los prestamistas del clero, la últimamente algo apartada María-Consagrada-a-Dios de la Ambrosía, la sanadora mentalista Altar-del-cielo Moflete, o los sempiternos Emmanuel Donaire y Juan Ciprianis.
Recibieron, todos, la aclamación de los nobles presentes. Y fue tal la avenencia congregada, que hízole exclamar a Sir Brown, el omnipresente leal escudero de Micer Rui “Fuego de la Atalaya”, que esas unanimidades parecían propias de los estados que implantará siglos más tarde un tal Lord Lenin allende las estepas siberianas. Tras lo cual, rieron todos, y fueron a degustar el banquete servido en el castillo, en la tradicional celebración de la Natividad de Nuestro Salvador.
Y es cuanto tiene que relatar este humilde escribano, en espera de que las justas, en que aquellos han de lidiar, sean propicias a los propósitos de nuestro reino y señor. Laus Deo!!!.
Pero yo no me creo este hallazgo, hoy es 28 de diciembre.
¡¡INOCENTE, INOCENTE!!
que capullo yo me lo estaba ceyendo
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