El sábado pasado relataba la visita al río Genil en la ribera que da al Paseo y la Chirritana. Incluí un video del azud con el agua pasando con violencia, por la altura del caudal. Hoy vuelvo sobre este elemento del patrimonio histórico palmeño, o mejor dicho sobre estos integrantes (en plural) de nuestra historia.
En Palma del Río el patrimonio hidráulico, histórico, tiene su importancia. Si se quiere conocer a fondo se puede consultar el libro “Puertos, azudas y norias. El patrimonio hidráulico de Palma del Río (Córdoba)” de Ricardo Córdoba de la Llave y otros, editado por la Asociación Saxoferreo (a la que pertenezco y de la que fui uno de sus fundadores). En aquel post hablaba del puente de madera, de las turbinas de la electro-harinera y de las norias, ilustrándolo con fotos antiguas. Estas norias eran las que movían el molino de la fábrica de harina (luego sustituidas por las turbinas) y serían las herederas del molino anterior, de origen medieval. Siempre he escuchado que tenían origen árabe, pero parece que no es cierto, aunque tal vez allí los musulmanes tuviesen instaladas norias similares. Eran éstas, por tanto, norias de carácter “industrial”, cuya función eran mover las muelas que convertían el cereal en harina, aprovechando la fuerza de las aguas de la corriente del río, que se amplificaba por el salto producido artificialmente con la pequeña presa, o azud.
En Palma existieron otras presas en el río Genil, afluente del Guadalquivir que nace en Granada y desemboca en nuestro término municipal, en cuyas márgenes se sitúan los pagos (del latín, pagus) en que se dividen muchas huertas locales (también hay otras situadas junto a las orillas del Guadalquivir, como las tierras del señor de Palma donde se ubicó la ermita de Belén, junto a un manantial, de antiguo ocupado y venerado). Estas presas o azudas tenían un uso agrícola y servían fundamentalmente para el riego de los cultivos (olivos desde tiempos de los romanos, y naranjos, introducidos por los invasores islámicos). Abundaban los puertos para carga y descarga de productos, las norias para extraer el agua del río y las acequias, aquí llamadas almatriches, para su conducción en tierra hasta fuentes o para el riego de las plantaciones. En estas huertas vivían los hortelanos con sus familias, encargados del cuidado y las labores de las tierras, fuesen suyas (las menos), arrendadas o como empleados (aparceros) del propietario. Una buena parte de la población palmeña residía en estos pagos, formando pequeños núcleos de población, similares a las villae romanas, hasta tiempos recientes, en que se ha reducido mucho esta presencia en los campos, cuando se ha producido la emigración a la ciudad (llamada siempre “Palma”, como si fuese otro municipio) o al exterior (fenómeno de la emigración de los años sesenta y setenta del siglo pasado, a Cataluña, Madrid, Euzkadi y otras zonas industrializadas de España). Si bien la ocupación es al menos de época romana, las técnicas de riego se consideran como implantadas por los musulmanes, estableciendo un tipo de explotación agrícola que ha perdurado en Levante y el Sur peninsular. Si se quiere profundizar en este modo de vida y producción se puede consultar la obra “Los pagos de huerta de Palma del Río” de Gloria Pareja y Antonio Leiva, editada en colaboración con el Ayuntamiento.
Ahora Palma del Río se ha hecho conocida por la exportación de naranjas de sus huertas (y de zonas vecinas, que han visto crecer las plantaciones de naranjos de forma espectacular en los últimos años) y el zumo que aquí se produce (Pascual tiene instalada aquí su planta de zumos), compitiendo con la Comunidad Valenciana, anterior dominadora en exclusiva en este sector y gran compradora antaño de nuestros frutos para su venta como si fuesen propios. Y esto ha sido posible gracias a la posibilidad del riego abundante, al que ha contribuido este patrimonio hidráulico local.
Uno de los trece pagos (como el de La Chirritana, del que hablaba al principio) en que se dividen nuestras huertas es El Higueral, en él vivieron mis abuelos maternos (antes en La Barqueta, llamada así porque uno de los accesos era cruzando el río con una barca). La noria que aparece en la fotografía es de aquel pago. No existe en la actualidad y solo quedan restos dispersos del azud, ya que los cambios en el lecho del río lo han destrozado. Como puede verse (si lo comparamos con la estatura de los que aparecen delante de ella), era de grandes dimensiones, para salvar el desnivel del cauce del río y elevar el agua.
En Palma del Río el patrimonio hidráulico, histórico, tiene su importancia. Si se quiere conocer a fondo se puede consultar el libro “Puertos, azudas y norias. El patrimonio hidráulico de Palma del Río (Córdoba)” de Ricardo Córdoba de la Llave y otros, editado por la Asociación Saxoferreo (a la que pertenezco y de la que fui uno de sus fundadores). En aquel post hablaba del puente de madera, de las turbinas de la electro-harinera y de las norias, ilustrándolo con fotos antiguas. Estas norias eran las que movían el molino de la fábrica de harina (luego sustituidas por las turbinas) y serían las herederas del molino anterior, de origen medieval. Siempre he escuchado que tenían origen árabe, pero parece que no es cierto, aunque tal vez allí los musulmanes tuviesen instaladas norias similares. Eran éstas, por tanto, norias de carácter “industrial”, cuya función eran mover las muelas que convertían el cereal en harina, aprovechando la fuerza de las aguas de la corriente del río, que se amplificaba por el salto producido artificialmente con la pequeña presa, o azud.
