miércoles, 9 de marzo de 2011

La mili

Cartilla militar de mi padre 1929
Este año se cumple una década sin servicio militar obligatorio, sin mili. Hoy se está hablando mucho, porque el Ministerio de Defensa ha conmemorado este décimo aniversario con algunos actos, aunque más bien han servido para homenajear el servicio militar desaparecido.

Lo primero que tengo que decir es que celebré mucho esta decisión que, por cierto, no tomó el gobierno de mi partido, el PSOE, en los años de su primera etapa, sino que fue tomada por  el gabinete de Aznar, en tiempos ya de la mayoría absoluta soberbia y altanera que sufrimos desde 2000 a 2004. Fue una propuesta de CiU que asumió Aznar debido a los pactos de apoyo que le sometían a esta formación nacionalista catalana, y que finalmente implantó ya sin necesidad de cumplir. Normalmente cuando escribo del PP es para criticarlo, pero hoy les felicito por la decisión que tomaron entonces. 


Yo no hice la mili. Como estudiante pedí la prórroga de incorporación a filas por estudios cuando fui reclutado, por eso tampoco pasé el primer sorteo. Antes te sorteaban y si pedías prórroga te mantenían el destino para el campamento, para el periodo de instrucción. Pero cuando me tocó a mí ya no éramos sorteados. Así evitaban que pudiésemos escoger un destino más "cómodo" en el mejor momento. Sí recuerdo haber ido a "la zona", en Córdoba, para ver dónde me hubiera tocado ir, que fue en Madrid. Previamente te comunicaban que ibas a ser reclutado y que te tallaban. Eso se hacía en una convocatoria que hacían los ayuntamientos, que eran los encargados de reclutar y tallar a los reclutas. En nuestro ayuntamiento, como en otros, existía el negociado de Quintas, para ello. Cuando me tallaron, operación consistente en el pesado, medición de altura y reconocimiento médico, alegué que tenía un problema de atrofia en la muñeca de la mano izquierda (que todavía tengo) debido al tiempo de escayolado por la fractura que sufrí siendo niño. Mi intención era ser declarado "inútil", palabra ahora deshonrosa, pero que entonces sonaba a música celestial para el que la escuchaba al ser considerado así. No lo conseguí, y oír a "Simbreta" (apodo del funcionario con el que conviví después bastantes años) en voz bien alta decir "¡útil!", tras el reconocimiento del médico, fue para mí decepcionante. Algunos se libraron por obesidad, mala visión o baja estatura. Un amigo casi se libra por este supuesto, y cuando le midieron se oyó un "¡Uy!", pues por casi nada tuvo que ser reclutado.


En 1984 el gobierno de Felipe González reguló la objeción de conciencia. Fue un asunto polémico, pues el ejército tenía entonces todavía bastante poder en España. Así que no se complicaron mucho la vida y establecieron la prestación social sustitutoria, que la Constitución recogía como posibilidad, para aquellos que se declararan objetores. La objeción de conciencia empezó como postura religiosa, concretamente de los Testigos de Jehová. Y en los primeros años de la Transición se extendió como posición ideológica antimilitarista o pacifista. Surgieron muchos movimientos de este tipo que se manifestaron desde un primer momento contra la prestación sustitutoria, por considerarla un castigo contra los objetores. Todavía me suenan las voces airadas de quienes defendían esta prestación, porque "si yo he tenido que hacer la mili, los demás que se fastidien también". Y eso que siempre hablan con mucha alegría y hasta nostalgia ellos mismos cuando recuerdan su propia mili. Yo era de esa opinión que consideraba la prestación social como un castigo, aunque no me declaré objetor hasta algún tiempo después. Bastantes amigos sí aprovecharon la nueva ley para hacerse objetores y se beneficiaron de la exención de prestación que estuvo vigente un tiempo, la llamada "amnistía" (tal era la opinión que había contra la prestación, como una pena). 


Cuando agoté las prórrogas por estudios pedí una por cargo público. Por ser diputado o senador te daban prórroga mientras mantuvieras la condición, incluso con sucesivas reelecciones. Pero por ser concejal te daban una única prórroga por el tiempo que duraba el mandato. Recuerdo que me pidieron un certificado de esa duración y yo le dije al militar que me atendió que el mandato duraba cuatro años, por ley, salvo que renunciara antes. Me dijo que le daba igual, que el reglamento decía que se tenía que certificar la duración y que pidiera a mi ayuntamiento el dichoso certificado. El funcionario municipal también se quedó perplejo como yo: lo que dice la ley no se certifica, pues es de público conocimiento por salir en el Boletín Oficial del Estado. No obstante me redactó un certificado diciendo lo que ley electoral recoge. 

