jueves, 15 de julio de 2010

Se ha escribido un crimen, de Teatroz y La Trapería


"Si cada vez que aparecía Jessica Fletcher en un lugar, alguien moría, cada vez que se encuentren con los actores de Teatroz y La Traperia, la risa les matará. Pero no se preocupen, son de esas muertes de mentira como cuando eran pequeños y de su propia mano hacían una pistola y la disparaban diciendo: Pañum, pañum. Prepárense, están ustedes rodeados, van a pasar un buen rato con la policía. Pero no tengan miedo, no queremos asustarles, no deseamos que lo pasen mal, todo lo contrario, siéntense, acomódense, diviértanse, bésense, hagan cosas acabadas en “se”… no sé… pero, sobre todo, compórtense que llamamos a la pasma y los sacan del teatro cagando hostias.”

Así se expresa esta compañía en el programa de mano que entregan a la entrada del teatro, un programa en forma de cuchillo ensangrentado, que anuncia de qué va la cosa. Un hombre (un autónomo, nos aclara, por el manojo de llaves que porta y que no puede darse de baja) va a ser expulsado de un teatro por una acomodadora, mientras se esconde de alguien que va a asesinarle. Y lo consiguen, el asesinato, previo disparatado diálogo ente víctima y asesino. A partir de aquí entran en juego los componentes de un chiflado grupo de policías que intentarán esclarecer este crimen.

El conocido en Palma por su veterana participación en la Feria del Teatro, Juanma Lara, que dirige la obra e interpreta al Teniente Martin, nos guía por su investigación, junto a María José Parra (la inspectora Lorena, a la que él llama Lorraine, por su afición a comportarse como un detective americano), Álvaro Carrero (sargento Porras, un Harry el sucio de pacotilla) y Salva Reina (el agente Bobby, el simple). Una investigación disparatada, que recuerda el trabajo de los Hermanos Marx, por absurda, loca, ridícula, y sobre todo cómica. Desfilan personajes, como la limpiadora, la médico forense rusa, viejas, sospechosos imposibles, cabareteras, monjas, chivatos, chinas vendiendo flores y demás artículos de feria....El razonamiento para encontrar primero el cadáver, que se pierde, y luego al culpable del crimen, es absolutamente irracional. El viejo dicho de que la policía no es tonta porque dicen “aquí han fumado”, al encontrar una colilla es estirado hasta el delirio.

Porque delirante es toda la acción encaminada a resolver el crimen. Teatroz y La trapería parodian las películas policíacas americanas clásicas y modernas, los CSI tan de moda en nuestras televisiones, riéndose de su tópicos personajes y métodos. Y, como acostumbra esta compañía, haciendo partícipe al público del desarrollo del espectáculo. Buscan su complicidad sacando a relucir personajes famosos, como María Teresa Campos (a la que recuerda la limpiadora que hace desaparecer el muerto), Iker Jiménez (al que imita un genial Salva Reina) o la periodista del corazón Chelo García Cortés, cuyo parecido con la inspectora Lorena, causa hilaridad. O las alusiones al cine porno, cuando en los interrogatorios esperan ganarse la amistad del detenido, desternillantes. (Por cierto, como anécdota posterior, hoy otra famosa, Ana G. Obregón, ha dicho en la televisión que Miguel Bosé le “sedució” con una mirada....en lugar de decir “sedujo”. Esta "erudición" de famosa me recordó otra vez el título de la obra).


Me tocó estar en primera fila y eso, y el recibir el programa de mano, me hizo temer lo peor. Teatroz suele usar a los espectadores como parte del espectáculo. Ya las primeras escenas, las del intento de esconderse de la víctima, se desarrollan en el patio de butacas. Y a mí me toco hacer de “colchón” del “obrero autónomo” cuando tropezó en una de las ocasiones. Más tarde también la policía extendería la cinta que usan para acordonar la escena de un crimen por encima de nuestras butacas y cabezas. Incluso el agente Bobby buscaría huellas dactilares, cepillando con una brocha una manga de mi camisa, y observando con detenimiento con una lupa el contenido de mi pabellón auditivo izquierdo (“aquí hay huellas de un crimen”, dijo, aunque no creo que fuese cerumen, pues estaba recién duchado, antes de dirigirnos al teatro). Además otros espectadores fueron objeto de la “tortura interpretativa”, llegando, por ejemplo, a subir al escenario a la hija de unos amigos (bastante tímida, por cierto) para se cacheada, entre risas. Risas que incluso ellos mismos, el elenco, no pudo contener en más de una ocasión gracias a las “morcillas” que introducían con reiteración en sus diálogos, y a la misma obra que interpretaban.

Una escenografía simple (con poco atrezzo y bambalinas) muy bien aprovechada, da juego a pesar de estar diseñado para un espacio escénico más pequeño que el enorme escenario del Teatro Coliseo. Con una iluminación acorde para dar un ambiente de cine negro y una interpretación muy cuidada, es ésta una obra, que sin tener grandes pretensiones, apelando a un humor asequible para todos, consigue hacer reír desde el principio hasta el final a toda la concurrencia. Y bien que lo disfrutamos. Algo que todos agradecimos, llenando el aforo del teatro, y dejando a bastantes aficionados con las ganas de haber entrado a la obra que más expectativas ha generado en esta feria. Y seguro que no ha defraudado.

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