La maleta de cartón vuelve. La vieja maleta, que usaron muchos españoles en los años 60 para emigrar y encontrar el trabajo que aquí no había, va a hacer falta de nuevo. El polvo que la cubría tras años de bonanza económica es ahora la señal del nuevo momento económico. Las colas vuelven al andén de la estación, antes vacío. Imágenes en blanco y negro ya olvidadas se repetirán para los nuevos emigrantes, los jóvenes mejor formados de la historia de España, que están saliendo en oleadas, sobre todo para Alemania, en busca del empleo que aquí les prometieron y que no existe ya ni en los rancios programas electorales.
La vieja maleta de cartón se convierte en el símbolo del nuevo español, el que ha perdido ese trabajo en la construcción que le permitía comprarse un piso de escándalo, con una hipoteca a pagar en cómodos plazos y a un tipo de interés minúsculo, comprarse hasta dos coches en la familia, de lujo por supuesto, y encima irse de veraneo todos los años en hoteles de pensión completa o en el apartamento de la playa saliendo a comer todos los días en el chiringuito.
La maleta de cartón, por ser más barata y estar guardada todavía en el trastero, se verá en las estaciones y los aeropuertos (los que funcionan). Ya no nos preocuparemos de las pateras que arriban a nuestras costas. Ya nadie querrá venir aquí. Nosotros cogeremos los escasos bártulos y saldremos en busca de un futuro, que aquí nos niegan.
Lejos quedarán las palabras del humorista Josele, de los finales de los setenta y principios de los ochenta ("¡Vente pa'spaña, Antonio!"). Serán los alemanes, que podrán seguir jubilándose, los que vengan aquí para que los que no se fueron les sirvan las cervezas en el chiringuito y les hagan la cama y les limpiemos el apartamento. Seguro que sus maletas no son ya de cartón.
Rajoy cerdo, le historia te va a tratar como te mereces
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