viernes, 25 de julio de 2014

La foto del viernes: jugando al dominó en la terraza


El verano es tiempo para relajarse, disfrutar de una bebida para refrescarse y jugar para echar el rato de ocio con los familiares y amigos. Aunque no todos lo entienden así. El ayuntamiento de Sevilla ha aprobado hoy una polémica ordenanza sobre ruidos. Un proyecto que llevaba un año parado y que ve el visto bueno del pleno de julio, el último antes de las vacaciones de verano. En la norma se incluyen diversos supuestos, y los que han llamado más la atención han sido las prohibiciones de jugar a los dardos o al dominó en las terrazas de los bares. Como estos juegos producen muchos ruidos, el ayuntamiento ha decidido prohibirlos, a pesar del arraigo histórico del segundo. No impide, sin embargo, que las procesiones desfilen haciendo ruido, ni que se toquen campanas en los cultos (antes, durante y después), a pesar de lo molesto que es, por ejemplo, que te despierten a las 8 de la mañana un domingo porque algunos estén de acto religioso. Tampoco está prohibido tirar cohetes durante los desfiles de las cofradías del Rocio (de 9 a 23 horas), aunque sí lo esté para otros particulares. El ayuntamiento, gobernado con mayoría absoluta del PP, distingue claramente entre las actividades que a ellos les place de las que nos gustan a otros. Y emplean su ordeno y mando para hacer valer sus preferencias, aunque también sean molestas para quienes no las secundan. Se nota, además, que José María Aznar no veranea en Sevilla, pues no podría disfrutar de esas famosas partidas de dominó que jugó en sus vacaciones de presidente del gobierno, en la castellano-leonesa villa de Quintanilla de Onésimo, patria de nacimiento de uno de los fundadores (Onésimo Redondo) de las JONS (Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista), partido que se integró en la Falange de José Antonio Primo de Rivera. No le dejarían con esta ordenanza jugar en un velador al aire libre. ¿O sí? ¿Se repetiría esta imagen en Sevilla, a pesar de la dichosa ordenanza? Ay, ay, ay. 

2 comentarios:

  1. Líbreme dios (si es que existiere) de estar de acuerdo en nada que salga de los nietos de Franco (los peperos) pero...

    Vivimos en una sociedad muy ruidosa; de mucha escandalera. Dicen que el español habla muy fuerte (ahí me siento muy poquito español).
    El que tiene si vivienda encima de un bar..., adiós..., le acompaño en el sentimiento.
    Los bares y otros establecimientos similares se cierran demasiado tarde para mi gusto. Cuando salen los últimos clientes del bar (sobre las 2 de la madrugada) salen por la calle hablando muy fuerte, a voces a veces.
    El que tiene una terracita con veladores de bar debajo de su vivienda (¡pobrecito, cuánto le compadezco!) y ahora en verano, pobrecito elevado al cubo.

    ¿Hay necesidad de hablar tan alto a tan altas horas? ¿Hay necesidad de restallar las fichas del dominó con tanto estrépito sobre el velador de mármol?

    En todo lo que dices en este artículo estoy de acuerdo contigo. En todo.

    ¿Qué ordenanza municipal necesita el ruido tan elevado del típico español?
    No lo sé, pero sigo estando de acuerdo cuando mencionas eso de las campanas y los cohetes... ¡Hay que joderse!
    Para que te vayas haciendo una idea, en mi pueblo (9000 habitantes) hace años que alguien tuvo la feliz idea de poner de moda eso de tirar cohetes cuando se le casa la hija, o la hermana —o incluso, la sobrina— el día de la víspera. Y dale que te pego, aquí nos tienes aguantando cohetes de la boda de la fulanita hasta altas horas de la madrugada.
    Y menos mal que Aznar quitó la obligación de ir a la mili, porque cuando había eso de los quintos eran como las bodas de las fulanitas elevadas al cubo.

    Y somos tan defectuosos, tan rutinarios y tan tradicionales, que los cohetes de la tal religión o de los quintos, nos parecen menos molestos y criticables que los de la muchachita casadera.
    Y en unos y en otros casos, la autoridad municipal ni viene ni se la espera.

    Un veraniego saludo, Francisco Javier de
    JESÚS_________

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  2. Cuando fui concejal, durante algún tiempo tuve la responsabilidad de "medio ambiente". Así que me ha tocado batallar con muchos establecimientos con motivo del ruido: del de la música, la gente hablando (o gritando más bien) en las terrazas, la megafonía, etc. Comprendo la necesidad de regular este asunto tan peliagudo para la convivencia. Aunque es imposible poner a todas las partes de acuerdo. Lo que jode (y perdón por la expresión) es que esto se haga discriminando según intereses o preferencias políticas o religiosas. Como pasa en muchos sitios. Recordemos también el caso de Madrid con el Día del orgullo gay, que tiene todo tipo de persecuciones, incluida la del ruido, mientras que otro tipo de manifestaciones callejeras (¿recordamos la JMJ vaticana con 10 días de ocupación de calles, plazas y centros públicos?) son toleradas a pesar del molesto estruendo que provocan.

    Saludos, Jesús, que tengas buen verano.

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