Se cumple un
aniversario muy especial: el de aquel día que nos dejó, por un
cáncer, mi hermana Sole. María Soledad Domínguez López nació el
22 de diciembre de 1933 en Palma del Río (Córdoba). Falleció el 6
de octubre (oficialmente a las 24 horas, realmente en las primeras horas del 7) de 1992 en Reconquista (Santa Fe) República Argentina.
Hace veinte años. Era hija de José Domínguez (mi padre) y Soledad
López (la primera mujer de mi padre), la primera descendiente de los
tres hijos que tuvo su madre (una cuarta hija falleció nada más
nacer).
Soledad y José, los padres |
Siendo muy joven, una
niña, decidió ingresar en la Institución Teresiana, seguramente
por la influencia de Doña Julia Pintor López, maestra miembro de
esta institución, en cuya escuela, situada en la Calle
Cigüela, estudió los primeros años, junto a su hermano
menor José (entonces Pepito). Según me han contado eso no fue del gusto de nuestro
progenitor, creando un verdadero problema familiar durante bastante
tiempo. La poca simpatía que sentía mi padre por los eclesiásticos
se vio incrementada por estas circunstancias, viviéndose
habitualmente en mi casa cierto “anticlericalismo”, que yo
asimilé desde niño como un componente más del carácter familiar,
del que discrepaban, sin embargo, otros parientes.
Pepito y Sole de niños |
El carácter de ambos fue
siempre terco, severo y algo autoritario, defendiendo con ardor,
pasión, obstinación y valentía sus planteamientos. Personalidades arrolladoras. Por eso
chocaron más de una vez, como dos trenes a toda velocidad, pero
demostrándose un inmenso amor al mismo tiempo con la misma fuerza.
Para mi padre, Sole fue siempre alguien especial. Y para todos.
Estudió Filosofía y
Letras en la rama de Pedagogía en la Universidad de Madrid (llamada
posteriormente Universidad Complutense), obteniendo el título de
licenciada en la promoción de 1956, época en que pocas mujeres
estudiaban en la Universidad todavía. Posteriormente obtuvo el
Doctorado en Teología.
Visita al monasterio de La Rábida |
Viajó por diversos
puntos de nuestra geografía, tanto por motivos profesionales,
vocacionales o de ocio. Nunca pudo estar quieta, era inquieta por
naturaleza. El magisterio, su fe, su dedicación a los demás le
movían de un sitio para otro.
El colegio de Málaga |
Trabajó en un colegio
de Málaga, el de las Teresianas de Cañada de los ingleses. Cuando
Pepe, el hermano mayor, se casó y dejó Sevilla, Mari (Mari Carmen),
nuestra otra hermana, que trabajaba allí, se fue con ella a Málaga.
Más de un verano viajamos en el taxi de nuestro primo Alonso para
pasar unos días junto a ellas.
Cuando nacimos los hijos
de la segunda esposa de mi padre, mi madre, ella ya estaba fuera de
casa. Fue la que tuvo la idea de poner los nombres a mi hermano
menor, Roberto, y a mí. Y nos preparó para hacer la primera
comunión en una ceremonia singular que ofició el famoso cura Don
Carlos. Mi relación con ella se caracterizó por la pasión que
demostraba en todo: momentos de cariño, momentos de tensión. Era como una hermana y madre a la vez. A
nadie se le escapa que mi deriva ideológica y de fe en la
adolescencia no era de su agrado, pero disfrutaba con mi crecimiento
personal y los progresos en los estudios y en la vida, como con los
de mi hermano menor, Roberto.
Con unas alumnas de magisterio |
En los años 70, a
principios, le surgió la oportunidad de ir a Argentina por un
tiempo. No dudó en aceptar el ofrecimiento. El fallecimiento del
general Franco le cogió allí, no pudiendo vivir de lleno el devenir
histórico de nuestro país, que sin embargo no olvidó. Desde
entonces el apodo de “la gallega” sonó en nuestro oídos muchas
veces, pues los argentinos llaman así a todos los españoles, sean o
no del noroeste peninsular. Y cuando nos veíamos en persona, esa
peculiar forma de hablar de “allá” y ese acento entre andaluz e
italiano nos deleitó adornando su contundente voz.
En Argentina estuvo en
varias provincias, desde la más ricas hasta las más pobres. Siempre
anduvo bien relacionada tanto con autoridades como con el pueblo
llano. En sus pocos viajes a España, de vacaciones, nos trajo
siempre recuerdos de allí (ponchos, artesanías de cuero, libros,
mate, dulce de leche...) e, incluso, una vez se trajo con ella dos
alumnas para pasar las vacaciones de verano (de allí, pues aquí era
invierno). De vuelta siempre se llevaba dinero y donativos con los
que ayudar a las personas con las que convivía en sus carencias.
