El jueves pasado tuvimos sesión ordinaria de pleno del ayuntamiento. Fue una reunión larga, que empezó a las 8 de la tarde y terminó casi a las doce de la noche. Muchos puntos en el orden del día, incluyendo varias mociones, que son por lo general los temas que más debate generan. Antes tuvimos reunión del grupo municipal, por lo que empezamos la jornada de tarde a las seis y media. Al día siguiente, a las nueve y media, se reunió la junta de gobierno local. Al empezar el alcalde nos preguntó si habíamos descansado. La mayoría contestó que poco. Yo dije que casi nada, ya que, al llegar a casa, me duché, y luego cené. Eso hizo que me acostara casi a las dos de la madrugada....y sin sueño, por el cansancio acumulado.
No sé cuanto tardaría en dormirme, pues la tensión del día y la digestión me mantuvieron despierto pensando en la cama largo rato. Mas lo poco que dormí se vio interrumpido bruscamente. Anamari me despertó asustada, saltando en la cama. "¡Hay algo dentro!". Medio dormido todavía, pero sobresaltado, pude ver como algo revoloteaba cerca del techo del dormitorio. Me pareció al principio un pájaro, que estuviera perdido, desorientado, buscando la salida por la ventana. Pero, al fijarme mejor, vi la silueta de un animal diferente, más grande y más lúgubre, siniestra. Era un murciélago. Sus alas membranosas, con ese ruido especial que hacen al agitarlas, lo delataban.
Nos pusimos en pie sobre el colchón, intentando asustarlo para que se fuese. Era imposible, seguía su vuelo veloz y ruidoso, intentando no chocar con nosotros y el mobiliario. Con un cojín intenté empujarle hacia la ventana, a la que le habíamos quitado las hojas, para agrandar su hueco, pero la luz exterior le haría temer más, y lo que conseguí fue que se metiera en el aseo, a oscuras. Encendí la luz del baño y salió, buscando la oscuridad. Tras varios forcejeos y maniobras aéreas, se subió al armario, un mueble que ocupa casi toda una pared de la habitación, y desapareció haciendo ruido con sus garras, arañando la madera del ropero. Dejó de oírse, tras un tiempo. Había sido algo similar un ataque de quirópteros en una película antigua de terror.
Nosotros decidimos irnos al salón a dormir. Cualquiera se quedaba dentro del dormitorio otra vez. Estos animales están protegidos, pero también son peligrosos, pues pueden morder, y algunos son portadores de la rabia. Así que cerramos la habitación con la ventana abierta, por si le daba al bicho por irse a otro lugar. Eran algo más de las cinco y media de la mañana. Dormir en el salón, exiliados de tu propia alcoba, nerviosos, en un sillón y el sofá, no fue lo más propicio para el descanso. Así que la mañana del viernes, al volver al ayuntamiento, alguien me dijo: tienes cara de cansado. "Es que lo estoy", le contesté yo.
Por la tarde del día de autos, nos dispusimos a intentar localizar al intruso, si es que seguía en nuestros aposentos. Empezamos a vaciar el armario. Primero los cajones de la parte inferior, que fuimos sacando con su contenido dentro. Al quitar el último vimos unas bolitas negras alargadas en el suelo. Eran excrementos, como de rata. Miramos bajo las maderas...y allí estaba el advenedizo, en el lugar más escondido del mueble. Colgado del tablero que separa la parte de los trajes con las cajoneras, en el único hueco que dejan los cajones con la pared. Durmiendo, como corresponde a su especie durante el día, en momentos de calor veraniego. Le desperté con una escoba y escapó, primero revoloteando de nuevo, y luego, tras posarse en la cortina, huyendo por la ventana, viéndose acorralado. Voló hasta el edificio de enfrente, en obras, colgándose de una ventana, donde permaneció hasta que volvió la noche, reemprendiendo su cacería de insectos en los alrededores de las farolas del barrio.
