Otro de los muy útiles objetos que encontramos en el Sur y en la vertiente mediterránea hispánica, que también se ha extendido por otras zonas peninsulares de clima seco. El botijo es el recipiente tradicional de esta tierras para almacenar agua para beber y conservarla siempre fresca, algo fundamental en verano, debido a las altas temperaturas que soportamos en la época estival. Su funcionamiento es sencillo e ingenioso: la evaporación del líquido, que se filtra por las paredes porosas de barro cocido, refresca el contenido del botijo. Se le conoce también como búcaro, pimporro o porrón.
Hasta estos tiempos modernos, en que se inventó el frigorífico, era la forma tradicional y más adecuada para este fin. Es útil, además, porque se puede transportar, con lo que desde mucho tiempo atrás, hasta la actualidad, en las labores del campo, era un elemento esencial para poder realizarlas en buenas condiciones y sin gastos adicionales. Incluso, ese transporte y su cuidado, dieron lugar a un "oficio" especializado entre las cuadrillas de los campesinos y jornaleros, el aguador ("aguaó") o también ,"chanca". Esta profesión, a granel, la de aguador, sin embargo, se realizaba con cántaros, de mayor capacidad, también de barro cocido. No solo agua se puede contener en un botijo, pues es útil también para otros líquidos que deban consumirse en frío. El de la fotografía (que hicimos en nuestro último viaje a Madrid en una típica taberna del casco antiguo, cercano a la Puerta del Sol) por ejemplo, contenía vino.
Muchas anécdotas se pueden contar sobre el botijo. En los cines de verano era habitual en Palma del Río que alguien vendiese agua en botijo "a peseta la "jartá", es decir, que por una peseta se bebía lo que se pudiese de una vez. No es fácil beber mucho, hay que tener habilidad y entrenamiento, y una buena garganta, por lo que no era normal que alguien se hartara de beber mucha agua y vaciar el botijo, aunque algunos sí lo conseguían, para desesperación del "aguaó", que debía llenar más veces sus recipientes. También "botijo" era el mote de un compañero de estudios, y se lo pusimos por parecerse (por su baja estatura) al personaje de un chiste sobre un a casa de putas, que no contaré por no "herir sensibilidades".
Por cierto, nunca he tenido habilidad para beber en botijo, y como estaba prohibido beber "a morro", es decir, chupando del pitorro (por lógica higiene), no soy usuario habitual de este objeto, aunque en casa tengamos uno que usa frecuentemente mi familia. En fin, otro merecido homenaje a esta pieza fundamental de nuestros hogares.
Hasta estos tiempos modernos, en que se inventó el frigorífico, era la forma tradicional y más adecuada para este fin. Es útil, además, porque se puede transportar, con lo que desde mucho tiempo atrás, hasta la actualidad, en las labores del campo, era un elemento esencial para poder realizarlas en buenas condiciones y sin gastos adicionales. Incluso, ese transporte y su cuidado, dieron lugar a un "oficio" especializado entre las cuadrillas de los campesinos y jornaleros, el aguador ("aguaó") o también ,"chanca". Esta profesión, a granel, la de aguador, sin embargo, se realizaba con cántaros, de mayor capacidad, también de barro cocido. No solo agua se puede contener en un botijo, pues es útil también para otros líquidos que deban consumirse en frío. El de la fotografía (que hicimos en nuestro último viaje a Madrid en una típica taberna del casco antiguo, cercano a la Puerta del Sol) por ejemplo, contenía vino.
Muchas anécdotas se pueden contar sobre el botijo. En los cines de verano era habitual en Palma del Río que alguien vendiese agua en botijo "a peseta la "jartá", es decir, que por una peseta se bebía lo que se pudiese de una vez. No es fácil beber mucho, hay que tener habilidad y entrenamiento, y una buena garganta, por lo que no era normal que alguien se hartara de beber mucha agua y vaciar el botijo, aunque algunos sí lo conseguían, para desesperación del "aguaó", que debía llenar más veces sus recipientes. También "botijo" era el mote de un compañero de estudios, y se lo pusimos por parecerse (por su baja estatura) al personaje de un chiste sobre un a casa de putas, que no contaré por no "herir sensibilidades".
