martes, 4 de enero de 2011

En el país de los ciegos....

Muchas veces, mientras vas paseando por algún lugar desconocido, te encuentras cosas muy interesantes, curiosas, o divertidas. Hace poco íbamos por una populosa calle de un ciudad y vi en una puerta de cristal un cartel totalmente escrito en caracteres orientales, chinos probablemente. Entonces le dije a mi acompañante: "Está claro". Ella miró y soltó una carcajada. Estaba claro, no entendíamos nada. Unos metros más tarde pasamos por una farmacia y me detuve al percatarme de una parte del escaparate, mientras los demás seguían nuestro camino.

Había una serie de objetos dispuestos en los estantes, que le daban un sabor añejo a la farmacia. Me recordaron los objetos que siempre se han expuesto en las viejas boticas y que, algunos de ellos, han adornado mi hogar. En mi antigua casa había botes de cerámica, de esos que contenían los principios activos con los que los viejos boticarios confeccionaban las tradicionales fórmulas magistrales, y que tenían esmaltados los nombres e imágenes de sus contenidos. Pero aquí habían más reliquias de le vieja profesión de farmacéutico.

Me llamó la atención un pliego donde había dibujado el "Laboratorio Químico Farmacéutico del Doctor D. Juan Rubio Pérez", con unas estanterías repletas de tarros y una señora, con moño y  con un enorme polisón que le abultaba la larga falda, siendo atendida en el mostrador. La fecha de la ilustración publicitaria era de 1875. Además encontramos un almirez, un bote de cristal con una perilla de goma resquebrajada, para nebulizar su contenido, un estuche con frascos de preparado de arseniato de hierro soluble, con su "prospecto" en una gran hoja de papel amarillento, una lata con un preparado de Nestlé, tubos de pastillas y tarros de gotas, jeringas de cristal y sus cajitas de latón, como las que tenía mi padre, cuando ejercía de practicante, donde las guardaba y las hervía, junto a las agujas para desinfectarlas, calentándolas en un algodón empapado en alcohol. Muchos objetos. De los que dos especialmente me provocaron curiosidad. 

Uno era una caja de ampollas de colesterol del Laboratorio E. Pérez Bryan, de Málaga, cuya composición era "colesterina, gomenol, alcanfor y aceite de olivas", cuyo precio era de 8,30 pesetas. Con lo que nos "castigan" ahora los médicos, mandándonos continuos análisis y prohibiéndonos consumir tantos productos alimenticios que contienen colesterol, por ser perjudicial para nuestra salud, al favorecer las obstrucciones del sistema circulatorio, y en otros tiempos hasta prescribían el consumo del maldito colesterol. Eso sí, del bueno, que tiene aceite de oliva, tan beneficioso según sabemos en estos tiempos a pesar de su anterior descrédito por la dichosa competencia comercial de otros aceites.

La otra curiosidad era esta caja de latón recubierta de algodón y con prótesis oculares para tuertos. Es decir, con ojos de cristal, imitando los globos oculares naturales, de esos que se encajan en las órbitas que quedan vacías tras traumatismos varios, y con los que el mutilado o mutilada disimula la fealdad del rostro que se produce al quedar sin el órgano visual en su lugar natural, quebrando la simetría que creemos propia de la tez humana. Como vemos, los había de diversos tamaños y colores, para buscar la armonía con el ojo sano del paciente. Y pensé, reflexionando después sobre los vaivenes de nuestros críticos tiempos y el aumento de la cutrez, la zafiedad cultural y el predominio en los  medios de comunicación de la tontería y la grosería de abusones "ni-nis", "belenes-estébanes" y "grandes-hermanos" varios: "Como se ha dicho siempre, en el país de los ciegos, el tuerto es el rey". Y estos "tuertos intelectuales" se aprovechan de la ceguera cultural impuesta a la mayoría de la población, para hacer ganancia. Aquí, al menos, vemos cómo esos  otros tuertos, los físicos,  pueden sobreponerse a su mal, sin empequeñecer, sin mutilar al resto de los mortales, solo disimulando su tara. Por ayuda que no quede. Ojalá no necesitemos "ojos de cristal mentales" para superar la estrechez cultural contemporánea. Y vuelva a resplandecer la luz delante de nuestros ojos de verdad.

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