Antes de acabar esa prórroga me declaré objetor, por motivos éticos (había varios motivos a escoger, salvo los políticos), señalando lugar preferente para la prestación los servicios sociales. Ya no me podía librar, como tampoco se libraron los que se declararon después del periodo de amnistía. Algunos pudieron hacer su servicio civil en el ayuntamiento palmeño al suscribirse un convenio de colaboración con el Gobierno. Al acabar mi prórroga y al seguir siendo concejal, solicité otra prórroga por cargo público, esta vez como objetor de conciencia, por si colaba. Hablé con el responsable de los convenios del ministerio, contándole mi caso y me ratificó que no iban a concedérmela, pues se aplicaba el mismo reglamento de prórrogas a los militares y a los objetores. Hablamos de lo injusto y discriminatorio respecto a otros cargos públicos (senadores y diputados), pero él no podía hacer nada. Entonces decidí hacerme "insumiso" si hacía falta. 


Llegué incluso a consultar con un abogado la situación, advirtiéndome de las consecuencias que aquello podía tener. Pero estaba convencido. No iba a hacer ni mili, ni prestación. El Movimiento de Objeción de Conciencia animaba a la insumisión y el número de objetores fue creciendo hasta superar a los reclutas de la mili. Nada tenía que perder, si tenía que dejar el ayuntamiento. Pensaba que si querían ejército, que fuese profesional. Si la defensa es algo importante, debe dejarse en manos de expertos, de profesionales. Lo mismo que la salud es algo importante y nadie piensa en que todos los ciudadanos se hagan médicos o enfermeros, obligados durante un periodo de su vida. Que busquen militares vocacionales, y que no castiguen a quienes no tenemos vocación del oficio de las armas. 

Volví a hablar con el responsable de convenios del ministerio y tras confirmar mis temores, después de una buena conversación, este hombre me preguntó: ¿te importa que te pregunte qué edad tienes?. Yo le contesté que no, claro, y le dije que acababa de cumplir treinta años. "¡Haber empezado por ahí!" me dijo. "Tú ya te libras también de la prestación". El nuevo reglamento del servicio militar había rebajado el pase a la reserva de los que hacían el servicio militar a los treinta años. Y "como te he repetido, el reglamento del servicio militar se aplica a las situaciones de la objeción de conciencia, también", me aclaró. Me temblaron las piernas, no me lo podía creer. De futuro delincuente, pasé a ser un "reservista" sin obligación alguna. Semanas después me llegó la carta, que esperaba, denegándome la prórroga por haber agotado todas las prórrogas posibles. Y meses después, recibí la notificación del pase a la reserva. Así que llegué a salirme con la mía: ni mili, ni prestación. Tuve suerte.

Este año son ya diez en los que nadie es tallado, reclutado o tiene que declararse objetor de conciencia. Así que, aunque fuese responsabilidad de Aznar, llevamos diez años con un ejército profesional, que se dedica a misiones respetables y que es respetado por la inmensa mayoría de los españoles. Me alegro de que lo que he contado antes sea ya simplemente Historia.

7 comentarios:

  1. ■ No sé si es positivo tener ejército.
    ■ No sé si es positivo un ejército solo de voluntarios.
    ■ No sé si hicimos bien con entrar en la OTAN.
    ■ No sé si actuó bien el ejército cuando "la marcha verde" (1975).
    ■ No sé si el ejército español hubiera obrado de manera similar al de Egipto en el hipotético levantamiento antifranquista de 1968. (O sesenta y nueve)
    ■ No sé a qué tienen que dedicar al ejército cuando se está en paz.
    ■ No sé de qué color es la piel de dios.
    ■ No sé a qué huelen las nubes.
    ■ No sé a qué vienen tantas preguntas.

    NO SÉ...

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  2. Toda una odisea la tuya para no hacer la mili, yo mismo con 18 añitos pasé un reconocimento médico para librarme por alergia al polvo y mira tú después me fuí voluntario.

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  3. Jesús, hay tantas preguntas que hacerse en la vida, que, en este caso, me acojo al viejo aforismo jurídico: "in dubio pro reo".

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  4. Quinto Forajido, que paradójico eres, "chacho". Al menos también conseguiste lo que que querías. Cosa que no le pasó a muchos durante los años en que existió la mili. Date por afortunado.

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  5. Pues que suerte, yo me tiré 20 meses 20. Y bueno, que es un rollo. Pero con los años , he creado un grupo de facebook donde no estamos encontrado los que hicimos la mili juntos. Quizás fuera lo único que sacamos de allí, buenas amistades.

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  6. No sé si es tu caso o no pero es obvio que en la mayoría de los casos el acogimiento a la objeción se hacía por el simple hecho de evitar hacer la mili y poder cumplir lo más cerquita de casa posible con tu obligación recogida constitucionalmente....Ah claro!, que la constitución sólo la queremos para ver nuestros derechos...Perdón, se me olvidaba.

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  7. Si no lo sabes es que no has leído mi entrada, mi amigo "anónimo". En ella explico mis razones (las de los demás no me importan). La Constitución no dice que tengamos que hacer obligatoriamente el servicio militar. Y la objeción de conciencia es un derecho constitucional. Quien quería ir a la mili no tenía más que cumplir, quien no quería tenía que conformarse con la prestación sustitutoria (otra posible obligación constitucional). Los objetores "de verdad" o nos conformábamos con el castigo o te la jugabas con la cárcel. Ahora es sin embargo diferente. Pero, repito, mis razones, ideológicas, las expongo en mi post.

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