Eran los tiempos en que su estancia en Palma era todo un
acontecimiento. Siempre se relacionaba aquí con todo el mundo,
especialmente con los más jóvenes, antiguas amistades y sobre todo
su extensa familia. No era nada extraño, pues fue siempre muy
habladora y se expresaba con persuasión, simpatía y con fundamentos,
concitando la atención de quienes le escuchaban. Tenía una innata capacidad de liderazgo.
Junto a un grupo de alumnas |
En una de sus estancias
por vacaciones en España nos dio una conferencia sobre la situación
de Argentina con la dictadura militar. Ella era de ideas y moral conservadora, por lo
que detestaba el marxismo, pero no aceptaba las dictaduras de
derechas tampoco, pues tenía un sentido claro de la justicia y en algunos aspectos era hasta moderna. Se mostró horrorizada por la actuación de los
“milicos” (militares) y el auge de las ideologías fascistas (especialmente
nazis) en aquel periodo, así como por el empobrecimiento generalizado de la mayoría de los argentinos, mientras otros nadaban en la abundancia. Así que no terminó muy bien con los
potentados, pues no era persona que se callase sus opiniones.
Seguramente eso le hizo buscar otro destino entre los más humildes
(descendientes de los indígenas, inmigrantes, pobres en general),
recalando definitivamente en las provincias del norte argentino, las
menos desarrolladas.
Participó activamente en
el INCUPO,
(Instituto de Cultura Popular), entidad que desarrolla labores de
alfabetización a quienes no pudieron empezar o completar su
formación, en Tucumán y otras seis provincias del nordeste
argentino, y que trabaja junto a los
aborígenes del norte. Terminó aprendiendo a conducir (“manejar”)
para poder viajar a todos los lugares donde ejercía su magisterio. El "colectivo" (autobús) no era suficiente para cubrir las largas distancias.
En su casa de Reconquista, con sus compañeras |
Desde 1978 fue rectora
(directora) del Instituto de enseñanza Reconquista C. 113,
desarrollando su labor administrativa y docente (fue profesora de
pedagogía y de filosofía) durante bastantes años. De esa etapa
recuerdo que hablara de compañeras como Elena Picasso, Mirta Rojas, Mabel
Quinteros, María Josefa Hervás, Carmen Gianturco, Bety, Delia...
Adquirió la nacionalidad argentina sin olvidar sus orígenes
hispanos, sumando el cariño de padres, alumnos, profesores y la
comunidad entera donde vivió.
A la entrada de la antigua casa de José de Mora |
Estuvo en España en
1989, durante el verano austral, coincidiendo con el momento en que a
nuestro padre le dio el segundo infarto, el que le llevaría otra vez
al hospital del que saldría ya fallecido. Al menos le cogió en
nuestro país este triste momento, compartiendo los últimos días de
vida con la persona a quien tanto se parecía. Entonces supimos que
había sido ya operada de cáncer. No quiso avisarnos para no preocuparnos y nuestra
sorpresa fue mayúscula. En su última estancia aquí,
posteriormente, lució sin complejos de ningún tipo la peluca que
ocultaba la pérdida de cabello ocasionada por el duro tratamiento de quimioterapia recibido. Y se negó a permanecer en España para recibir aquí
tratamiento, volviendo al final de sus vacaciones a su amada
Argentina. A su vuelta la enfermedad empeoró.
Con su peluca, sonriente, posa con hermanos, su sobrina Macarena, mi madre, Elena y "los padrinos" |
Murió en la madrugada
del 6 al 7 de octubre de 1992, tras agravarse su salud, al
complicarse su cáncer con una hemiplejía el 1 de octubre que le
deja sin habla y sin movimiento en la parte derecha del brazo y
pierna. En esos días anteriores a su fallecimiento llamó por
teléfono a España. Seguro que presentía el final, aunque no lo
dejó entrever, pues se mostró, como siempre, con alegría, con
energía, seguramente fingida, para no preocuparnos. Así se
despidió, sin hacerlo expresamente, de nosotros. Yo hablé con ella
y me sorprendió su llamada. Días después supimos el desenlace. No
quiso que supiésemos su empeoramiento, no quería que nos
trasladásemos allí, así que dejó encargado a sus compañeras que
nos comunicaran el final, tras el entierro, ya que quiso descansar en
las tierras que con tanto cariño le acogieron y a las que tanto
sacrificios dedicó. Como casi en todo momento, se salió con la suya
haciendo de su voluntad ley.
