sábado, 6 de marzo de 2010

Curanderos y “otras hierbas”



Soy miembro de una familia relacionada con la salud. Mi padre era ATS, también mi hermana menor, y mi hermano mayor fue cardiólogo hasta su jubilación. Por tanto el mundo de la sanidad lo he vivido muy de cerca, sobre todo en mi temprana edad. La jerga de la medicina ha estado presente en mi casa, llegando a acostumbrarme a oír todo tipo de comentarios sobre dolencias y tratamientos, por muy repugnantes que fuesen. Imaginen que le hablan de vísceras, sangre, traumas y enfermedades de todo tipo, internas y externas, incluso durante las comidas, con total naturalidad. El estómago se te cubre de callos.

Uno de los personajes por el que mi padre demostraba desprecio era el curandero. Ese personaje que presume de poderes sobrenaturales con los que supuestamente sana los males o dolencias con los que no ha podido la medicina “oficial”. Al que no debemos confundir con los que practican las medicinas “tradicionales” anteriores a la introducción del método científico, como los que usan las hierbas, muchas de ellas contenedoras de principios activos usados en la química y recogidos en la farmacopea actual. El curandero es una persona que abusa del dolor de los demás, aunque algunos se crean sus propios dones sobrenaturales. La mayoría se aprovecha del efecto placebo o la sugestión. Me parece censurable que haya personas que engañan a otras personas, angustiadas y desesperadas por una enfermedad o las consecuencias de algún accidente, para obtener beneficios económicos, porque en la medicina oficial no encuentren la curación que esperan. Muchas veces criticamos a la Seguridad Social, pero son muchos más los casos de curación en sus centros de salud y hospitales que los que “milagrosamente” se producen en santuarios o en las “consultas” de curanderos o videntes.


Siempre he estado interesado por los fenómenos paranormales y el esoterismo. He leído y hasta experimentado en este mundo. Sin embargo, siempre he sentido repelús y escepticismo cuando alguien se internaba en este campo por motivos de salud. Y no hace falta toparse con un tipo vestido con una túnica de colores y adornado de abalorios estridentes, que te recite de memoria pasajes de libros comprados en alguna tienda de productos “mágicos” o por correo. Recuerdo que mi padre hablaba algunas veces de un “colega” que, además de las prácticas propias de la profesión sanitaria, se dedicaba a otras como quemar la oreja. Resulta que esta práctica la realizan en varios lugares, sobre todo para tratar la ciática. Algunos naturópatas, acupuntores o similares la prescriben, basándose en las teorías de la medicina tradicional china. Otras veces, simplemente, parece una “práctica de hechicero”, sin más.

A este colega mi padre, con cierta sorna, le motejaba como el “Santo Custodio”. Este personaje era real. Fue un curandero que vivió en un pueblo de Jaén, que ejercía con masajes, ofreciendo agua de un pozo para beber, o “recetando” píldoras hechas con papel para liar tabaco (papel de fumar) a las que soplaba para dotarlas de “poderes milagrosos”. Ni que decir tiene que sus milagros no le impidieron morir en los años sesenta, aunque sigue siendo muy venerado. Este es uno de los santos o sabios, como también se les llama en Andalucía a estos curanderos. 

Muchos de estos santos o estas sabias, personas “tocados por la gracia”, son en en extremo religiosos y se consideran obligados por la divinidad a ayudar a sus semejantes. Proliferan por lo general en ambientes rurales, poco ilustrados. Sus técnicas incluyen la imposición de manos, las pócimas, los rezos, los cánticos litúrgicos, y algunos hasta se atreven con prácticas de exorcismos, al ver la presencia del diablo en el origen del mal que aqueja a su cliente. Algunos pueden parecer inofensivos, pues no influyen para nada en la curación (si se da), pero realmente son dañinos (aunque sea involuntariamente), al desviar a sus “pacientes” del camino de un mejor diagnóstico clínico y científico, y por tanto de una posible curación, si es posible en ese momento. Algunos, además, son meros estafadores, que usan trucos para sacar los cuartos a los clientes. Cuando el ingenuo paciente entra en la “consulta” del curandero, alguien de los que tú crees como otro de los “pacientes” que están esperando, pregunta por tu dolencia y luego sorprendentemente el curandero te “adivina” lo que tienes. Ya ha conseguido sugestionarte con la supuesta predicción. Luego te recitará una serie de frases incomprensibles sobre el origen de tu dolencia, adornadas muchas veces con reproches morales. Al final te prescribirá su “fórmula mágica”, aconsejándote que vuelvas para continuar el tratamiento, o si pasan algunos días y notas que no has mejorado. Por supuesto que no te cobrará...pero “si puedes dar la voluntad”.....No se le ocurrirá extender recibo o factura, ni tiene tarifa fija, que pudiera dar lugar a que los de Hacienda puedan calcular los ingresos obtenidos, a efectos de lo impuestos que debería abonar como “profesional”. Sería muy largo entrar en detalles sobre otros casos. 

