A fines del año pasado estuvimos de viaje en Granada, y visitamos La Alhambra. Entonces me acordé de una de las visitas a este monumento bellísimo. Fue con motivo de una exposición sobre arte islámico y el viaje lo organizó una asociación cultural. Paseando por los jardines del Generalife en grupo uno de los visitantes dijo algo así: "Mira que bien vivían los árabes, ellos sí que eran listos". Yo le respondí: Los que vivían en este palacio no eran árabes, sí musulmanes, pero del Norte de África. Y los que disfrutaban del palacio eran el rey y su corte. Los demás habitantes de Granada eran sus súbditos y vivían como podían allí abajo (señalando fuera del recinto amurallado) y nunca pisaban estos palacios ni paseaban por los jardines, como lo hacemos nosotros.
Hace pocos días tuvieron lugar en Granada los tradicionales rifirrafes con motivo de la fiesta de La Toma. Grupos de extrema derecha y de extrema izquierda se enfrentaron intentando, unos, capitalizar el acto organizado por el ayuntamiento con motivo del aniversario de la conquista por las tropas de los Reyes Católicos y otros, intentando reventarlo como rechazo a una conmemoración que consideran racista. Esto está sirviendo para que algunos (la extrema derecha) quieran dividir Andalucía en dos partes, una occidental, más antigua, y otra, la conquistada después, la oriental, más "castellana". Ya lo intentaron en la Transición, para debilitar a Andalucía. Es una pena que una parte de los intelectuales, el mundo de la cultura que se considera progresista, y la izquierda en general, haya hecho de un acontecimiento como éste algo para repudiar, dejando a extremistas de uno u otro signo que lo usen de excusa para la violencia. No tiene sentido.
Primero, porque los que habitamos Andalucía somos descendientes de los que hace siglos vinieron a repoblar desde los reinos del norte las tierras ganadas al poder musulmán, no herederos de los omeyas que vinieron exiliados en el siglo VIII o de los soldados o mandamases norteafricanos, como los almohades o almorávides, que tiranizaron los antiguos terrenos de la antigua Al Ándalus. No hay, por tanto, racismo. Por cierto, se llamó Al Ándalus al territorio peninsular dominado por el Islam, no solo andaluz, como algunos nos quieren hacer creer, para buscar un origen mítico a su nacionalismo. Podemos entender esta transformación demográfica pensando que, cuando Granada pasó a manos del reino de Castilla, por ejemplo, Palma del Río o Córdoba llevaban más de dos siglos perteneciendo a este reino, con todas las consecuencias.
Segundo, porque la incorporación de territorios, hoy andaluces, entonces de los diversos reinos en que se dividió el antiguo califato, permitió la extensión de los avances culturales y científicos que, con la llegada de los integristas y fundamentalistas almorávides (primero) y almohades (después), encontraron un freno incluso violento. Gracias a la Reconquista podemos disfrutar del Gótico, el Renacimiento, el estado moderno, y podemos aprovecharnos de la herencia griega y romana que quedó proscrita en tiempo de los Taifas. Fue en los territorios conquistados donde, con reyes como Alfonso X, el sabio, floreció la pluralidad cultural (cristiana, musulmana y judía), bajo la protección del monarca castellano. Aunque terminaran imponiendo el uniformismo, expulsando a judíos y moriscos, cuando las tendencias fundamentalistas se hicieran con el poder religioso, al necesitar los monarcas católicos una coartada ideológica para la unificación política.
Tercero, porque el concepto Tolerancia no nació hasta el advenimiento de la Edad Moderna, en el orbe cultural europeo, cuando la explosión vitalista del Renacimiento exige la libertad y el respeto a los diversos modelos filosóficos y a la libertad religiosa (gracias a la Reforma protestante). En la Edad Media no existía ese concepto de tolerancia, de respeto. Todos los credos (sobre todo musulmanes y cristianos) intentan convertir, salvar al otro, aunque sea por la fuerza. No se concebía que hubiese visiones del mundo diferentes, merecedoras de respeto y tutela para garantizar sus derechos. Es más, no existían los derechos humanos. Por tanto es imposible que hubiera tolerancia en Al Ándalus, como algunos nos han querido hacer creer. Y su desaparición es una verdadera muestra de progreso en estas tierras.
Hoy día conviven en nuestras tierras personas de diferentes razas, credos, culturas, no sin problemas, pero sí con más respeto, tolerancia y reconocimiento de libertades y derechos que en los países que formaron parte con nuestro territorio de los imperios omeya, almorávide o almohade, que siguen viviendo sometidos a los estereotipos culturales de la Edad Media. Y sin derechos humanos.
Deberíamos olvidarnos de mitos andalusíes y demás cuentos de La Alhambra, de origen romántico, superando explicaciones irracionales de nuestra historia (por muy bonita que nos parezca), y asumir nuestro pasado tal como es, para así, relacionarnos honestamente entre nosotros y con los diferentes. Y no dejar que los extremistas se aprovechen de estas cuestiones para hacer valer sus violentos planteamientos políticos. La izquierda española debería reexaminar algunos planteamientos, dejándose de dogmas, una vez superada la cultura de la guerra de civilizaciones de otros siglos, por nuestra parte.
Por eso me alegro de que la Junta de Andalucía se haya sumado a la celebración el próximo año del 800 aniversario de la batalla de Las Navas de Tolosa, que la Comunidad de Navarra había impulsado, con el apoyo del Gobierno español. El que no tuviera antes un papel protagonista había provocado críticas, al haber tenido lugar la batalla en la provincia de Jaén y no haberse implicado la Junta en conmemorarla, como sí había ocurrido con el Milenio del reino de Granada o la Constitución de Cádiz. Esta batalla fue fundamental para unir los reinos no musulmanes e impulsar el avance hacia el sur, derrotando al poder integrista almohade. Y, por tanto, propiciando la construcción de la Andalucía que conocemos hoy, con sus virtudes y sus defectos, pero la Andalucía a la que pertenecemos realmente. Sin mitos estúpidos que nos hagan creer, como creía mi acompañante en la visita a La Alhambra que comentaba arriba, que ese tiempo pasado, ajeno a nuestra cultura, fuese una especie de paraíso terrenal, que de existir, solo estaba reservado a unos pocos privilegiados. Y lo peor, es que sigue estándolo donde continúan dominando.
Totalmente de acuerdo, Schevi; eso es entender y exponer la Historia con entero sentido de la realidad, sin prejuicios y sin complejos.
ResponderEliminarSaludos.
Muchas gracias, Octavio. Como ya te adelanté en otro comentario, no creo en mitos fundacionales andalusíes. Tengo muy claro a qué ámbito civilizatorio pertenecemos, con sus virtudes y logros y, por supuesto, con sus aspectos negativos.
ResponderEliminarSaludos.