En Santiago del Estero con algunos vecinos |
Siempre fue austera en su
modo de vida. No tuvo patrimonio ni riquezas. También era un
torbellino de alegría, con esa hermosa sonrisa que le iluminaba la
cara. Queda su alegría de vivir, su cariño por los suyos y su
pasión. Como expresó Don
Virgilio, el sacerdote del que escribí cuando su muerte, en
una nota manuscrita que conservamos: “Nuestra Soledad Domínguez fue
una verdadera santa de estos tiempos, porque sirvió y ayudó a todo
el mundo”.
Su tumba en Reconquista |
No sé si, con el paso del
tiempo, aquellos que le deberían un recuerdo, por compartir sus
creencias, se han olvidado de su paso por sus vidas y esta fecha
pase de largo. Seguro que quienes disfrutaron de su apoyo y afecto en las
lejanas tierras del hemisferio sur americano la tienen presente
siempre, y con más motivo en estos días. Yo no la he olvidado. Y por
eso le dedico estas palabras, pocas por ser difícil resumir su intensa vida, pero sentidas. Porque hace veinte años el cáncer se
llevó a Sole, esa gran mujer que dio todo por los demás a éste y
al otro lado del charco, mi hermana, nuestra hermana mayor, ni más
ni menos. ¡Che, gallega, no te olvidamos!
Bonito homenaje de recuerdo que haces a tu hermana.
ResponderEliminarDices:
... no fue del gusto de nuestro progenitor, creando un verdadero problema familiar durante bastante tiempo ...
Es lógico. Cuando una mujer se mete a clériga es muy diferente a cuando un hombre se mete a clérigo.
Algunas congregaciones de monjas —aquí en España, al menos— parece como si las secuestraran..., como si las quisieran apartar de su familia. "Como" no; es que en muchas ocasiones es verdad que las apartan de sus familiares y les es dificilísimo ir a visitarlas al convento.
Un caso verídico es el de las monjas de la Fraternidad Reparadora en el Corazón de Cristo Sacerdote, de Oropesa (Toledo), que las tienen en un verdadero y absurdo secuestro.
Esta congregación se tuvo que ir de mi pueblo por descubrirse aquello de los cilicios que tenían algunas niñas comidas de coco por ellas; fue un suceso que traspasó nuestras fronteras en el año 1984.
Por lo tanto, es comprensible la postura de tu padres y de tantos padres.
En cuestiones de monjas, creo que aquí en España (y en otros países) estamos sumidos en la Edad Media.
Saludos,
Gracias, Jesús. El enfado de mi padre puede que fuese porque lo considerara un "secuestro". Además era muy joven. Es algo que, aunque se comparta la creencia, como dices, sucede mucho. Sienten que le quitan una hija, su niña. Afortunadamente las Teresianas nos son monjas, ni viven en clausura, sino que son bastante abiertas al mundo que les rodea. Así que no nos vimos privados de su presencia, solo dificultada cuando se fue a Argentina. No me extraña esa "pugna" que mantienen con otros grupos, como el Opus.
ResponderEliminarSaludos.
Un saludo desde Suecia!
ResponderEliminarUn saludo, don Gerardo. Que lo pase usted bien en Suecia.
ResponderEliminarNo somos más que un montón de recuerdos y en nuestra memoria viven los seres queridos que nos dejan, bonito y conmovedor recuerdo el tuyo un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Quinto Forajido. Tienes razón. Sin los recuerdos, que son el registro que da fe de lo vivido, no somos nada.
ResponderEliminarUn abrazo.
Estoy muy emocionada...
ResponderEliminarHace 25 años que me recibí en el Instituto Recoquista, donde ella fue y continúa siendo "La Sole", es sierto que aquí también le decíamos "La Gallega", nuestra querida Gallega... Cada vez que nos juntamos con nuestros compañeros de promoción, no podemos olvidar de las distintas anegdotas que tenemoss de ella y con ella.
Jamás nos vamos a olvidar de ella, extrañamos sus pasos por los pasillos del querido Instituto Reconquista, donde dejó su sello bien marcado.
Ella marcó nuestras vidas, le estaremos eternamente agradecidos.
GRACIAS!!!!!!!!!!!!!!!
Saludos
Gracias, Mariela. Me alegra de que te haya emocionado mi entrada.
ResponderEliminarUn saludo.
Conocí a su hermana en Malaga en el año 1973. Su sonrisa acompaña mi vida. Gracias por mantener su memoria.
ResponderEliminarGracias a usted por recordarla.
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