Pero no es éste el único ejemplo de “hechicería” sanitaria. ¿Recuerdan las pulseras magnéticas?. Esos brazaletes que se pusieron de moda hace años y que muchos llevaban gracias a una publicidad invasiva. Prometían curar sobre todo enfermedades reumáticas y circulatorias. A alguno le pregunté si le habían curado, pero nadie me lo aseguró, aunque, eso sí, tampoco se atrevían a quitárselas. Con el tiempo y la aparición de otros productos “milagro” en televisión y radio, la gente dejó de usarlas. Quisiera algún día encontrarme con algún “sanado” por el adorno. Por cierto, no les extrañe que reaparezcan cuando un avispado comerciante “explore nuevos nichos de mercado”. 

Los curanderos u “otras hierbas” más famosos en la actualidad (por su repercusión en los medios de comunicación), no obstante, han surgido gracias a la irrupción de religiones de ultramar, ya sean africanas o hispanoamericanas (también unidas en el origen a las africanas), y los encontramos en ambientes urbanos. Los cultos de la santería, el vudú, el candomblé y otras creencias sincréticas de credos africanos y cristianos se han asentado en nuestras latitudes al amparo de la inmigración y de las modas y otras religiones esotéricas. Y con ellos su concepción del mundo basado en la intervención de espíritus, de dioses y diosas, o de los difuntos que se reencarnan o encarnan momentáneamente en los oficiantes. Para ellos la enfermedad es obra del quehacer de esos espíritus. Recuerdo algunos personajes famosos (peluqueros, folclóricas, actores y actrices) presumir de haber conocido sus vidas anteriores, y que siempre correspondían a princesas de los mares del sur, generales victoriosos en múltiples batallas o sabios perdidos en montañas de oriente medio, por ejemplo. Nunca habían sido carpinteros en la baja edad media, enterradores en tiempos de la peste negra o esclavas en poder de miserables y mediocres comerciantes. El cambiar a un más bajo estatus era la “lógica” causa de los “penosos males” que les pudieran castigar. Muy imaginativo. En un viaje a Madrid vi el establecimiento que recoge la imagen. Escaparates repletos de remedios, protecciones, artículos para “limpiezas”, “amarres”, horarios de consulta, toda una amplia gama de servicios para la salud y el bienestar milagroso. El supermercado del curanderismo.

Para acabar esto les recuerdo una anécdota: Unos Testigos de Jehová tocan un día a la puerta de un viejo profesor de filosofía y, después de sus primeras tentativas, el profesor, en tono paternal, les dice: “Pero, jóvenes, cómo podría creer en su religión si no creo en la católica, que es la verdadera.” Pues con eso se lo resumo todo. 

6 comentarios:

  1. Igual se me ha olvidado que escribo en nombre de Armando y su blog:
    http://armandoalli.blogspot.com/
    Disculpas.

    ResponderEliminar
  2. María, te iba a contestar que no entiendo tu comentario porque ya había visto mi blog en tu blogroll. Ahora lo acabo de comprender. Muchas gracias. Lo enlazaré también.

    Un saludo.

    ResponderEliminar
  3. Tú lo has dicho: abusan del dolor de los demás. Es cierto que a veces se producen curas por sugestión, pero más cierto que se aprovechan de esos raros casos para lucrarse con los desesperados.

    Son unas alimañas los curanderos

    ResponderEliminar
  4. Bienvenido a mi blog, Miguel. Como digo en la entrada, soy familiar de sanitarios, aunque me interese lo paranormal y hasta he experimentado algo. Así que cuando se trata de salud, mejor confiar en la medicina occidental. Alguno de esos vividores dirá, con razón, que nadie cura del todo a nadie. Pero eso es una obviedad, todos tenemos que morir, y salvo casos accidentales o por causa de otros, la muerte nos viene por la enfermedad. Siempre me pregunté qué fue de Lázaro tras su resurrección. ¿Murió de nuevo?. Si los milagros existiesen el mundo estaría lleno de gente con miles de años de vida, vagando aburridos de tanta salud. Por eso nuestra incapacidad y el desconocimiento les lleva a algunos a refugiarse en estos curanderos. Es una estafa cruel, en muchos casos.

    Un saludo.

    ResponderEliminar
  5. De todo hay aquí tengo que decir, por mi propia experiencia, que si bien es verdad que la mayoría de los curanderos son unos aprovechados existen casos realmente dignos de estudio y totalmente altruistas. Por norma general si piden dinero por sanar o nos comen el coco con santicos y virgencitas es un fraude o aún peor están como cabras.

    Un saludo.

    ResponderEliminar
  6. En la entrada distingo entre quienes practican la medicina basada en remedios naturales y los curanderos, propiamente dichos. Los primeros los creo honrados, los demás son charlatanes y mercachifles. Hay quien se puede creer honradamente un "sanador" con poderes sobrenaturales, pero, como tú dices, Quinto Forajido, esos por lo general son enfermos mentales. En fin, con este artículo quería alertar también de fraudes que siempre se amparan en supuestas novedades, que nos parecen inofensivas y que realmente no hacen sino poner en peligro nuestra ya delicada salud. Amén del comercio de lo paranormal y lo milagrero, tan de moda.

    ResponderEliminar