jueves, 20 de diciembre de 2007

WINDHA (UNA HIPERHISTORIA)

5ª Entrega

El hecho no pudo menos que provocar la indignación y el desconcierto entre el público de la taberna-cabaret, que se dispersa horrorizado, y escapa cada uno por donde puede, dejando el local…vacío. Bien, vacío no. Queda la camarera, tras la barra, con su abnegada tarea de limpieza, y aún absorta por su pensamiento, mientras mantiene su penetrante, oblonga, perenne mirada dirigida al muelle, el cual comenzó ya a comprimirse en actitud castrense sin reparar en su atenta observadora; y era lógico, pues casi lo había conseguido totalmente y se regodeaba, enajenado, con las posibilidades de su complexión anatómica. También se quedó acompañándolos el saxo, pero ya no interpretaba la leve musiquilla palaciega, sino un rondó para piano adaptado para él por Klaus, el propietario del tugurio. Klaus, que también había huido, volvió al local. El muelle, después de resistir durante unos segundos, se relajó, siendo expulsado por los aires al descargar la energía almacenada y estirarse. Windha, la camarera, lo siguió con la mirada penetrante, oblonga, perenne, en su vuelo hacia sinsentidos inaccesibles. Klaus coge a Windha por el pelo y la arrastra veloz hasta la catedral.

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