A principios de los 90 descubrí la música New Age. Digamos que tuve un periodo agitado en el que necesitaba un “momento relajante” en el que este tipo de música (si se puede hablar de algo así, de un género concreto) me cautivó. Entonces la industria discográfica todavía no había empezado a decaer, gracias a las descargas de internet. Es difícil ponerse de acuerdo en qué músicos, intérpretes o grupos se pueden calificar como tales, porque pasa como con otros aspectos de la vida, que si no preguntamos, todos lo entendemos, pero si alguien se lo cuestiona, empieza la polémica. Solo sabemos que se llama música New Age a la que floreció al albur del movimiento espiritual del mismo nombre, que se puso de moda con la cultura Hippie, y que pareció convertirse en el refugio místico de los desencantados de este grupo cultural, tras su fracaso con la espiritualidad oriental, llegando hasta nuestros días.
Músicos como Kitaro, Yanni, Enya, Suzanne Ciani, Vangelis, Bian Eno, Paul Winter, Andreas Vollenweider, a los que se sumaron Wim Mertens, Lito Vitale o Michael Nyman, por ejemplo, llenaron de sonidos envolventes y novedosos muchos ratos de soledad en mi habitación. Uno de los que cito, M. Nyman, encuadrado en el minimalismo, además es famoso por las bandas sonoras que compuso para películas de vanguardia y rompedoras, como las del británico Peter Greenaway, como “El contrato del dibujante” o “El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante” . Win Mertens también colaboró con este mismo director en la banda sonora de otra famosa película de culto, “El vientre del arquitecto”.
¿Hay diferentes ramas dentro de este mundo musical?. Puede que sí. Así al menos, con este sello, entre la crítica y la industria musical se han recogido artistas que, de no existir el marchamo, podrían haberse encuadrado en campos musicales más habituales, como la música clásica, el pop, el rock, la música étnica o el folk, el jazz, etc. A Brian Eno (ex-Roxy Music, que a fines de los setenta estuvo en España en un concierto que fue muy polémico, por la críticas encontradas a favor y en contra de su nuevo estilo musical vanguardista) y M. Nyman podrían considerarse exponentes destacados de dos vertientes de este movimiento, la pop el primero y la clásica el segundo. Y dentro de la que los críticos han considerado rama clásica sobresalen, sin duda, los Kronos Quartet, un grupo del que tengo una de las joyas de mi discoteca particular, “Short Stories”.
Kronos Quartet son un cuarteto de cuerda de Estados Unidos, liderado por el violinista David Harrington, y acompañado por el violinista John Sherba, por Hank Dutt (viola) y actualmente por Jeffrey Zeigler (cello), aunque en el disco que comento el violonchelo esté a cargo de Joan Jeanrenaud. Empezaron en 1973 interpretando a autores clásicos contemporáneos como B. Bartók o Shostakovich, alternando con piezas de jazz de Thelonius Monk o Charles Mingus. Su larga trayectoria combina el minimalismo con el rock (J. Hendrix), el jazz, el pop, el folk, las bandas sonoras (“Mishima” o “Drácula”), solos o acompañados de otros artistas. O arropando a otros exponentes de esta tendencia de la que nos ocupamos hoy de la talla de Philip Glass, o ajenos como Nelly Furtado. Sus instrumentos son más conocidos (aunque ignoremos su identidad) de lo que al principio pudiéramos creer. Y nos evocan sonidos más familiares de lo que a priori imaginaríamos en un grupo de cuerda clásico.
Este disco, “Short Stories” (1992) contiene algunos temas que recordé hace pocos días. Cuando en un programa de radio, alguien nos habló de la música de vanguardia del siglo XX, especialmente la música atonal y el serialismo, que floreció con autores como Stravinsky, Schönberg o Karlheinz Stockhausen, como la banda sonora que hizo posible éxitos del cine de intriga, misterio o terror, me acordé de este cuarteto, pero porque además algún tema era perfecto fondo musical para muchas de las viejas películas de dibujos animados de la Warner Bros: los Looney Tunes y Merrie Melodies.
Escuchando algunos cortes del disco, como por ejemplo “Cat O'nine tails” (John Zorn, 1988), he visto pasar a Bugs Bunny, al pato Lucas, a Silvestre tras Piolín. Y a aquellos otros personajes anónimos que salían en los espacios donde, en un decorado impresionista y vanguardista, caricaturas mudas deambulaban en sus aventuras, y en el que la música, esta música especial y extraña, era el contrapunto ideal para narrarnos persecuciones de perros contra gatos, gatos contra ratones o gatos tras pájaros, y donde los humanos eran un decorado más, muchas veces el obstáculo final para las pretensiones, casi siempre frustradas de forma cómica, para el protagonista. ¡Qué razón tenía el locutor!. Sin esa música no habría la tensión que nos retenía absortos delante de la pantalla. Y cuánto arte, tanto en el dibujo, el clásico cartoon, como en la banda sonora, en esas series de los años 40 y 50, que hoy nos parecerán antiguas, pero que entonces eran de lo más avanzado en las artes visuales del momento.
Los Kronos Quartet siguen vivos en este momento, y tienen en su haber más de 40 grabaciones de gran calidad que les han reportado la concesión de varios premios. Un lujo para conocer y disfrutar. Virtuosismo a raudales. Si no los conocen, no tengan miedo por “lo clásico”, búsquenlos, y no se arrepentirán.
me gusta.
ResponderEliminarbuena.
Todo tipo de música, si es buena, me gusta.
Este fin de semana es "Santa Cecilia" fiesta de los músicos. Hice un post sobre ello, ya que soy del gremio
Saludos
Saludos, Alberto, te dejé un comentario en tu blog.
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