Por cierto, nunca he tenido habilidad para beber en botijo, y como estaba prohibido beber "a morro", es decir, chupando del pitorro (por lógica higiene), no soy usuario habitual de este objeto, aunque en casa tengamos uno que usa frecuentemente mi familia. En fin, otro merecido homenaje a esta pieza fundamental de nuestros hogares.
No se explica bien en qué consiste el arte de beber en botijo todo el tiempo que se desee; hasta que se acabe el agua o hasta que se llene la panza.
ResponderEliminarNo, amigo Shevi, no sólo consiste en tener habilidad, entrenamiento y una buena garganta, como dices.
Consiste en saber respirar al tiempo de tragar el agua. Es decir, hay que saber respirar y tragar al mismo tiempo.
Es una facultad que tuvimos en nuestra primera etapa infantil; cuando éramos bebés y podíamos mamar de la teta o del biberón durante horas, sin dejar de respirar.
Luego, cuando crecemos, la laringe se desplaza y ya no nos permite respirar mientras tragamos. Obsérvalo y verás que es así.
Yo, de muchacho, alardeaba de esa habilidad de beber en el botijo sin detenerme para respirar y es muy posible que lo practicara, como tú dices, en el cine de verano del Paseo, el "Coliseo España", durante los descansos que se hacían a mitad de la película. Creo recordarlo, si no lo he soñado. Saludos.
Aqui en mi tierra es tipico por ejemplo, añadirle al agua del botijo un bune chorro de aguardiente "cazalla", esto se denomina "palometa" y parece ser que ademas de quitar la sed, es un fresquito y buen reconstituyente.
ResponderEliminarsalut.
¡Gran invento! Curiosamente me naejo mejor con el botijo que con la bota.
ResponderEliminarEs la tercera vez que intento dejar un comentario y no llega..¿¿¿¿???
ResponderEliminarEfectivamente un gran invento.
ResponderEliminarMis padres son de un pueblo extremeño y de pequeña una de las primeras cosas que aprendí en verano fue a beber del botijo: poder tragar con a boca abierta sin que al agua dejar de salir del "pitorro", fresquita fresquita.
En aquella época todavía se tenía en la cocina una mesa con el cántaro y la cantarera son su plato y la taza de porcelana.
un saludo.
Veo que el reconocimiento al botijo es generalizado.
ResponderEliminarMARÍA, es que es necesario algo fresco con estos calores de fin de julio y principios de agosto, claro.
Amigo Octavio Junco, me alegra verte por aquí. Gracias por tu aportación, que complementa lo que digo. Y, como digo, no hace sino confirmar mi falta de habilidad para el uso del botijo. Cosa que no me impide alabar sus cualidades en este humilde blog.
Aprendiz, una forma muy tradicional de "enriquecer" el contenido del botijo. Algo así como un carajillo, pero en fresco.
Adrian, la bota es otro artilugio que tampoco conseguí domeñar. Lástima, pues de las tierras norteñas de donde acabo de regresar de viaje se surten de buen vino también en bota, como he comprobado en la estatua del famoso Celedón de Vitoria.
Ipecan, bienvenida, en mi casa mi mujer puso en la cocina, como una de las primeras cosas, un botijo en su plato. Sigue allí, pero con un recipiente mayor, ya que "suda" mucho y el plato rebosaba. Pero ni por esas soy capaz de usarlo. Como dice Octavio ya se me ha pasado la edad para aprender y mi garganta no me va a dejar respirar y beber al mismo tiempo. Seguiremos con el vaso tradicional.
Un fresco saludo para todos y todas (como se dice ahora) y gracias por pasaros por aquí, aunque yo no estuviera (por mis vacaciones).