Pues sí, la selección española ganó el mundial. Parecía increíble. Con la de veces que hemos jugado este campeonato y hemos salido con el rabo entre las patas, como salen los perros avergonzados, asustados, desahuciados. Llevamos muchos años y campeonatos oyendo eso de que el fútbol español era el mejor del mundo y luego no pasaban de octavos. Como teníamos (y tenemos) la liga con más estrellas del mundo, y como los mejores futbolistas y los que más ganan estaban y están en España, pensábamos siempre que al llegar un campeonato mundial íbamos a llevarlo de calle. Y siempre venían las críticas y autocríticas, sin admitir que no teníamos jugadores para formar unos equipos, una selección campeona, porque las "estrellas" son siempre de fuera. La cosa cambió en la Eurocopa 2008, donde ganamos el trofeo. Fue un delirio. Pero la prueba estaba en el mundial: cambio de seleccionador, de Luis Aragonés a Del Bosque, y nuevas caras entre los convocados. Tanta era la costumbre de no ganar que muchas empresas comerciales prometieron descuentos suculentos en las compras que hicieran sus clientes, si España ganaba el mundial. Así era la confianza que teníamos.
Pero los partidos, tras un desolador comienzo perdiendo con Suiza, fueron acabando bien, hasta con buen juego. El adjetivo "favorita" se fue imponiendo, no solo como un deseo sino como una realidad. Y ayer, tras un encuentro largo, con prórroga, se cumplió la aspiración de muchos aficionados: España ganó por primera vez el campeonato mundial. Fue grandiosa la alegría de la gente, en toda España. Como comenté con un vecino mientras esperábamos a que nos sirvieran en un quiosco del Paseo, nos hacía falta una alegría. Tras meses de negros nubarrones por la situación económica y política, con tanto pesimismo, la alegría volvió a los rostros hispanos. Una alegría que durará el tiempo que dure, pero es fruto de una aspiración generalizada. Tanta era la expectación que una de las consecuencias de que jugara España era que las calles se quedaban vacías. Prácticamente la mayoría de la gente se congregaba frente a las televisiones. Las banderas ocuparon el sitio de las macetas en ventanas y balcones. Y muchos vestían la camiseta de la selección u otras prendas rojas, haciendo popular el apelativo "la roja".
Una web se propuso hacer una recopilación de fotos de nuestras calles vacías durante el partido de la final. Lo llamó "La España fantasma". No he participado, pero tengo imágenes. Ayer, unos minutos después de empezar el partido de la final, mi mujer fue a casa de su madre e hizo varias fotografías en la vía de más tráfico de Palma del Río. Son estas que vemos. Después, tras ver acabar el segundo tiempo con empate, nos fuimos al Paseo, a acompañar a los que estaban viendo la prórroga (y todo el partido) en la pantalla gigante que también aquí había instalado el ayuntamiento. Hicimos nuevas fotos: casi nadie, algún coche de algún extranjero, y pocos viandantes.
La gente seguía en sus casas o en establecimientos públicos con su parafernalia de banderas, bufandas, camisetas, vuvuzelas, etc. Y llegamos al Paseo. Tuvimos la suerte de ver el gol, el gol de Iniesta. Fue delirante la alegría. Parecía que habíamos ganado. Unos minutos después el cartel de CAMPEONES se iluminó en la pantalla. Ahora sí. El éxtasis colectivo. Saltos, cánticos, sonidos de trompetas, vuvuzelas, pitos de todo tipo. Ondear de banderas españolas y bufandas rojas. Me subí a un quiosco y fotografié cómo se refrescaba a la gente con agua y espuma. Mangueras que aprovecharon muchos para diversión general. Mujeres, hombres, niños, niñas, mayores, menores, perros....todos saltando y cantando. Estábamos asistiendo a algo histórico, como más de uno dijo entre sonrisas, amplias sonrisas. Hasta pude conseguir la imagen de Pedro, el concejal de juventud enarbolando una bufanda, alegre, muy contento.
Esa era la imagen de la gran mayoría, la gran mayoría de sentirse contento de ser español. Y no para que nos recuerden nuestras leyendas negras, ni nuestras luchas fratricidas, ni para nada malo más, sino por estar contentos de pertenecer a un colectivo que ha conseguido un éxito, un éxito de todos. Por eso, aunque la bandera predominante era la constitucional, algunos también celebraron la victoria de España con otra bandera, también española, como la de la Constitución, la tricolor, la bandera, para muchos también, del corazón. Todos a una y todos contentos. La fiesta duró hasta la madrugada, para algunos. Y sin problemas, sin incidentes. Una noche larga y feliz.
Nunca había gritado por un gol como grité por el gol de Iniesta, ni había celebrado el pitido final de un partido como el de la final de este mundial. Eso si en ocasiones anteriores unas veces eramos peores, pero otras como el mundial del 86 merecimos mucho más pero nos faltó el puntito de suerte que ahora si hemos tenido y siempre hay que tener para ganar un mundial.
ResponderEliminarDisfrutemos de esto, que mañana sale Rajoy y nos querrá cortar el punto jjj
ResponderEliminarComo digo en el post nos hacía falta una alegría, algo de lo que disfrutar a pierna suelta y grito pelao, a pesar incluso de que algunos no seamos futboleros. Lo malo es que esto es como la espuma de la gaseosa, que dura un poco tiempo y luego se va, llega Rajoy y su coro de plañideras y aguafiestas, y nos corta el punto, sí.
ResponderEliminarMuy buena narración, las dos caras, me ha gustado.
ResponderEliminarMuchas gracias, Minipunk. Me alegra de que te haya gustado.
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