Mariano Rajoy le debe haber cogido el gusto a la pantalla y nos ha ofrecido un discurso de un país virtual, inexistente, en el Debate del Estado de la Nación. Ha vuelto a escudarse en la herencia recibida, incumpliendo sus promesas electorales y las del discurso de investidura. Y sigue prometiendo lo mismo para enderezar la economía, lo que no ha cumplido en estos catorce meses de gestión, que parecen no afectar a nada de lo malo que estamos sufriendo, gracias a ella, aunque no lo reconozca. Una vez más se sale por la puerta de atrás y no da respuesta a lo importante. El colmo es que ha llegado a quejarse de que se le reproche no cumplir con sus promesas. Dice: "Señorías, no me ha sido posible cumplir con algunos (sic) de mis compromisos electorales porque he tenido que cumplir mi deber como Presidente del Gobierno".
O sea, que para el Presidente, sus compromisos no merecen ser cumplidos cuando se tiene el poder. Un presidente del gobierno no necesita, según él, cumplir el programa electoral por el que le han elegido. Las responsabilidades del presidente no serán de este mundo, no serán con su electorado, sino con otra entidad diferente, superior, tal vez sobrenatural. Son responsabilidades virtuales, para ver en pantalla por el común de los tristes mortales que no comparten con él su misión divina. Rajoy responsable solo ante Dios y ante la Historia. ¿Para qué el programa electoral, si dispone de la mayoría absoluta que lo votó presidente?
Y para esa mayoría absoluta de fieles diputados ha hablado hoy, no para la mayoría de esos votantes que forman el censo electoral. Una mayoría cada vez mayor que no le votaría si se celebrasen elecciones, engrosada también por los que le dieron el poder en 2011 y que ahora reniegan del voto concedido entonces. Tampoco para el resto de los españoles y extranjeros que viven aquí y no votan, pero que están sufriendo sus traiciones electorales y su nefasto gobierno. Su discurso ha vuelto a reflejar el estado de "su parlamento" no el de la nación.
Una de esas promesas electorales que ha incumplido, y la causa es bien remota, es la de la lucha contra la corrupción (páginas 170 a 174 del programa electoral). No lo ha dicho así, pero ha vuelto a prometer lo no cumplido en este aspecto, porque "es necesario acabar con este clima irrespirable". Los partidos deberán depositar sus cuentas en un registro público. ¡Pero si ya deben hacerlo en el Tribunal de Cuentas! Lo que no ha aclarado es si ese depósito debe incluir la contabilidad en B, claro. También promete de nuevo reformar el Código Penal y la Ley de Enjuiciamiento Criminal. Otra reformita más con endurecimiento de penas, tan del gusto de la derecha. La trampa, que oculta, es que solo será aplicable en los nuevos casos que surjan. Ellos se librarán, como siempre, y como le ha recordado Rubalcaba. Incluso habla de declaraciones públicas de actividades y bienes de los cargos públicos, cuando esto ya existe y, como hemos visto en su caso con las declaraciones en el Congreso de los Diputados, son puro papel mojado, pues si no coinciden con la declaración de la renta, no pasa nada, no se exige responsabilidad. O sea, un nuevo brindis al sol.
Otra vez el mundo virtual, la pantalla fría, falsamente impoluta, infranqueable, ajena a toda realidad. Las promesas mil veces incumplidas, por "el deber como Presidente del Gobierno". Como prueba, ni siquiera ha nombrado en este apartado a su antiguo Tesorero, Luis Bárcenas, el personaje cuya sombra sobrevolaba sobre las cabezas de la bancada popular. Otro elemento virtual que solo se ha hecho real cuando le ha nombrado la oposición. El verdadero causante del clima irrespirable, que no está solo, pero sí silenciado, aunque no lo reconozca Rajoy. Para su desgracia, ese mal clima no es fruto de "insidias", no es una fantasía, sino pura basura, pestilencia insoportable, sospecha cada vez más fundada de corrupción. Y no deja de apestar porque se oculte su nombre. Pero eso será consecuencia de otro de sus incumplimientos: llamar al pan, pan, y al vino, vino. Cosas de la democracia "virtual".
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