‘Yo me subí a un piano verde’ es un divertimento humorístico-musical-cantábile para caricato y piano. El caricato lo pongo yo, que me interpreto en clave de MÍ MISMO, y el piano lo acaricia MARCOS CRUZ, un gran músico que tiene la habilidad de seguirme musicalmente allá donde se me ocurra ir, que son entre varios y muchos sitios.
‘Yo me subí a un piano verde’ es risa, biografía, humor, nostalgia, sonrisa, homenajes, complicidad, canciones, recuerdos, un nuevo juego de palabras que, sin ser espectacular, se convierte en un espectáculo gracias a la tenacidad y el sentido del humor, de ese ‘clásico gracioso’ que represento; un gracioso contento en su cuerda de equilibrista, un gracioso que se juega el hipo demostrando, sin nostalgia, que aún se mantiene en sus trece y que, pese a quien le pese, sigue teniendo el valor de subirse donde le apetece.”. Así nos presenta Millán Salcedo su obra, una función muy de su estilo, disparatada, mordaz, donde mezcla imitaciones y discursos absurdos. Con sus típicas muecas, juegos de palabras. Dirigida por Paco Mir y Joan Gracia (Tricicle).
No es un monólogo, es una típica actuación de cómico, pero de casi dos horas de duración, sin descanso. Alternando canciones, video, fotografías, imitaciones. Pasa de lo más absurdo a lo más entrañable, cuando se refiere a su familia o a sus antiguos compañeros, Martes y Trece. Critica la televisión actual. Las imitaciones como siempre, con sus “querencias”: Isabel Pantoja, Ana G. Obregón, Massiel, Nati Mistral, J.M. Serrat, Boris Izaguirre, la Duquesa de Alba, Gloria Fuertes, el rey (como una de las voces de un navegador de coche (“es para mí un motivo de orgullo y profunda satisfacción llevarle a la calle Núñez de Balboa...”). Se ríe de todo, “con respeto” y lo pidió para él (“hay libertad de expresión”) como cuando imitó al rey o criticó el rechazo de la iglesia al matrimonio entre homosexuales. Realizó improvisaciones, como cuando apareció un murciélago revoloteando por el teatro, hasta en el escenario: “un vampiro que me mandan para chuparme la sangre” los que no aceptan las críticas. O cuando tenía que limpiarse el sudor por el calor que hacía a pesar del aire acondicionado (“que calor hace en Cuenca”).
Estuvo en su línea, que era lo que se esperaba. Y el público disfrutó de lo lindo. Fue un buen epílogo para una semana de teatro.
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