Es difícil no decir algo de esta mujer que hoy ha muerto con 87 años. Es una figura histórica indiscutible en el siglo XX y su estela es la que está llevándonos en Europa al desastre que vemos, a la destrucción del Estado del Bienestar, a costa de la crisis. Los neo-liberales están hoy lanzando alabanzas sin número hacia su figura y su legado. Un legado que se impuso gracias a Ronald Reagan en Estados Unidos y a ella en Gran Bretaña. Un legado basado en la utopía liberal, que, como todas las utopías, cuando se aplica, produce verdaderos monstruos, muy alejados en su actuación de los postulados que proclaman los diferentes credos utópicos que han asolado el mundo en estos siglos.
Tatcher nos quiso convencer de que el individuo, instalado en el mercado, era capaz de resolver todos los problemas, y, para poner en práctica este pensamiento, se encargó de destruir todos los resortes colectivos y públicos que encontró por delante: la autonomía local, los sindicatos, las empresas públicas, los servicios sociales... Llegó a imponer una política fiscal que uniformaba las cargas a ricos y pobres, creando mayores desigualdades, que terminaron pagando los más desfavorecidos y las clases medias. Su modelo conformó una sociedad dual: una minoría rica y una gran masa con escasos recursos y sin protección pública. Algo que estamos atisbando en nuestro país, con las medidas de Rajoy, que harían las delicias de esta señora. Y, para colmo, propagando la idea del "capitalismo popular" que tanta ruina ha traído a mucha gente, sobre todo a raíz de la crisis financiera que nos ha traído el momento actual. Un engaño: hacernos creer que éramos potentados porque compartíamos parte del accionariado de las grandes empresas, que engordaron con la riada de privatizaciones. Algo que, repito, ha empobrecido a los ilusos que se creyeron el mensaje.
Para colmo, como les pasa a nuestros "queridos liberales patrios", no dudó en aliarse con lo más sanguinario de los dictadores. Quienes piden libertad de mercado absoluta suelen "imponerla a sangre y fuego", como hizo el general Pinochet en Chile, tras el golpe del 11 de septiembre de 1973. Thatcher llegó a decir maravillas de este sanguinario tirano, llegando a exigir su libertad cuando fue detenido por orden del juez Garzón. Ya sé que el que le ayudara en su guerra, cuando la invasión argentina de las islas Malvinas (otra maniobra de otra dictadura, para ganarse el favor patriótico de un pueblo tiranizado y diezmado por el terror militar), fue un motivo, en agradecimiento. Pero la aplicación de una férrea política neo-liberal en Chile, de la mano de los llamados "Chicago boys", los discípulos de Milton Friedman y otros teóricos de la utopía liberal, está en la base de la simpatía que la "Dama de Hierro" sentía por el dictador chileno. Una prueba más de esos monstruos que crean las utopías, cuando se ponen en práctica. "Libertad sí, pero para mis negocios, y el que se oponga, a la cárcel", parece ser el corolario de estos fanáticos del libre mercado y la eliminación de la intervención pública en la economía. Otro sangriento engaño al que contribuyó con entusiasmo la dama que hoy nos ha dejado.
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