En Palma existieron otras presas en el río Genil, afluente del Guadalquivir que nace en Granada y desemboca en nuestro término municipal, en cuyas márgenes se sitúan los pagos (del latín, pagus) en que se dividen muchas huertas locales (también hay otras situadas junto a las orillas del Guadalquivir, como las tierras del señor de Palma donde se ubicó la ermita de Belén, junto a un manantial, de antiguo ocupado y venerado). Estas presas o azudas tenían un uso agrícola y servían fundamentalmente para el riego de los cultivos (olivos desde tiempos de los romanos, y naranjos, introducidos por los invasores islámicos). Abundaban los puertos para carga y descarga de productos, las norias para extraer el agua del río y las acequias, aquí llamadas almatriches, para su conducción en tierra hasta fuentes o para el riego de las plantaciones. En estas huertas vivían los hortelanos con sus familias, encargados del cuidado y las labores de las tierras, fuesen suyas (las menos), arrendadas o como empleados (aparceros) del propietario. Una buena parte de la población palmeña residía en estos pagos, formando pequeños núcleos de población, similares a las villae romanas, hasta tiempos recientes, en que se ha reducido mucho esta presencia en los campos, cuando se ha producido la emigración a la ciudad (llamada siempre “Palma”, como si fuese otro municipio) o al exterior (fenómeno de la emigración de los años sesenta y setenta del siglo pasado, a Cataluña, Madrid, Euzkadi y otras zonas industrializadas de España). Si bien la ocupación es al menos de época romana, las técnicas de riego se consideran como implantadas por los musulmanes, estableciendo un tipo de explotación agrícola que ha perdurado en Levante y el Sur peninsular. Si se quiere profundizar en este modo de vida y producción se puede consultar la obra “Los pagos de huerta de Palma del Río” de Gloria Pareja y Antonio Leiva, editada en colaboración con el Ayuntamiento.
Ahora Palma del Río se ha hecho conocida por la exportación de naranjas de sus huertas (y de zonas vecinas, que han visto crecer las plantaciones de naranjos de forma espectacular en los últimos años) y el zumo que aquí se produce (Pascual tiene instalada aquí su planta de zumos), compitiendo con la Comunidad Valenciana, anterior dominadora en exclusiva en este sector y gran compradora antaño de nuestros frutos para su venta como si fuesen propios. Y esto ha sido posible gracias a la posibilidad del riego abundante, al que ha contribuido este patrimonio hidráulico local.
Uno de los trece pagos (como el de La Chirritana, del que hablaba al principio) en que se dividen nuestras huertas es El Higueral, en él vivieron mis abuelos maternos (antes en La Barqueta, llamada así porque uno de los accesos era cruzando el río con una barca). La noria que aparece en la fotografía es de aquel pago. No existe en la actualidad y solo quedan restos dispersos del azud, ya que los cambios en el lecho del río lo han destrozado. Como puede verse (si lo comparamos con la estatura de los que aparecen delante de ella), era de grandes dimensiones, para salvar el desnivel del cauce del río y elevar el agua.
El valor de la foto reside, además, en quiénes forman el grupo. Concretamente la mujer situada a la derecha del grupo, con vestido oscuro de manga corta, era mi madre, que posó junto a una familia vecina de la huerta, los Ceballos. Recuerdo cuando le traje la copia de la fotografía, que conseguí a través de un anterior alcalde. Mi madre sonrió, pues reconoció a los miembros del grupo, aunque no recordaba el haberse fotografiado. Luego de residir allí se fue a Madrid y a Horcajo (Cuenca), al servicio del ganadero y uno de los principales propietarios de tierras en Palma, Alonso Moreno, como muchos hortelanos y otros habitantes de Palma que tuvieron que emigrar para ganarse el sustento que no conseguían aquí. Un recuerdo que, por su mirada y su leve sonrisa, seguro que le emocionó. Como a mí el encontrarme de nuevo con esta fotografía, entre los recuerdos familiares de mi infancia.
Pues tendremos que aligerar y haciéndoles una fotos a los pagos de huertas porque pronto desaparecerán.
ResponderEliminarMe temo que la OCM de frutas y hortalizas no está pensada para este tipo de explotaciones.
ResponderEliminarBonita entrada Francisco Javier. Tuve la oportunidad de estar con Ricardo Córdoba cuando realizaba su trabajo de campo sobre las norias y la verdad que es un tema apasionante. En el Archivo hay bastante documentación relativa al sistema constructivo de las azudas.
ResponderEliminarSaludos
Gracias Rafa, mi intención era publicar la fotografía, adornándola con algunas informaciones...y me enrollé. Es cierto que el libro de Ricardo Córdoba está muy bien y aporta muchos datos, es , además, de fácil lectura y comprensión. El tema es apasionante por todo lo que de una forma de vida tiene, y por las biografías de los que vivieron así, muchos de ellos muy cercanos. Y con muchas anécdotas que contar. Seguiré contando cosas en otras entradas...y publicando fotos antiguas que he encontrado en el archivo familiar.
ResponderEliminarEs increíble la diversidad de modos de vida que se pueden encontrar en el medio rural. Mi familia viene también del campo y es muy distinta a como cuentas en la entrada.
ResponderEliminarEl medio, el clima, al agua, la vegetación ,etc., todo influye para constituir un modelo de vida único en cada sitio.
Preciosa la foto y muy interesantes las referencias bibliográficas. Habrá que apuntarlas.
Por supuesto que existe esa diversidad, niño yuntero. Como existe la biodiversidad, se dan diferentes formas de aprovecharse del medio para vivir.
ResponderEliminarGracias, en lo sucesivo publicaré más fotos "entrañables", con sus anotaciones correspondientes, y datos curiosos. Los libros son muy interesantes y amenos, aunque no sé si te será fácil localizarlos, pues son ediciones locales.