lunes, 8 de septiembre de 2008

Rebate

La casa en que viví hasta los veinte años era una casa antigua, fruto de la división de un edificio mayor, cuyos restos todavía se pueden ver en el antiguo bar Los Novios. Tenía varios niveles en primera planta, respecto al de la calle donde se ubicaba, fruto de sucesivos rellenos entre las varias crujías que presentaba la edificación, niveles que se sorteaban con escalones (no eran tiempos de eliminación de barreras arquitectónicas). Ya la misma entrada tenía uno, que servía de acceso al zaguán, luego otro más en la puerta de entrada a la antesala. Tras el primer patio se accedía a un pasillo, que comunicaba con la cocina y el comedor, por medio de dos escalones. Luego otro daba paso al corral, y tras éste dos más nos llevaban al huerto. Tanto el escalón de entrada al edificio (de grandes dimensiones) como el del acceso al corral, que resaltaban sobre los demás por tamaño mayor y apariencia diferenciada, eran rebates, que es como se conoce ese elemento que en otras latitudes llaman sardinel.

Los rebates, a pesar de constituir un obstáculo para los impedidos, eran de gran utilidad. Servían tanto como escalón, como mesa, silla, u otras utilidades: piedra para moler, tablero de juegos, yunque, trampolín, piedra de afilar cuchillos, tijeras, etc (por ser de ese material)...Era increíble el provecho que les sacábamos, sobre todo al interior, el del corral. La de veces que me he sentado en él, he cascado nueces o pacanas...., aunque tuviese su riesgo sortearlos. Pero donde el peligro se hizo accidente en mi niñez, fue sin embargo en los escalones de paso desde el patio al pasillo central. Mi madre tenía la costumbre de colocar una cortina allí en el verano para mantenerlo fresco. Y en una visita de la familia, al intentar pasar corriendo esos escalones, me enganché un pie con el andador de mi sobrino mayor (que estaba oculto por la cortina), por lo que salí volando al estilo superman, con tan mala suerte que al caer me partí los huesos (el cúbito y el radio) del antebrazo izquierdo, quedando de forma que parecía tener dos codos. Un latazo de verano que pasé escayolado (dos meses), desde la muñeca hasta el brazo por encima del codo, con lo que al ir a la piscina tenía que envolver la prótesis con unos plásticos y apoyando el armatoste en la cabeza, para que no se mojara. Eso me valió el apodo del “submarino”, pues parecía uno, con el periscopio fuera del agua. Un dramón infantil, vamos.

Otras casas que conozco en la zona tienen rebates. Aunque ahora las normas urbanísticas traten de evitarlos (los que tienen forma mayor, resaltada), para facilitar el paso a los moradores y visitas. Por ello la palabra tenía su predicamento, que, por desgracia, irá desapareciendo. Lo incluiremos en el diccionario para que quede constancia en la pequeña historia de nuestro lenguaje palmeño.

6 comentarios:

  1. Siempre me ha encantado sentarme en el rebate. La casa donde me crié tenía un rebate considerablemente alto, lo que era fantástico para sentarse, sobre todo en las noches de verano. Su altura no suponía ningún problemas pués aquella casa tenía dos puertas y lo habitual era utilizar la "puerta falsa" que tenía un rebate muy bajito y por ello no nos solíamos sentar en él.
    Hace un años arreglamos el jardín, quedó precioso, con el suelo de chino cordobes, pero perdió lo que más me gustaba, la altura del rebate se redujo a la mitad y ahora no tiene una altura cómoda para sentarse, sobre todo porque ya no tengo 15 años y cuesta levantarse despues. Pero era un arreglo necasario porque para mi madre el antiguo rebate suponía una barrera arquitectonica difícilmente superable.

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  2. El tiempo no pasa en balde. Así que lo que para una determinada edad es estupendo, luego se convierte en inconveniente. Besos.

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  3. Cierto día de mi niñez jugaba en el rebate de mi casa de vecinos en la calle Ana de Santiago. Me llamo la atención el que sobre la parte izquierda o derecha, no me acuerdo, este tenia unas deformaciones rugosas como martilleadas, que no coincidían con el resto que era como es lógico liso. Mi curiosidad de niño me hizo preguntar a mi abuelo el por que de aquellas anomalías .El muy seriamente me contó esta historia. Cuando se hizo aquel rebate fue en plena republica y que quien lo hizo (un hermano suyo) dibujo sobre el, un yugo y las flechas símbolo de las Falange.
    Pues lamentablemente después de obligarle a destruir con un martillo el dichoso símbolo, esto le costo la vida.
    Hoy en día la casa ya no existe, lógicamente el rebate tampoco, pero esta historia de vez en cuando la recuerdo, y hoy al leerte y recordarla de nuevo, la cuento para compartirla con tigo y con quienes te leen.
    Que absurdo fue todo aquello, que pena.
    En fin historias de un rebate.

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  4. Que razón tienes, emaggo. Las guerras civiles son un absurdo. Y las más crueles, pues se usan también como la forma de "arreglar" (es un decir) muchos asuntillos pendientes, que poco o nada tienen que ver con la causa que las desencadenan, de forma rápida, tajante, con alevosía. Muchos odios por celos, por una pequeña propiedad, por un asunto de vecindad, todo se convierte en excusa en una guerra civil para hacer daño a quien no puedes hacérselo en tiempos normales. Por eso hay que hacer esfuerzos para superarlas, y no hacer "ajustes de cuentas" permanentes con la Historia.

    Los rebates contienen historia, la huella, ya sea alegre o triste de los que han puesto su cuerpo encima.

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  5. También recuerdo que en ciertas casas, en el rebate había dibujado una espiga de trigo que significaba que allí se vendía pan y sobre todo recuerdo la barbería (barbería –barbero palabra ya casi en desuso, ahora las llamamos peluquerías en la que se cotilleaba por las tardes y se discutía de política asta altas horas de la madrugada) en la cual el rebate tenia dibujadas unas tijeras.
    En una época en los que los carteles luminosos aun no existían los rebates hacían su función.
    Escribiendo esto me surge una pregunta quizás absurda: ¿antes la gente miraba para abajo mas que para arriba?

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  6. Jajajaja. Mirar para abajo. No creo que sea una pregunta absurda. Con estos escalones, muchos de ellos muy sobresalientes, seguro que era imprescindible mirar hacia abajo para sortearlos, si no querías terminar en una casa con una cruz roja pintada en el rebate. Por cierto eso me ha hecho recordar cuando, estando en párvulos en la monjas, nos insistían en que había que andar mirando al suelo y no viendo las moscas pasar.

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