Hace tiempo visitamos Granada, una ciudad en la que da gusto estar. Estuve en la puerta del ayuntamiento, haciéndome la foto correspondiente, la de costumbre. Reparamos en un detalle de la fachada. En lo alto hay una escultura de bronce, por encima del balcón principal y del reloj. Un jinete monta un caballo, sin silla de montar, que se apoya en dos bolas doradas, como dos orbes, a modo de peana. El jinete, que va vendado y sostiene otro orbe dorado, como los reyes, va desnudo y luce barba. La obra es de Ramiro Megías, y está basada en una pintura de Guillermo Pérez Villalta, de nombre "El instante preciso". Desde su instalación en 2002, nos cuentan, ha estado envuelta en la polémica, con propuestas de reubicación. A nosotros nos sorprendió cuando la vimos. Es un claro contraste con el edificio. Eso no me parece mal. Es una obra que se identifica con su autor. Pérez Villalta es, para mí, uno de los últimos exponentes, supervivientes o reinventores del surrealismo. Él mismo ve en su obra las influencias de Dalí, Duchamp o de la pintura metafísica de De Chirico.
"El instante preciso" es majestuoso y humilde a la vez, onírico, divertido, recuerda a la pintura del Renacimiento y no deja indiferente. Un contraste con las esculturas ecuestres clásicas, tan marciales, tan avasalladoras. Sería una pena que quitaran esta escultura de la fachada consistorial, aunque sea para trasladarla. En estos tiempos de penurias económicas y de otro tipo, también en las arcas municipales, sería un despilfarro además, no justificado ni por esas disputas partidistas que tanto proliferan haciendo de la política un juego obsceno, y cada vez más alejado de la ciudadanía. Y, según dicen, nunca se ha retratado tanta gente a las puertas del edificio municipal hasta que la colocaron, coronando la pared principal. Espero que, cuando volvamos por Granada, tengamos nuestro "instante preciso" y la veamos de nuevo allí.
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