Fecha maldita la del martes y trece. No me lo parecía a mí, desde pequeño, cuando me resistía a ser supersticioso. Ni gatos negros, ni sal derramada, ni espejos rotos, ni martes ni trece, ni miedo a pasar por debajo de una escalera... las supercherías no me entraban en la cabeza, para desesperación de mi madre, que veía asustada, por ejemplo, cómo giraba con placer un paraguas (otra de esas supersticiones) en medio de ingenuas carcajadas. Tal vez la edad me haya convertido en algo menos escéptico y me hayan asaltado "manías".
Pero martes y trece me sigue pareciendo una fecha simpática... aunque algunos se empeñen en fastidiarte el día como sea.
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