El viernes pasado, mientras volvía de Córdoba, oí en la radio la noticia de que la Unión Europea tiene en proyecto cambiar la jornada de trabajo, ampliándola hasta un máximo de 65 horas semanales. Por un momento pensé que lo que oía no era Hora 25 de la Cadena SER, sino un programa literario donde se referían a alguna obra de Charles Dickens. Porque sí, el ambiente de explotación laboral que vivían en la época victoriana (la primera revolución industrial) y que retratan sus folletines es lo que sugiere esta nueva directiva comunitaria sobre jornada de trabajo. Y parece que es Gran Bretaña la que la está alentando, con el inestimable apoyo del singular Berlusconi, para hacer frente a los problemas que les causan los médicos, sometidos a largas jornadas de guardias, debido a la escasez de facultativos.
Si eso es así, el gobierno laborista debe aumentar las plantillas del sistema de salud, en lugar de la jornada. Recordaba en el coche como el acceso a las facultades de medicina se ve dificultado por la “nota de corte” elevada en la selectividad que no persigue realmente la calidad del alumnado, sino el mantener un número reducido de estudiantes. En otros países ocurre algo similar, y tanto en ellos, como también está ocurriendo en España, el número escaso de profesionales está impidiendo completar plantillas y aumentar los servicios de salud, como es debido, procediendo a reclutar extranjeros sin las debidas garantías formativas.
Pero la extensión de la medida del aumento de jornada, de forma generalizada, supone un claro retroceso en las condiciones laborales y sociales de los trabajadores en general. Desde la primera revolución industrial, la lucha obrera se ha distinguido por exigir la reducción del tiempo de trabajo, tanto diario como semanal, para permitir más tiempo de descanso (y por tanto, la recuperación de fuerzas). Las progresivas reducciones de jornada han permitido también mejorar la calidad de vida de los empleados, su formación y, ahora, hablamos de conciliación de la vida familiar y laboral como un progreso, un derecho de todo ser humano. Si este proyecto es aprobado hoy lunes, algunos países lo podrán aplicar, no solo empeorando las condiciones de sus trabajadores, sino las de los demás, al ofrecer más facilidades a los empresarios unos estados europeos, en detrimento de otros, que perderán empresas y empleos, en un mundo globalizado.
La izquierda (la dirección laborista británica no puede ser considerada así) no debe permitir que esto ocurra. Esta es una clarísima diferencia entre izquierda y derecha. Si alguien tenía dudas, esta es la piedra de toque. El gobierno español ya ha dicho que no la aplicará, si ve la luz esta tropelía. Espero que sean más los ministros de trabajo que piensen lo mismo y no se apruebe. Si no, retrocederemos dos siglos y las desigualdades ancestrales volverán a ser causa de enfrentamiento social.
Si eso es así, el gobierno laborista debe aumentar las plantillas del sistema de salud, en lugar de la jornada. Recordaba en el coche como el acceso a las facultades de medicina se ve dificultado por la “nota de corte” elevada en la selectividad que no persigue realmente la calidad del alumnado, sino el mantener un número reducido de estudiantes. En otros países ocurre algo similar, y tanto en ellos, como también está ocurriendo en España, el número escaso de profesionales está impidiendo completar plantillas y aumentar los servicios de salud, como es debido, procediendo a reclutar extranjeros sin las debidas garantías formativas.
Pero la extensión de la medida del aumento de jornada, de forma generalizada, supone un claro retroceso en las condiciones laborales y sociales de los trabajadores en general. Desde la primera revolución industrial, la lucha obrera se ha distinguido por exigir la reducción del tiempo de trabajo, tanto diario como semanal, para permitir más tiempo de descanso (y por tanto, la recuperación de fuerzas). Las progresivas reducciones de jornada han permitido también mejorar la calidad de vida de los empleados, su formación y, ahora, hablamos de conciliación de la vida familiar y laboral como un progreso, un derecho de todo ser humano. Si este proyecto es aprobado hoy lunes, algunos países lo podrán aplicar, no solo empeorando las condiciones de sus trabajadores, sino las de los demás, al ofrecer más facilidades a los empresarios unos estados europeos, en detrimento de otros, que perderán empresas y empleos, en un mundo globalizado.
La izquierda (la dirección laborista británica no puede ser considerada así) no debe permitir que esto ocurra. Esta es una clarísima diferencia entre izquierda y derecha. Si alguien tenía dudas, esta es la piedra de toque. El gobierno español ya ha dicho que no la aplicará, si ve la luz esta tropelía. Espero que sean más los ministros de trabajo que piensen lo mismo y no se apruebe. Si no, retrocederemos dos siglos y las desigualdades ancestrales volverán a ser causa de enfrentamiento social.
Yo propondría, 95, pero obligatorias... Eso si, empezando por eurodiputados, miembros del congreso de los diputados, notarios, banqueros y demás especímenes. Total, los curritos de a pie no íbamos a notar tanto cambio. jajajaja
ResponderEliminarYo me conformaría con ser funcionario y tener un horario estable.
ResponderEliminarEs un paso al frente, hacia el futuro: la esclavitud moderna. Sin embargo, mientras los esclavos puedan seguir llenando su nevera en el DIA o el LIDL, yendo al cine los domingos y pagar a plazos la tele, el coche, ... y el piso, nadie se quejará.
ResponderEliminarBienvenidos al mañana!
Un perro andaluz
¡DIOS! ¿QUÉ VA A SER DE LAS MAESTRAS?
ResponderEliminarCON ESE HORARIO LABORAL EN UN TRIMESTRE TODAS AL MANICOMIO
La esclavitud, sí emaggo, eso es, parece, lo más liberal ("libegal"). Todos los libegales muy libres para torturarnos y escalvizarnos.
ResponderEliminarAnamari, seguro que así acaban con el paro los del PP. Besos, guapa.
Bienvenidos al paraiso de los autonomos.
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