El viernes pasado asistí, en la Hospedería de San Francisco, a la clausura del curso de verano de la Universidad de Córdoba, “Los nuevos desafíos de las relaciones laborales en España”, dirigido por el Decano de la Facultad de Ciencias del Trabajo, mi amigo desde la infancia y compañero de estudios y convivencias varias, Federico Navarro. El plato fuerte era una mesa redonda denominada “Los retos de modernización del derecho del trabajo español” donde se dieron cita las siguientes personalidades: Federico Durán López, catedrático y ex presidente del Consejo Económico y Social de España, José María Fidalgo Velilla, secretario general de CC.OO., y Fernando Moreno Piñero, director de relaciones laborales de la CEOE.
Fue un debate sustancioso y exquisito en las formas. Muy delicado, pero agudo y crítico con el panorama que se nos presenta ante la situación económica de crisis venidera. El catedrático aprovechó el título para afirmar que modernizar no implica eliminar el carácter garantista del derecho del trabajo, ni al derecho laboral en sí mismo. Alertó sobre el carácter anticuado de muchas instituciones jurídicas laborales (el estatuto de los trabajadores es de los años ochenta, con unos problemas y una realidad muy diferente a la actual, pensado para un modelo de empresas y relaciones laborales minoritario incluso entonces), abogando por la flexibilidad en la economía, pero sin desmontar los sistemas de protección social, adaptándolos con el consenso de organizaciones empresariales y sindicales. Surgió así en la exposición el concepto de la “flexiseguridad”, tan en boga por el debate en el ámbito europeo (término del que se hico eco el reciente congreso federal del PSOE). José Mª Fidalgo le siguió con la idea, ya que es más importante garantizar el empleo, aunque sean varios en la vida laboral de una persona, que intentar mantener un único empleo para toda la vida (modelo aplicable a grandes empresas, que no son ni han sido nunca la mayoría de las empresas de este país, o al anhelo de convertirse en funcionario público). Pero empleo, con derechos garantizados por la legislación y la negociación colectiva. Además culpó al gobierno de permitir un modelo de desarrollo y crecimiento, basado en la construcción, frágil, como estamos comprobando.
El representante de los empresarios, que precedió al sindicalista, comenzó con un chiste de economistas americanos, que daba la idea de cómo afrontamos últimamente los problemas económicos: Unos indios consultan al hechicero sobre cómo va a ser el invierno. Éste realiza sus ritos mágicos y les indica que, aunque es difícil saberlo con seguridad, ve que será frío y lluvioso. Los indios se preparan almacenando leña y comida. Pero llega el invierno y siguen las temperaturas veraniegas. Vuelven los indios a consultar al chamán y éste les pide que esperen, ya que va a consultar con otro sabio. El hechicero se pone chaqueta y corbata y se va a la NASA a comentar el caso con un antiguo amigo de estudios. Éste, tras consultar proyecciones, modelos informáticos, mapas, fotografías de satélite y otros medios científicos, le contesta que es difícil saberlo porque no ve frentes ni borrascas, pero cree que será frío y lluvioso. ¿Por qué?, le preguntó el hechicero. Y le contesta: porque en las fotografías del satélite se ven a muchos indios almacenando comida y leña. Todo el mundo se basa en otros para intentar saber qué hacer ante la situación de crisis actual, pero nadie sabe qué medidas tomar. Él propugnaba también el consenso para adaptar las normativas actuales a la realidad actual, pero si no se reconoce la dificultad de la situación, no es posible acertar con las soluciones. Estaremos tan perdidos como los indios.
Todos coincidieron en la necesidad de hablar de los problemas entre ellos (expertos, sindicatos y empresarios) y de que el gobierno les escuche, pues siempre, en momentos de crisis, se les ha llamado para negociar, como ahora, pero no siempre se les ha escuchado. Tienen ideas, medios y voluntad para afrontar los problemas hasta con imaginación, conscientes de hacer sacrificios, si es necesario. Modificar la legislación laboral no va a solucionar la crisis financiera y económica actual, pero ayudará mucho a que las consecuencias sociales que se deriven sean afrontadas con éxito y al menor coste posible, adaptando el modelo laboral al modelo real de la economía actual, muy diferente al de los años ochenta del siglo pasado. Si los agentes económicos y sociales están dispuestos a adaptar el marco normativo actual a nuestra realidad económica y social, ¿a qué espera el gobierno de Zapatero para coger el toro de las reformas laborales por los cuernos?
Me enteré después que había preparada una pregunta para los tres ponentes por parte del moderador: si el gobierno estaba haciendo lo correcto ante la situación económica. Pero no se hizo, no fue necesario, a mi juicio. El toque de atención se había dado y el ofrecimiento de las partes estaba sobre la mesa. Con delicadeza y diplomacia habían lanzado un reto riguroso y un compromiso. No sé si el gobierno ha aceptado de verdad la oferta, o sigue aparentemente enrocado en medidas (exclusivamente “sociales”) de cara a cierto sector de la galería (me viene a la memoria lo de las “miembras” o lo del voto de los inmigrantes). En los próximos días lo veremos. Sería una pena que esta buena disposición cayera en saco roto.
