Muchas peleas, mucha discusión, pero en el fondo están de acuerdo en lo esencial |
Más de un centenar de intelectuales catalanes han suscrito un manifiesto en favor del federalismo y de las políticas de izquierda, con vistas a las elecciones que tendrán lugar en Cataluña el próximo 25 de noviembre. Plantean no dejarse engañar por los nacionalismos, sean catalanistas o españolistas, que pretenden encubrir el verdadero problema que hoy tenemos, no solo en Cataluña, sino en España: la excusa de la crisis para acabar con los derechos laborales y el estado del bienestar. Ponen el acento en que CiU y el PP se apoyan mutuamente, porque están aplicando la misma política neoliberal, y en que el debate soberanista no es sino una cortina de humo para distraer la atención sobre los recortes que ambos partidos están aplicando con entusiasmo donde gobiernan. Ayer vi en televisión a Artur Mas y lo reconoció: el independentismo no supondría eliminar esa política neoliberal. Le preguntaron si con la independencia se acabarían, por ejemplo, los peajes en Cataluña, y aclaró que no, que incluso esa política de que se pague en las vías de comunicación debería extenderse a todo Europa. Ocultó deliberadamente que ya las pagamos, vía impuestos, esos que los privilegiados que ellos defienden no pagan, claro. Esta "falsa pelea" entre nacionalistas españolistas, encabezados por el PP y nacionalistas catalanes, no es más que una farsa para buscar el voto de la víscera, no de la razón. Este agitar banderas y patrias no obedece a otro interés que acallar a quienes de verdad se preocupan de los problemas de las personas, de los menos favorecidos. Por eso suscribo prácticamente en su totalidad el manifiesto que reproduzco a continuación. Y me uno a los más de 2200 firmantes. No hacen falta más nacionalismos, hacen falta políticas de izquierda.
Por
la justicia social y la razón democrática
LLAMAMIENTO
A LA CATALUÑA FEDERALISTA
Y
DE IZQUIERDAS
El
resultado de la convocatoria electoral anticipada del próximo 25 de
noviembre será decisivo para el futuro de los ciudadanos y
ciudadanas de Cataluña. Desde hace dos años que CiU
llegó al Gobierno de la Generalitat, hemos vivido un proceso
político paradójico. Por un lado, el Gobierno de Artur Mas se ha
situado a la cabeza de un modelo de política fiscal y de duros
recortes sociales, educativos y sanitarios, que nos alejan del modelo
social de los países más avanzados de Europa, a la vez que
las Cortes españolas han dado soporte reiterado a las
políticas laborales más regresivas de la democracia.
La
alianza CiU-PP ha hecho posible también un retroceso
escandaloso en los medios públicos de comunicación, revirtiendo los
pasos hacia una mayor libertad, que habían dado los Gobiernos
progresistas a España y Cataluña. Y por otro lado, CiU ha consumado
en poco tiempo un giro estratégico oportunista, poniéndose delante
de un movimiento independentista que pretende iniciar un proceso de
secesión de Cataluña.
La
sociedad catalana está padeciendo una grave crisis económica que ya
se ha convertido en una crisis social y política, que se ha
traducido en un aumento de la pobreza y la desigualdad y
en una merma en el principio de igualdad de oportunidades. Muchas
personas hoy están padeciendo y viendo truncados sus proyectos
vitales. Esta situación reclama por parte de todos un ejercicio de
responsabilidad política y ética, sobre todo en un momento en el
que el descrédito de los partidos y las instituciones es
extraordinariamente grave.
Consideramos
que la ruptura con España no es la única salida de futuro y que el
inicio de un proceso de secesión en un contexto como el actual pone
en peligro la cohesión social y no es el camino para mejorar las
condiciones de vida de los catalanes, ni desde el punto de vista
económico, ni social ni cultural.
