domingo, 25 de agosto de 2013

Barbería tradicional, los útiles


El oficio de barbero prácticamente no existe ya , pues solo ejercen de peluqueros en nuestros días, la otra función que desempeñaban tradicionalmente. La aparición de las cuchillas de afeitar y las maquinillas eléctricas han permitido que el afeitado se practique en la intimidad del hogar, por el propio usuario. Es éste un oficio antiguo, ya que el ser humano ha sentido la necesidad históricamente de cortar el pelo que recubre su piel, para que no alcanzara longitudes incómodas o simplemente por estética. Y una parte de ese pelo, en el varón, y en algunos grupos étnicos, recubre la cara, algo que para algunas culturas o modas es algo inconveniente. Del lado opuesto, también encontramos que algunas religiones (recordemos los sijs o los judíos ortodoxos) han prohibido cortarse el pelo o rasurar la barba. El pelo ha sido, entonces, un motivo para modificar nuestra apariencia corporal. Así que este oficio ha sido una constante en diferentes ámbitos humanos. En estas fotografías, que no son de una barbería tradicional sino de un centro de estética muy moderno, que ha rendido así homenaje al viejo oficio, vemos útiles antiguos de las barberías y peluquerías: las navajas de afeitar, maquinillas, bote de talco, asentadores de paleta, un vaporizador... A lo que habría que añadir lociones y el jabón de afeitar, que no están, para completar el proceso. Al mismo tiempo que vemos otras herramientas, ya de peluquería, como son los secadores eléctricos (algo moderno ya), pinzas, espejo de mano, cepillos, o las máquinas manuales de cortar el pelo. Todo sobre un lavabo y su mueble auxiliar, en un modelo con algunos años ya.


Mi padre trabajó en una barbería de joven, en Sevilla, para pagarse los estudios de Practicante (ATS), allá por los años veinte del siglo pasado. Mi tío Manolito tuvo una barbería en la calle Cigüela, en una accesoria de la casa de Doña Julia Pintor, la maestra, donde iba de pequeño a cortarme el pelo. Le ayudaba su hijo Emilio, que se quedó con el negocio, al jubilarse mi tío. Era una barbería tradicional, que sucumbió ante el empuje de los nuevos peluqueros con mayor formación y medios.


Del oficio de barbero y sus útiles también se ha hecho arte. Recordemos la bacía que lucía Don Quijote, de la que creía ser el yelmo de Mambrino. La zarzuela El barberillo de Lavapiés. O a Sweeney Todd, el barbero asesino de Londres, del que se hizo un musical y una película (Sweeney Todd, el barbero diabólico de la calle Fleet) del sin igual Tim Burton, con su actor fetiche Johnny Depp. Aunque hoy prefiero recrearme en el aria de Fígaro, de la ópera El barbero de Sevilla, de Rossini. 




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