Fue un debate sustancioso y exquisito en las formas. Muy delicado, pero agudo y crítico con el panorama que se nos presenta ante la situación económica de crisis venidera. El catedrático aprovechó el título para afirmar que modernizar no implica eliminar el carácter garantista del derecho del trabajo, ni al derecho laboral en sí mismo. Alertó sobre el carácter anticuado de muchas instituciones jurídicas laborales (el estatuto de los trabajadores es de los años ochenta, con unos problemas y una realidad muy diferente a la actual, pensado para un modelo de empresas y relaciones laborales minoritario incluso entonces), abogando por la flexibilidad en la economía, pero sin desmontar los sistemas de protección social, adaptándolos con el consenso de organizaciones empresariales y sindicales. Surgió así en la exposición el concepto de la “flexiseguridad”, tan en boga por el debate en el ámbito europeo (término del que se hico eco el reciente congreso federal del PSOE). José Mª Fidalgo le siguió con la idea, ya que es más importante garantizar el empleo, aunque sean varios en la vida laboral de una persona, que intentar mantener un único empleo para toda la vida (modelo aplicable a grandes empresas, que no son ni han sido nunca la mayoría de las empresas de este país, o al anhelo de convertirse en funcionario público). Pero empleo, con derechos garantizados por la legislación y la negociación colectiva. Además culpó al gobierno de permitir un modelo de desarrollo y crecimiento, basado en la construcción, frágil, como estamos comprobando.
El representante de los empresarios, que precedió al sindicalista, comenzó con un chiste de economistas americanos, que daba la idea de cómo afrontamos últimamente los problemas económicos: Unos indios consultan al hechicero sobre cómo va a ser el invierno. Éste realiza sus ritos mágicos y les indica que, aunque es difícil saberlo con seguridad, ve que será frío y lluvioso. Los indios se preparan almacenando leña y comida. Pero llega el invierno y siguen las temperaturas veraniegas. Vuelven los indios a consultar al chamán y éste les pide que esperen, ya que va a consultar con otro sabio. El hechicero se pone chaqueta y corbata y se va a la NASA a comentar el caso con un antiguo amigo de estudios. Éste, tras consultar proyecciones, modelos informáticos, mapas, fotografías de satélite y otros medios científicos, le contesta que es difícil saberlo porque no ve frentes ni borrascas, pero cree que será frío y lluvioso. ¿Por qué?, le preguntó el hechicero. Y le contesta: porque en las fotografías del satélite se ven a muchos indios almacenando comida y leña. Todo el mundo se basa en otros para intentar saber qué hacer ante la situación de crisis actual, pero nadie sabe qué medidas tomar. Él propugnaba también el consenso para adaptar las normativas actuales a la realidad actual, pero si no se reconoce la dificultad de la situación, no es posible acertar con las soluciones. Estaremos tan perdidos como los indios.
Todos coincidieron en la necesidad de hablar de los problemas entre ellos (expertos, sindicatos y empresarios) y de que el gobierno les escuche, pues siempre, en momentos de crisis, se les ha llamado para negociar, como ahora, pero no siempre se les ha escuchado. Tienen ideas, medios y voluntad para afrontar los problemas hasta con imaginación, conscientes de hacer sacrificios, si es necesario. Modificar la legislación laboral no va a solucionar la crisis financiera y económica actual, pero ayudará mucho a que las consecuencias sociales que se deriven sean afrontadas con éxito y al menor coste posible, adaptando el modelo laboral al modelo real de la economía actual, muy diferente al de los años ochenta del siglo pasado. Si los agentes económicos y sociales están dispuestos a adaptar el marco normativo actual a nuestra realidad económica y social, ¿a qué espera el gobierno de Zapatero para coger el toro de las reformas laborales por los cuernos?
Me enteré después que había preparada una pregunta para los tres ponentes por parte del moderador: si el gobierno estaba haciendo lo correcto ante la situación económica. Pero no se hizo, no fue necesario, a mi juicio. El toque de atención se había dado y el ofrecimiento de las partes estaba sobre la mesa. Con delicadeza y diplomacia habían lanzado un reto riguroso y un compromiso. No sé si el gobierno ha aceptado de verdad la oferta, o sigue aparentemente enrocado en medidas (exclusivamente “sociales”) de cara a cierto sector de la galería (me viene a la memoria lo de las “miembras” o lo del voto de los inmigrantes). En los próximos días lo veremos. Sería una pena que esta buena disposición cayera en saco roto.
Las reformas en el trabajo en tiempo devacas flacas... son todas una mierda, que se le va a hacer... Pero habitualmente en vacas gordas, se supone que todo van bien y no se tocan.
ResponderEliminarEl mundo al revés
Saludos
Cierto, el mundo al revés. Tal vez se haya perdido una oportunidad, cuando la situación financiera era buena para el estado (y era mejor no tocar los famosos 400€ del IRPF), de cambiar ciertas cosas. Ahora vendrán impuestas, parece.
ResponderEliminarSaludos
Suele ser habitual que en tiempo de crisis se utilice el argumento de que para superarala hay que modificar el Estatuto de los Trabajadores y otrros normas de contenido social, las razones son a cual mas variopinta y siempre incluye la de que fue aprobado en los años ochenta y que es preciso adaptarlo a la nueva realidad. Sólo dos datos, el Estatuto del Trabajador si mal no recuerdo ha sido modificado en teinta y nueve ocasiones y la última por cierto en Noviembre del pasado año. Recibe fraternales saludos socialistas.
ResponderEliminarEfectivamente el estatuto de los trabajadores ha sido modificado con profusión. La última reforma, para garantizar la contratación indefinida por la vía del llamado encadenamiento de contratos. El problema, como dijo como de pasada el representante de la CEOE en el acto del que hablo, es el despido. La flexiseguridad, concepto novedoso, es lo que proponen, hasta Fidalgo lo dijo. Creo que se deben tratar estos temas sin prejuicios y de forma sosegada. E insisto, las reformas legislativas no garantizan la salida de la crisis, pero deben tender a paliar los daños que cause, y permitir un nuevo marco de relaciones laborales en un mundo globalizado como en el que vivimos. Debemos adaptarnos para conseguir que las garantías a los derechos de los trabjadores no se pierdan de hecho, por la pérdida de empresas y empleo. Los agentes sociales están dispuestos a tratar el asunto.
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