Hoy
muchos proponen la independencia como un camino “mágico” para
salir de las dificultades, desvinculándonos del peso muerto que,
dicen, representa España. Un discurso en el que se mezclan verdades
a medias y exageraciones diversas, particularmente por lo que hace a
las relaciones fiscales entre Cataluña y el estado, hasta el punto
que es habitual escuchar afirmaciones tan populistas y agresivas como
“España nos roba”. Paralelamente, algunos sectores
independentistas han conseguido extender la idea de que la secesión,
que quiere decir la ruptura del Estado, sería un proceso sin costes
económicos excesivos, sin fractura social, políticamente amable, en
el que todo serán solo beneficios.
El
soberanismo cree que el fenómeno de la globalización solo puede
tener consecuencias positivas para Cataluña y por eso ha asumido sin
complejos el modelo económico neoliberal. Para la sociedad catalana,
disponer de un Estado propio sería un “buen negocio”, se afirma.
El énfasis en las virtudes económicas de la independencia, que no
se sostienen en un riguroso análisis, no es otra cosa que una
calculada estrategia para esquivar una realidad social rotunda desde
hace muchas generaciones: el hecho de que la mayor parte de la
ciudadanía de Cataluña compartimos catalanidad y españolidad en
grados diversos.
Rehuimos
las visiones apocalípticas sobre una virtual secesión, pero tampoco
estamos dispuestos a aceptar acríticamente los argumentos azucarados
del independentismo. No creemos que pertenecer a España sea una
obligación perpetua, pero no compartimos tampoco las razones de los
que sostienen la necesidad histórica de la ruptura. Pensamos que la
secesión no es la respuesta razonable a los problemas de la sociedad
catalana en el marco de las complejidades, interdependencias y
soberanías compartidas del siglo XXI. Especialmente, no es la
respuesta inteligente en el contexto de una Europa que necesita
avanzar hacia niveles más elevados de unidad política en el marco
de una crisis que amenaza su propia supervivencia. La comparación
entre beneficios y costes sociales es mucho más favorable en el caso
de un mejor encaje federal de Cataluña a España y a Europa, que no
en el caso de la independencia.
Por
todo esto, reconociéndonos herederos de la izquierda catalana que ha
defendido siempre ”Cataluña, un solo pueblo”, alzamos nuestra
voz para defender abiertamente que la ruptura con España no es la
mejor opción ni para salir de la crisis ni para articular una
alternativa desde la izquierda a las políticas de austeridad
europeas. Además, los riesgos, las tensiones y las incertidumbres de
un proceso de secesión no son el mejor escenario para mejorar las
condiciones de vida de la gente, particularmente de los sectores más
humildes y vulnerables.
Hasta
el día de hoy no ha habido apenas controversia democrática, donde
los interrogantes de la ruptura hayan podido ser debatidos
ampliamente en el marco de un debate público basado en los
principios del pluralismo democrático. El federalismo tiene
profundas raíces entre los sectores progresistas de Cataluña y
cuenta con experiencias de éxito en otros Estados del mundo que
habrían de ser tenidas en cuenta. Reclamamos a las fuerzas políticas
de izquierdas que, en un momento electoral como este, sean
valientes, escuchen a la gente, hagan un esfuerzo pedagógico, se
atrevan a hablar claro y apuesten por explorar y explicar a la
ciudadanía los caminos de un nuevo federalismo, desacomplejado y
exigente con el Estado, donde la ciudadanía de Cataluña se pueda
sentir bien desde sus identidades compartidas.
Queremos
una España federal en el marco de una Europa federal y socialmente
justa. No se nos escapan las dificultades de los que proponemos y la
sensación real hasta hoy de un cierto fracaso en este
propósito. Por un lado, porque las izquierdas españolas
mayoritarias no han querido jugar esta carta y, por otro, porque la
derecha española es profundamente nacionalista y se atrinchera
cuando le conviene en el inmovilismo constitucional. En Cataluña, en
los últimos años se han ido acumulando muchos agravios e
incomprensiones, desde la desgraciada sentencia del Tribunal
Constitucional sobre el Estatuto hasta los reiterados incumplimientos
de los sucesivos Gobiernos españoles en materia de inversión.
