Así es como se conoce a la Villa Quijano, en Comillas (Cantabria). "El capricho" del cuñado del Marqués de Comillas, que quería una casa estilo oriental, junto al Palacio de Sobrellano, el palacio del marqués, cuya obra realizó el arquitecto catalán Joan Martorell. Con este arquitecto trabajó Antoni Gaudí, al que encargaron la obra de la "casita de verano". Un palacete espectacular, donde el hierro, la piedra, el ladrillo y la madera se combinan con cerámica en las fachadas, un minarete, como torre, unos bonitos jardines, y que hoy día es propiedad de una empresa japonesa que lo explota comercialmente. Lo visitamos este verano y nos llevamos un amplio reportaje fotográfico, del que expongo algunas muestras. Gaudí es uno de mis artistas preferidos. Recuerdo disfrutar en Barcelona de varias de sus obras: la Sagrada Familia, el Parque Güell, la "Pedrera"... Fue un revolucionario que creó maravillas, como las que vimos allí, y como la que disfrutamos en Comillas.
Sus balcones invitan a sentarse para disfrutar, además del paisaje que lo rodea, del interior y el exterior del edificio. Un edificio, aparentemente, de pocas dimensiones, que, no obstante, esconde una gran capacidad. La integración en el ambiente natural es total. Consiguiendo que su zona ajardinada (contigua a la del Palacio) nos delimite espacios que invitan al relajo, al descanso, la contemplación y hasta el juego con las escaleras, la gruta o la disposición de un área en forma de herradura que da que pensar en misterios esotéricos y leyendas ancestrales.
Poco mobiliario vemos en su interior, pero nos ofrecen muestras del estilo modernista que practicó el autor. Por ejemplo estas sillas, que además de funcionales, compaginan el deseo de agradar, de hacer arte, una obsesión que entronca con el auge del diseño, como disciplina moderna que hemos conocido en nuestros tiempos.
Con Gaudí y con su arte disfrutamos una buena mañana y tarde en Comillas. Una sorpresa singular en un ambiente y territorio aparentemente ajeno a su cultura.
Y hasta tuvimos la posibilidad de compartir su contemplación con el autor, representado en la figura con la que nos fotografiamos, extasiado mientras observa, desde un banco del jardín, su obra. Un capricho, una fantasía y un antojo que ha quedado para la historia, y para el deleite de los sentidos.
Preciosas fotos de un lugar maravilloso y tú, sensible a la belleza siempre, transmites con maestría, a través de la palabra escrita, el duende mágico de su arte.
ResponderEliminarMuchas gracias, Mari Carmen. Me sonrojas con tus halagos.
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