lunes, 12 de mayo de 2008

El cerro mágico y la ninfa

En febrero pasado fui a ver el nuevo puente sobre el Guadalquivir, desde el mirador del Cerro de Belén. Entré en la ermita y el viento, que traía negras nubes de lluvia tormentosa, presagio de domingo de carnaval frustrado, me llevó a la fuente, al hacer sonar las ramas de los árboles. Miré el conjunto que forma el manantial (cercenado por la trinchera del ferrocarril) y el muro con pilastras de capitel corintio y frontón triangular que envuelve el mosaico con la imagen de la virgen, y sentí un aldabonazo mental. Esa imagen que recuerda un templo de la Roma clásica, ¿no sería una evocación de algo más antiguo, que la devoción traída por los franciscanos en la Edad Media?.

Se sabe que la primitiva ermita estuvo situada en el actual Convento de San Francisco. De la vieja arquitectura gótica, queda lo que conocemos como el “despacho del cura”. La edificación fue ampliada por el señor de Palma, Luis Portocarrero para albergar a monjes de San Luis del Monte. Nieto Cumplido, en una conferencia enmarcada en los actos del bicentenario del nombramiento como patrona de Palma del Río, habló del interés del Conde por edificar otra ermita en su finca del otro lado del Guadalquivir, en un monte junto al río. La devoción de los palmeños se compartía con la Virgen de Villadiego, ahora situada en el término de Peñaflor y en cuya ermita, situada entonces en término de Palma, debido a la situación del cauce del río por aquellas fechas, hubo conjuras de señores feudales andaluces, que relató este historiador en su libro sobre los orígenes del regionalismo andaluz.

La finca del señor de Palma, llamada Fuente de los Condes, donde se erigió la nueva ermita, estuvo ocupada desde antiguo. Lo atestiguan las diversas excavaciones arqueológicas realizadas en el lugar, donde se han encontrado restos de diversas culturas, los últimos, del cementerio musulmán junto a la carretera a Sevilla. El río sirvió como medio de comunicación en tiempos de la ocupación romana, y por él circulaban los barcos cargados de aceite y otros productos del lugar, almacenados en ánforas fabricadas en sus orillas y en las del Genil. Una de las marcas de fábrica propia de alfares de la zona era Saxoferreo (peña de hierro). Este nombre hacía referencia al monte donde se instalaría posteriormente la ermita, y probablemente se debiera al contenido ferruginoso del agua del manantial que manaba allí (la ulterior fuente del conde), luego conocido como Fuente de Belén. La fuente quedó cortada por la obra del tren y fue desviado su destino a otro lugar (el actual), siendo por muchos años, hasta la implantación del servicio de agua potable, el origen del suministro que hacían los llamados “aguaores”, que cargaban sus cántaros de agua de allí y la repartían por el pueblo.

Una leyenda habla de que un campesino encontró una imagen de la Virgen en esa finca y que, cuando quería llevársela, la figura se caía del carro (o la montura) del labriego y volvía al lugar donde la halló. Fue quizá la forma de justificar la erección de la ermita en ese lugar. Pero el que la población lo aceptara sin reparos, y abandonara el emplazamiento original hasta olvidar su origen, me hace pensar que tal vez la parte real de la leyenda fuese el hallazgo. Pudo ocurrir que alguien encontrara una figura, seguramente la representación de una Ninfa de las aguas, que los primitivos moradores del lugar asociaran al manantial. Como la reconquista y la lucha contra los moros (que estuvieron instalados de forma estable allí, como demuestra el cementerio) estaban cercanas, el realce de los símbolos y figuras cristianas era frecuente, llegándose a identificar las imágenes paganas con personajes cristianos. ¿No quedaría en el inconsciente colectivo de los palmeños sedimentada la idea de que aquel era un lugar sagrado regido por una deidad?. Fue muy normal identificar dioses y héroes paganos con las virtudes cristianas, asociándose a las biografías de santos, para captar la aceptación de los pueblos a convertir y evangelizar. Tal vez ocurriera eso, y no que se encontrase una imagen de la Virgen de Belén (como sostiene algún autor) escondida tras la invasión musulmana, ya que la veneración de esta virgen es posterior y fue traída desde oriente a Europa por los templarios en tiempos de las cruzadas. Y eso facilitaría la asunción del lugar como el propio para la nueva advocación.

Una peña rocosa con un manantial de aguas con propiedades medicinales (entonces, ahora muy contaminadas por el uso agrícola moderno), ubicado en una zona de antiguo poblamiento, anterior a la actual ubicación del casco urbano palmeño, bien pudo estar dotada de un especial sentido espiritual para sus habitantes, personificando la fuente en una diosa o ninfa protectora. De esta manera, cuando los condes, dueños del terreno, quieren levantar la ermita, una figura pagana se convertiría en el mejor aliado (vestida con los ropajes cristianos) para los intereses del señor feudal.

Esto es lo que se me sugirió de repente (¿por la propia ninfa?), cuando visité la fuente, aquella tarde de viento y previsible lluvia. No es más que un hipótesis fascinante, pero ¿y si fuese verdad?.

2 comentarios:

Euphorbia dijo...

Las leyendas de vírgenes encontradas deben ser lo más habitual del mundo, en todas partes hay alguna virgen que se plantó en un sitio y "de aquí no me muevo", y allí se tuvo que hacer la hermita, la iglesia o el monasterio. Hay que ver lo tercas que son algunas vírgenes...

Francisco Javier Domínguez Peso dijo...

Desde luego, que tercas. Y más tercos sus seguidores y seguidoras. Como alguine devoto lea lo que he escrito, me piden un post de desagravio, y me condenan a rezar tres avemarías y dos padrenuestros. Mira que ocurrírseme escribir de estas cosas en mayo, el mes de María...No tengo arreglo.