En nuestra reciente visita a Cantabria, pasamos un día en Santillana del Mar, como he apuntado en alguna entrada más de este blog. Fue una mañana lluviosa la que escogimos para la visita (no por nuestra voluntad, claro) y eso dio una luminosidad especial al lugar, propia de las zonas del norte, que los del sur buscamos en estos viajes. Y un frescor muy agradable, por la humedad del ambiente.
Al llegar encontramos las correspondientes edificaciones que nos trasladan a otros tiempos en que la piedra era la materia prima fundamental en la arquitectura, con edificios repletos de escudos nobiliarios y puertas y balcones o ventanas de extraordinaria belleza.
Además de los monumentos conocidos, como la Colegiata de Santa Juliana, el Museo Diocesano, la antigua plaza del mercado con la Torre de Don Borja, el ayuntamiento y la Torre del Merino, la Casa de los Hombrones, la casa del Marqués de Santillana, el abrevadero... Por ser lunes, no pudimos ver el Museo de Altamira, al estar cerrado, pero sí me pude fotografiar junto al bisonte que hay en la plaza de Ramón Pelayo (antigua plaza del mercado) y comprarme una camiseta con reproducciones de las famosas pinturas rupestres de las cuevas del mismo nombre.
Algo que nos asombró fue el colorido de las plantas, tan numerosas. Y especialmente nos sorprendió un tipo de ellas que formaban como unas bolas vegetales que colgaban de muchos balcones. Poco después la incógnita se resolvió, ya que vimos unos recipientes donde estaban esas plantas para su venta. Eran los llamados claveles del aire. Unas plantas, las tillandsias, que no necesitan de tierra para introducir sus raíces y que se alimentan, como su nombre vulgar indica, de los elementos que encuentra en el aire, a través de sus hojas. Una planta curiosa e "independiente", que proporciona un singular adorno a esas viejas piedras tan hermosas.
Yo estuve en Santillana la primera vez hace 13 años. Entonces no me fijé en las plantas, pero esta vez sí. Me pareció algo raro esas "bolas de plantas", pero pensé en que la maceta estaría en su interior. Luego, al ver lo que vendían y su nombre, me interesó. Otra de las maravillas de esta bella ciudad cántabra.
ResponderEliminarSaludos, María.