miércoles, 4 de julio de 2012

Primera jornada de la Feria del Teatro: Llorar por llorar, y El Buscón


Ayer vimos dos espectáculos, de entre los programados. El primero fue el que abría la muestra: Llorar por llorar, de la compañía Pez en Raya. La caseta municipal (reformada con cargo a los fondos FEDER, para incorporarla a la Zona de Congresos) se llenó para ver este primer espectáculo. Se notaba que la gente tenía gana de teatro y de reir a carcajadas. La obra la representan Cristina Medina y Joan Estrader. La primera es conocida por su papel de Nines en la serie de televisión "La que se avecina", la sucesora de la famosa "Aquí no hay quien viva". Y eso se notó, por la expectación generada, que justificaba el lleno total. Una disparatada entrevista a una famosa escritora, la Señorita Flecha, parodia de la escritora de la serie de televisión "Se ha escrito un crimen". Y de eso va la cosa, con mucha acción, con los personajes travestidos (el actor hace de Flecha, mientras que ella representa a multitud de personajes), con guiños a los espectadores, y un humor facilón. La gente disfrutó (algunos más que otros). Para mí no fue del todo convincente. El recurso al humor disparatado y fácil hace que pierda consistencia (si la hay), aunque sea resultón. Como había predisposición a la risa, ésta no faltó. Sin embargo no creo que se merezca un premio, como los que sí tiene la compañía por otros montajes. Era un estreno y tal vez se notara. El trabajo, sobre todo de ella, por su esfuerzo en asumir diversos papeles, destaca. Él me pareció más flojito. Pero, como no era una obra "para pensar", ni para perderse en florituras vanguardistas, la cosa funcionó. 


Después vimos la versión del afamado dramaturgo Alfonso Zurro sobre El Buscón de Francisco de Quevedo. Una apuesta arriesgada para una compañía y un autor acostumbrados al teatro clásico. El Buscón es la única novela que hizo Quevedo, una novela, que narra con ese humor tragicómico que caracteriza a la picaresca como género, la vida de Pablos, uno de esos pícaros que tanto han abundado en esta España que conocemos. Y esta versión intenta enlazar la época que narra el autor con nuestro momento actual, donde los pícaros también medran con éxito. Terroristas iluminados, estafadores, traficantes de droga, políticos... se alternan con los personajes que creó Quevedo, en una sucesión de escenas que anuncia una proyección al fondo del escenario. Está claro que ese humor caricaturesco del Siglo de Oro no llega a todo el mundo. El Teatro Coliseo registró un buen aforo, mas la risa no se prodigó. La obra es demasiado larga (dos horas) y el ritmo se hace monótono (tal vez algo de "banda sonora" hubiera dado agilidad a la narración y la transición de las diversas escenas), haciendo desconectar a bastantes espectadores, que ni siquiera se percataron del guiño a la actualidad con la referencia al disparo en el pie de Froilán, el nieto del rey (guiño que también se hizo en la obra anterior, la actualidad manda). Los actores y actrices hicieron un trabajo excelente. Lo que hizo reconciliarme con Manuel Monteagudo, quien no me gustó en su obra del año pasado, “¿Qué fue de... la niña Juanita?”. La gente salió con ganas de cambiar de ambiente y buscar algo con reponer fuerzas en los aguaúchos del Paseo. Si cortan y pulen un poco la obra, será mejor valorada, seguro.

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