No lo hemos vuelto a ver. Desde entonces dejamos las ventanas y balcones cerrados, y dormimos con el aire acondicionado encendido. Cualquiera se arriesga a que entre de nuevo, dándonos otro susto como aquel. Hemos encargado unas mosquiteras. Cuando las tengamos instaladas será el momento de que vuelva la tranquilidad y podamos abrir sin temor puertas y ventanas. Mira que siempre me ha gustado ver películas de terror en verano, pero si vuelvo a verlas y como en alguna salga un murciélago, apago la televisión. Palabra.
jajaja qué fuerte; yo es que me he criado en el campo y estoy muy acostumbrado a ver a los murciélagos. Diablillos le decíamos aquí.
ResponderEliminarAhora por cuestiones de trabajo siempre estoy rodeado de gaviotas. Y eso sí que me da miedo desde la pelicula de Los pájaros de Hitchcock, ¡si vieras cómo se comen los conejos! Tienen un pico que para qué, como un garfio, no me extraña que cierto partido la hayan elegido como mascota jjj
Pues sí, Alfonso, las gaviotas también me parecen unos animales repugnantes, son hasta carroñeros. Nunca entendí eso de la gaviota como símbolo de libertad, ni me atrajo el cuento de Juan Salvador gaviota. Jajajaja, a mí tampoco me extraña lo que dices de la mascota "popular". Es muy adecuada, jajajaja.
ResponderEliminarsaludos desde munich, Schevy. Aqui no hay ni pájaros, solo algunos grajos.Cuanto menos gaviotas ni siquiera las del pp.
ResponderEliminarSaludos, molinero. Pájaros no habrá, pero "pajarracos" seguro que hay, jajajaja. Fíjate un poquito y seguro que alguno sale. Los hay en todas partes...Que los pasen ustedes bien en tierras germánicas.
ResponderEliminarY bébete una cerveza de mi parte y a mi salud, molinero.
ResponderEliminarSé que cuando era pequeño entró más de una vez algún murciélago en el salón. No sé muy bien cómo mi padre dejaba que se posaran y los cogía con unos trapos para echarlos a la calle.
ResponderEliminarAunque me suena que no eran demasiado grandes.
Un abrazo
Ehse
Ehse, bienvenido a mi blog. Eso de los trapos es lo que me dijeron que hiciera para capturarlo, pero no pude hacerlo por lo dificultoso del escondrijo que tenía. Teve que asustarlo con la escoba y, por suerte, prefirió salir por la ventana, a pesar de la luz vespertina y el calor.
ResponderEliminarUn abrazo.
¡¡¡¡Qué susto !!!! Me pasa a mí eso y cierro a cal y canto todas las ventanas de por vida... por si acaso.
ResponderEliminarUn saludo
Bienvenido/a SE. Por ahora tenemos cerradas puertas y ventanas, pero acabamos de encargar las mosquiteras hace unos minutos. Ya no podrán con nosotros estos invasores, ni tampoco los insectos, tan pesados en verano.
ResponderEliminarHace algunos años me ocurrió algo parecido. Vivía en un piso de la avenida de la Diputación (hoy religiosamente consagrada con el nombre de una virgen). Las ventanas daban al campo y siendo las 3 de la madrugada mi mujer me despierta, muy asustada, y me dice que ha oído a una persona en el salón y que está leyendo una revista. Me levanto aturdido y me dirijo a saludar a la "visita" cuando ella, tapada con la sabana hasta las orejas, me grita: ¿vas a salir desnudo?. Al salir al pasillo un enorme murciélago me revolotea a la altura de la cabeza. Pasillo arriba y abajo.Se posó por fin en una puerta y lo cogí ayudado de una toalla. El amigo de la lectura, según mi mujer, me miró y enseñando sus afilados colmillos me dirigió un sonido que no sé como llama. Lo arroje por la ventana y me volví a acostar aunque ya no pude dormir por que mi señora cerró todas las ventanas y no teníamos aire acondicionado.Ojo! los murciélagos son inofensivos pero una animal de estos desorientado puede estas herido o enfermo, posiblemente de rabia.
ResponderEliminarBienvenido jasusmaria, esa experiencia es como la nuestra, casi punto por punto. Incluso el mismo temor a la rabia es el que nos obliga ahora a dormir con las ventanas cerradas, hasta que nos instalen las mosquiteras. Claro que, con el calor que está haciendo en estas noches, se agradece tener el aire acondicionado puesto.
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