El sábado pasado estuvimos en el concierto de Alejandro Sanz. En Córdoba daba inicio a su gira española, tras su paso por América. Fui con mi mujer y una de mis cuñadas, claro, porque yo soy de otro estilo de música, aunque me haya acostumbrado a escuchar sus discos en el coche de mi cónyuge, durante los viajes en que ella conduce.
Los medios ensalzaron su actuación. Los medios cordobeses, se entiende. Y es lógico, pues escoger la ciudad de los califas para inaugurar ruta, y además regalarte el oído, asegurando que será Córdoba, con seguridad, capital europea de la cultura en 2016, no es como para despreciarlo. Lo que ocurre es que, cuando visite otras ciudades, como la también candidata Málaga, seguro que hará lo mismo, para meterse al público en el bolsillo. Estas cosas suelen hacerse, y no es raro el caso en que el artista hasta se equivoca al mencionar la ciudad en la que actúa, por hacer la pelota a los anfitriones. Pero volvamos al concierto.
Fue un gran concierto en el fondo, en la forma tengo que hacer un reproche. Cantó sus temas del nuevo trabajo Paraíso express, combinándolos con los de otros álbumes conocidos del artista. En el famoso “Corazón partío” contó con el acompañamiento del guitarrista cordobés Vicente Amigo. La banda que le acompaña es de categoría. La componen músicos españoles y de otras nacionalidades, dirigidos por el neoyorkino Mike Ciro, un guitarrista que nos emocionó con su riffs rockeros llenos de pasión y buen hacer. El coro tampoco desmerecía.
El escenario ocupaba una buena parte del albero del coso cordobés, permitiendo también dos zonas para el público, una general y otra vip, más cara y cercana al cantante. Con un amplio juego de luces que fueron decorando cada momento. Dos pantallas de vídeo, una a cada lado del escenario, nos permitieron apreciar con detalle lo que sucedía en él. Nosotros estuvimos en el tendido, ocupando, por suerte, un balconcillo, con lo que pudimos ver sin más problemas la actuación. Vendieron 9000 entradas, de las 11000 que estaban a la venta. Aguantó bien el concierto arriba, a pesar de que ya no es tan joven, sin quitarse la chaqueta, y como dice mi mujer, el photoshop hace milagros, pero en las camisetas y carteles, no en la realidad.
Cuando empezó el espectáculo, puntualmente a las diez de la noche, el griterío de las seguidoras indicó que Alejandro se había subido al escenario. Empezó con uno de sus temas antiguos, creo. Digo creo, porque no pude entender la letra. Ese es el reproche. Yo pensé antes de empezar que el griterío de las fans me iban a impedir escuchar la música, pero, a pesar de que este ruido no faltó, el inconveniente fue el sonido de los equipos amplificadores. Un sonido malo, que ya, de forma más generosa o diplomática, fue comentado en la radio cordobesa al día siguiente. Una buena parte del concierto el sonido de los instrumentos ahogó la voz del cantante. No había buena ecualización. La voz de Sanz, en algunos temas, iba y venía impidiendo escucharla. Lo mismo pasó con los coros en alguna ocasión. Y cuando actuó Vicente Amigo casi ni sonó su portentosa guitarra. Como a otros instrumentos solistas, se comprobó que les correspondía protagonizar el tema porque se les enfocaba en las pantallas de vídeo. Eso me enfadó: un concierto de esa categoría no podía tener esos fallos. Yo he visto en la plaza de toros de Córdoba a El Lebijano, a Carlos Cano, a la Orquesta Mondragón, a Miguel Ríos, a Mecano, a muchos artistas, y a todos los hemos oído estupendamente. Los técnicos de sonido no hicieron bien su trabajo. Una pena.
Eso sí, la mayoría de sus seguidoras, que las había de todas las edades, desde niñas hasta ancianas que se tenían que apoyar en su correspondiente bastón, y algún que otro seguidor también, disfrutaron cantando desde el primer momento de la actuación. Es lo que tiene los conciertos en directo. Por eso no se darían cuenta de los fallos de sonido. Bueno cantando, gritando, y, en algún caso, perpetrando, las canciones, como una “vecina” que teníamos atrás, cuyo marido le había regalado la entrada y que seguro se quedó descansando, viendo el fútbol con los amigos y no teniendo que soportar los gritos que dio durante todo el concierto su entusiasmada esposa, en compañía de otras “solteras de ocasión”. Lo tengo grabado, de los estruendoso que fue. Hasta mi cuñada tuvo que mandarla callar, porque “habíamos ido a escuchar a Alejandro Sanz", no a ella.
Las dos horas y diez minutos de actuación, con los bises incluidos, fueron una muestra del entusiasmo con que se empleó el ídolo de las fans que poblaron la plaza. Y un motivo para no haberse arrepentido de pasar una noche de sábado en pleno mayo cordobés. Y es que Córdoba en mayo, con sus cruces, sus patios y su feria, tuvo un magnífico y generoso acompañante musical aquella noche. No me arrepentí al asistir.
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