La guerra por la audiencia algunas veces provoca que más de uno y una caiga en el ridículo. Eso es lo que creo que le ha pasado a Mercedes Milá. El programa que presenta desde hace unos años, Gran Hermano, ha pasado de ser un líder en la programación a perder audiencia a chorros, dejando de ser el fenómeno televisivo y hasta "sociológico" del que al principio se hablaba. A mí personalmente no me llegó a enganchar. Por supuesto que intenté ver el primer programa, de la ya serie, pues van 14 ediciones, pero no llegué a terminarlo. Me pareció pesado. No le vi nada interesante, pues contemplar lo que hacía un grupo de "don-nadies" encerrados en una casa, sin contacto con el exterior, solo intentando hacerse la puñeta (a lo bestia o con seducciones interesadas) unos a otros para ganar el dichoso concurso me parecía demasiada empresa para perder el tiempo. Sobre todo porque hasta crearon su canal propio para transmitir durante las 24 horas del día. Para colmo aquel primer día de emisión se me hizo eterno, con tantas presentaciones de personajes a priori nada ricos en matices, perfectamente vulgares, durante varias largas horas. Repito, no me enganchó y no me puse delante del televisor en el programa siguiente, ni nunca más.
La deriva que siguió luego, imposible de evitar, pues la cadena emisora no paraba de ponernos resúmenes en cada programa (fuese el que fuese, hasta en las noticias), me confirmó mi desinterés. El enaltecimiento del "ni-nismo", del "chonismo", del estilo "cani", el "frikismo", la propaganda de la holgazanería y de los modos tramposos para conseguir ganar a toda costa, me provocan rechazo, moral, ético, como queramos llamarlo, y hasta estético. Los "famosos" que han salido de sus programas no son precisamente un ejemplo de laboriosidad, de respeto a los demás, de solidaridad, de virtudes que para mí son necesarias. Al contrario, son modelo de fullería, de hedonismo fácil, de malos modos, de egoísmo extremo, algo que, para colmo, intentan imponer con un griterío permanente, con ese barullo que caracteriza, en voz alta, muy alta, a muchos programas de la cadena de televisión que les da cobijo. Hasta la violencia de género ha tenido presencia en sus programas, con sospechosa casi permisividad.
Pero una serie tan larga, como decía al principio, dejó de tener interés para la mayoría. A lo que aspiran sus concursantes ya no es a convertirse en colaboradores de programas del corazón, pues son tantos que no hay presupuesto que resista una nómina tan inflada. Ni tampoco a ser comparsas en series o películas de la casa, o del siempre socorrido Torrente. Lo más que consiguen es salir en la revista Interviú u otras revistas propias. Así que, para ganar audiencia, necesitan de algo provocador. Y eso es lo que ha intentado hacer Mercedes Milá en estos días, protagonizando un (casi) desnudo en directo. Podemos verlo en el vídeo.
No llega a ser lo que ya se vio en la revista objeto de deseo de los (las, principalmente) concursantes, con aquel "robado" de un top-less playero, ya que se queda en ropa interior. Pero busca la provocación. Aunque, según las cifras, parece que el objetivo de sumar telespectadores no se ha conseguido. Ni siquiera con la polvareda en los demás medios de comunicación.
Mercedes Milá es una periodista valiente desde siempre. El reto de presentar Gran Hermano lo planteó desde esa perspectiva. A muchos no nos ha convencido esta incursión por ese mundo juvenil decadente que nos expone en su programa. El que se preste a un montaje como ese del casi striptease ha sido patético, a mi parecer, a estas alturas en una profesional como ella. No es que esté en contra de los desnudos, es que se ve a la legua que se trata de una trampa. Lo mejor sería reconocer que la fórmula del Big Brother está de capa caída, o más bien en caída libre. Esta periodista tiene todavía mucho y bueno que ofrecer sin caer en el ridículo.
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