domingo, 15 de marzo de 2015

Homenaje a Miguel Poveda


No hago muchas crónicas de flamenco, pues no soy entendido en este arte. Y, porque suelo apreciarlo siempre en pequeñas dosis, por ello. Recuerdo asistir a aquellos maratonianos festivales que se hacían en los años 80 y principios de los 90, terminando cansado de tanta actuación, que, sin embargo, hacían las delicias de los asistentes, entre copa y copa, raciones y otras distracciones, que a mí no me llegaron a cautivar. Pero ayer asistimos a una de esas actuaciones que hacen historia y no pudimos resistirnos. 

Ayer se clausuró la 35 Semana Cultural Flamenca que organiza la Peña La Soleá, de Palma del Río. Una cita con solera, como se puede comprobar por el ordinal de la edición de este año, antesala del 40 aniversario de la fundación de esta peña, ocurrida en 1976. El homenajeado de esta edición fue Miguel Poveda, de ahí el interés alcanzado, que consiguió llenar el Teatro Coliseo, sus casi 800 butacas. De Miguel Poveda, y su estilo rompedor y su interpretación arriesgada, hablé hace años con motivo de la crítica de una obra de teatro flamenca de la Feria de Teatro en el Sur de 2009. Es éste cantaor de moda, al que hemos visto, por ejemplo, recientemente en la gala de los premios Goya de cine de este año.

Suele ser la clausura de la semana flamenca un acto más solemne que los del resto de la semana (donde se combina una conferencia de temática flamenca con la actuación de algún artista), pues en ella se entrega al homenajeado la insignia de oro de la Peña, un cordobán alusivo al hecho, se efectúa el ofrecimiento en forma de conferencia de alguien importante y luego se cierra con una actuación de otro artista, como homenaje más específico. Esta vez el ofrecimiento fue a cargo de Manuel Martín Martín, periodista y flamencólogo, socio de honor de la peña y asiduo conferenciante, que glosó la figura de Poveda con su verbo florido y fluido. 

La sorpresa vino con la actuación de cierre del acto. Bueno, las actuaciones, pues, además de la artista "invitada", el mismo Miguel Poveda nos ofreció su arte, algo no frecuente en este tipo de clausuras. La primera sorpresa fue la cantaora malagueña "La cañeta", una mujer de 78 años, que derrochó simpatía y buen hacer, consiguiendo meterse en el bolsillo a todos los que estábamos allí. Cantó, bailó y nos emocionó, demostrando que la edad ("no somos viejos, sino personas mayores") no es impedimento, sino todo lo contrario, para poner en escena el mejor saber hacer en un arte tan complicado como es el flamenco. Además dejó en buen lugar a Málaga y sus artistas, algo que no siempre es reconocido, ante la apabullante hegemonía de Sevilla y Cádiz, como nos recordó Manuel Martín.

Y el postre lo puso Miguel Poveda, el homenajeado, que, pese a su juventud, ya se ha hecho un hueco en el estrellato del flamenco. Nos cautivó con sus palabras de reconocimiento a este arte y a Andalucía, pese a ser de Badalona (aunque nacido en Barcelona) y de padre murciano y madre manchega. Él se fogueó en las peñas flamencas catalanas hasta que vino el reconocimiento cuando ganó el prestigioso concurso del Festival de Cante de las Minas de La Unión (Murcia). Y luego se trasladó a Andalucía donde tiene su residencia. Demostró una vez más su dominio de diferentes palos, dando su toque personal, tanto en letras como al baile. Se negó a recitar poemas y a cantar copla, pese a las peticiones del público ("¡ojos verdes!", gritó alguien con quien me identificaría, pues ya se lo hemos escuchado). Y no se lo pudimos reprochar pues de flamenco (no el flamenquito, ni otras músicas de moda) iba la cosa y era motivo del homenaje. Aunque nos deleitó con alguna de sus "locuras", como cuando cantó al más puro estilo del cante las letras de aquellos añorados Lole y Manuel, que, confesó, admiró en su niñez. Demostró que el homenaje que se le hacía, pese a no ser un veterano, era merecido.

Se empleó a fondo, terminando el espectáculo en torno a las doce de la noche (empezó sobre las 21.15 horas), pese a que nos confesó que tenía que terminar pronto, y se iba a perder la cena y la fiesta siguiente en los locales de la Peña Flamenca, pues tenía que coger el AVE a las 9 hoy domingo para estar en Madrid a la una y actuar en una radio. Se le vio a gusto y nos ofreció un fin de fiesta, mano a mano con La Cañeta y los respectivos cuadros, con el que nos prometió volver a actuar de nuevo algún día en Palma. Como decía al principio, una de esas actuaciones que hacen historia, y que no defraudó, sino todo lo contrario, al numeroso público que allí se congregó. Incluido a un servidor.

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