En estos días turbulentos que se viven en el Norte de África estamos viendo cómo muchos se alejan del pasado que les relaciona con los dictadores que están viendo cuestionado su poder en el mundo islámico. Así el socialismo occidental rompe amarras con antiguos aliados, que buscaron acomodo en la Internacional Socialista, para oponerse al imperialismo de los Estados Unidos, cuando los años vigorosos de la Guerra Fría. Nasser, en Egipto, Gaddafi, en Libia, Ben Bella, y Boumedienne, en Argelia, Burguiba, en Túnez, fueron ejemplos de "socialismo árabe", tras la independencia de sus países. Muchos acontecimientos sucedieron luego, alejándose de "veleidades izquierdistas" en sus países (sobre todo por sus sucesores), y acercándose más a un nuevo "panarabismo", centrando en el odio hacia Israel (salvo Egipto) su razón de ser, además de mantener un poder tiránico y explotador de sus pueblos, acogiéndose a la marea "islamista", que muchos abrazaron luego tras el triunfo de la revolución islámica de Irán (acordémonos de la "conversión", por ejemplo de un Sadam Husein que se erigió en el nuevo "mesías" islámico desde la primera Guerra del Golfo, contando con el apoyo de un Yasir Arafat venido a menos ya).
Tras los disturbios de Túnez, que acabaron con el dictador Ben Alí, cuando el derrocamiento de Mubarak en Egipto, mucho propagandista "libegal" nos estuvo recordando este panorama, con la intención de establecer un símil entre lo que estaba ocurriendo en Egipto, con la, según ellos, necesaria sublevación que debía producirse en España contra el gobierno de Zapatero. Un aguerrido González Pons no pudo contener el espíritu de agitador callejero y pronosticó en un mitin incluso la salida a la calle de las masas el próximo mes de mayo, al estilo egipcio, para derrocar al PSOE. Ahora que es en Libia donde el tirano se ve acosado por la gente en la calle y donde la represión es brutal, los mismos propagandistas de la derecha aprovechan para meter más leña al fuego del acoso y derribo al gobierno de Zapatero. Pero, ¡ay!, olvidan algunos detalles (¿intencionadamente?). Veamos.
Olvidan que la política exterior norteamericana ha tratado con guante blanco a Egipto, cuando éste decidió firmar la paz con Israel en 1978 (con el enfado de sus antiguos aliados árabes). Y que las diversas administraciones de la Casa Blanca han protegido al tirano Mubarak (sucesor de Anwar el Sadat, el firmante de Camp David) como una cuña en el seno del mundo árabe, que rompía su unidad, en beneficio del estado israelí. Todo ello con el beneplácito, por cierto, de las potencias europeas, aliadas de Estados Unidos, y la OTAN. A otras dictaduras y tiranías norteafricanas también les ha ayudado Occidente tras su cambio de rumbo pro-occidental (Marruecos, Túnez, Argelia...), mirando para otro lado.
Solo el "grano" libio molestaba. Se acusó al régimen de Gaddafi de patrocinar incluso atentados terroristas contra intereses occidentales (voladuras de aviones en Lockerbie, y en Niger), dando lugar al bombardeo de Trípoli y Bengasi por parte de la aviación de Estados Unidos (en tiempos de Reagan), para asesinar al mismo Gaddafi, aunque no lo consiguieran, pero sí con su hija.
Sin embargo, cuando en 2003 el gobierno libio aceptó su responsabilidad en el atentado de Inglaterra, entregando a los posibles autores, Occidente levantó las sanciones. Y aquí es donde la amnesia del "ejército mediático libegal y pepero" es más grave. Porque se han lanzado a recordar las relaciones de Zapatero y Gaddafi cuando visitó en 2007 España. O nos ilustran con amplios reportajes fotográficos donde vemos al "líder" libio codearse con mandatarios europeos, africanos y americanos, como hace El Confidencial (de Jesús Cacho), en el que están personajes como Chirac, Sarkozy, Putin, Obama, Hugo Chávez, Mandela, Tony Blair, Berlusconi, y donde quien tiene un papel destacado es Rodríguez Zapatero.
¡Cachis! se le olvida a estos propagandistas de los "revoltosos callejeros de próximo mes de mayo" que quien inició precisamente los contactos con Gaddafi, tras el levantamiento de las sanciones de la ONU, fue el mismísimo (¡tachán!) José María Aznar, que visitó Libia y fue recibido por el ahora (de nuevo, mire usted) tirano, para los liberales y peperos, general Gaddafi en Trípoli. Sí, amigos y amigas, Aznar fue el primero, ninguno de los que aparecen en las fotos. Y encima se llevó como regalo un caballo árabe de nombre El Rayo. Como también se le olvida a estos señores que, cuando viajó a España en 2007, Gaddafi se volvió a reunir en privado en Sevilla con el anterior presidente del gobierno, y líder "eterno" del partido del aguerrido González Pons. ¿No se preguntan para qué?
Cuando la situación es grave, con centenares de muertos, con un ambiente de guerra civil, y cuando el contexto político es totalmente diferente, no valen comparaciones frívolas. El problema, de escala internacional, merece rigor, templanza, solidaridad y buen hacer, no sirviendo los intentos de sacar tajada doméstica. La memoria y los archivos ponen a cada uno en su sitio.
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