Hace tres días murió el escritor ruso Alexander Solzhenitsin. Se hizo famoso en los años setenta del siglo pasado por haber escrito Archipiélago Gulag, obra que recogía sus escritos clandestinos sobre la represión estalinista, represión que sufrió en carne viva, primero con internamientos en campos de trabajo y luego en el exilio. El nombre gulag sirvió a partir de entonces como sinónimo de ese tipo de represión política, e, incluso, del régimen que la usaba, el régimen soviético, que tenía encerrados a sus habitantes (y los países satélites) dentro de sus fronteras, como un campo de concentración (todos recordaremos los múltiples intentos de fuga, en aquellos tiempos del sistema soviético, de los llamados disidentes, que tantas veces fracasaban, costándoles la vida en muchos casos).
Pero también me acordé entonces de su visita a España, poco después de la muerte de Franco. Muchos no nos creíamos todo lo que contaba de su experiencia, pensábamos que lo exageraba con fines políticos. La guerra fría estaba cercana y se vivía en medio de "tormentas de propaganda" de uno u otro bando (el capitalista, por un lado, el soviético, por otro), que ya bullían en nuestro país gracias al resurgir, desde las tinieblas de la clandestinidad, de los partidos políticos (entonces ilegales), especialmente el más poderoso (gracias a la inestimable ayuda propagandística del régimen franquista), el Partido Comunista. Y recordé la entrevista que le hizo José María Íñigo en Televisión Española (la única de entonces) donde dijo cosas tan desconcertantes como ésta: ¿Saben ustedes lo que es una dictadura? (…) Los españoles son absolutamente libres para residir en cualquier parte y de trasladarse a cualquier lugar de España. Nosotros, los soviéticos, no podemos hacerlo en nuestro país. Estamos amarrados a nuestro lugar de residencia por la propiska (registro policial). Las autoridades deciden si tengo derecho a marcharme a tal o cual población (…) . Recuerdo (y eso fue lo más indignante) como nos recomendó que no cambiásemos el régimen que teníamos todavía (el franquismo sin Franco), que lo que podría venir era mucho peor. Era comprensible su resquemor a ese PCE fuerte saliendo a la luz, pero era intolerable que prefiriera una dictadura militar (un fascismo descafeinado ideológicamente, aunque no tiránicamente) a la dictadura soviética. Ninguna de las dos era tolerable.
Es lo que pasa cuando alguien viene del extranjero a darnos lecciones de cómo llevar mejor nuestros asuntos públicos, que puede equivocarse con facilidad. Y gracias a que no le hicimos caso en esto, aunque tampoco establecimos un régimen calcado del soviético, es como hoy podemos disfrutar de una democracia, modelo durante años para otros países que han salido de dictaduras, entonces tan presentes en el mundo (muchas de ellas, consecuencia del miedo al estalinismo, hoy felizmente superado hasta en sus países de origen).
Supongo que para él el franquismo de los últimos años le debía parecer una tontada y todos los partidos comunistas lo más detestable del mundo. Se puede entender pero tampoco es plan ir dando consejos sin tener idea de lo que pasaba y podía ocurrir aquí.
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Claro, Euphorbia, venía muy condicionado, pero ignorante de lo que ocurría en España. Y el régimen lo usó para justificarse, eran los tiempos de TVE única, como aparato de propaganda del franquismo. Supongo que posteriormente cambiaría de opinión, pero eso tampoco importa ya, este hombre es historia, parte de la historia más negra del siglo XX.
ResponderEliminarUn saludo.