La
relación entre los Gobiernos democráticos de España y Cataluña se
ha caracterizado por la irresponsabilidad de aquellos que han tenido
voluntad de monopolizar y apropiarse de las ideas de España y
de Cataluña, con objetivos partidistas claros. Asimismo, creemos que
no hay razones suficientes para desfallecer y que, en cualquier caso,
la alternativa de la secesión es enormemente inquietante y peligrosa
para la cohesión social. Nos sentimos cómplices de las voces que,
desde otros territorios de España, expresan su disgusto e impotencia
ante la imagen monolítica que desde Cataluña algunos proyectan de
España, una imagen tan injusta e irreal como la que desde el resto
del Estado muchos tienen de Cataluña. En este sentido, es del todo
imprescindible que se ponga en marcha un movimiento federalista de
alcance español que sirva también para subrayar que son más las
cosas que nos unen que no las que nos separan.
Las
próximas elecciones al Parlamento de Cataluña no pueden convertirse
en un plebiscito en el que “independencia sí, independencia no”
sea el tema único de campaña. Democráticamente es imprescindible
juzgar la acción política del Gobierno saliente y confrontar los
programas electorales con relación a todos los otros aspectos en los
que nuestro Parlamento tiene competencias y atribuciones específicas,
particularmente en el campo de las políticas de bienestar.
Igualmente, no podemos dejar de recordar que el presidente Mas llega
a estas elecciones bajo la sombra de la corrupción y de la
responsabilidad de su partido, CDC, en el caso del saqueo al Palau de
la Música.
Estas
elecciones, en cambio, sí que pueden ser el comienzo de un ejercicio
colectivo para debatir y articular las diferentes alternativas
políticas (todas ellas legítimas) con relación al denominado
“encaje” de Cataluña dentro de España y Europa. Pero desde un
debate libre y plural, sereno y ordenado sobre las razones que llevan
a unos, desde el llamado “derecho a decidir”, a pedir la
ruptura y a los otros a pedir un nuevo acuerdo. Un proceso que se
resuelva desde los principios democráticos, en el marco de un
Estado de derecho, y que, si procede, concluya con la celebración de
un referéndum. Hoy el principal riesgo no es que Cataluña (o
España) pierda soberanía, sino que vayamos hacia atrás en temas de
democratización, que los ciudadanos de toda Europa pierdan todavía
más soberanía ante los mercados y el capital. No la recuperaremos
si no nos esforzamos en derribar las fronteras que quedan entre los
europeos, en vez de crearnos otras nuevas.
Por
todo esto, queremos hacer un llamamiento a la ciudadanía progresista
de Cataluña para que el próximo 25 de noviembre se movilicen
y confíen en aquellas formaciones políticas que presenten
programas nítidamente de izquierdas y que incluyan una renovada y
potente opción federal. Que pongan también en el centro del debate
electoral la forma como se han efectuado los políticas de recortes
del Estado de bienestar realizadas por el Gobierno de Mas, con el
apoyo del PP. Y que confronten la existencia de diferentes
alternativas ante la crisis. Que reclamen de la Unión Europea
políticas de impulso al crecimiento económico a fin de evitar que
la austeridad recaiga solo en los servicios públicos y las
prestaciones sociales. Es decir, una Europa unida al servicio de la
gente. En definitiva, que apuesten con claridad por un modelo de
Estado federal en el que la mayor parte de la ciudadanía de Cataluña
pueda sentirse cómoda y reconocida, compartiendo con otros pueblos
un proyecto común de convivencia, justicia y cohesión social.
Subscribo el manifiesto, Desde el primer día sostengo que PP i CiU son la misma cosa.
ResponderEliminarAunque algunos, que incluso se creen de izquierda, no se hayan dado cuenta, por estar más pendientes de reivindicaciones y supuestos "derechos nacionales".
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