martes, 1 de marzo de 2011

Atacarse

Hemos tenido un fin de semana festivo, con cumpleaños y con aniversario, el del 28F. Así que los momentos de relajo han llegado tras una semana intensa. Y eso hace que en algún momento se pierda la compostura y nos preocupemos de otras cuestiones, sobre todo por los calores pre-primaverales (más bien pre-estivales) que nos cayeron encima hasta ayer. Así no es raro que la indumentaria sufra la poca atención de sus usuarios, más entretenidos con otros menesteres más divertidos, que el de mantener una apariencia recatada, elegante o simplemente ordenada. Mas de una vez hubo que atacarse.


Cuando pequeño, lo normal era que, tras las obligaciones escolares, nos lanzáramos sin freno al juego con los parientes o amigos. Así, una consecuencia casi necesaria era que uniformes (como el que nos obligaban a llevar de párvulos) o la ropa con que nos vestía nuestra madre para ir arreglados al colegio, terminara "manga por hombro" (hermosa expresión que describe con acierto el disloque provocado por la agitación infantil). Con las carreras, saltos y  otros  juegos, cuando la camisa se nos salía del pantalón, un imperativo normal era "guárdate los harapos" (pronunciado "jarapos") o también "recógete los jarapos". Mi madre no usaba esta palabra con el significado despectivo que tiene en el diccionario de andrajo. Con ella se refería a la parte de la camisa que sobresalía por encima del pantalón al salirse de su lugar, presuntamente, natural. Lo obligatorio era esconder los faldones de la camisa bajo el pantalón y luego ajustárselo a la cintura, para encontrar la disposición correcta. 


Luego, pasado cierto tiempo, escuché otras expresión que venía a significar lo mismo: "¡atácate!". Sentí primero cierto asombro. ¿Cómo iba yo a atacarme, a hacerme daño a mí mismo por llevar los jarapos fuera del pantalón? Esta forma de expresarse, que se me antojaba algo masoquista, pude comprobar que era más corriente de lo que creía. Era expresión muy cordobesa y, por tanto, teniendo yo más relación con el componente sevillano de Palma, extraña a mi vocabulario y al de mi familia. No hay tanta relación entre la huerta palmeña, o sus vínculos con la tierra sevillana, con la campiña cordobesa, aunque convivan en nuestro solar desde hace siglos. Es también palabra, el atacar, usada en reflexivo, empleada en más zonas de Andalucía, con este sentido de componer la vestimenta. Es más, si consultamos el Diccionario de la Real Academia, vemos como entre sus significados está la de "Atar, abrochar, ajustar al cuerpo cualquier pieza del vestido que lo requiere". Acepción que tiene su origen en la lengua árabe, con la palabra "tákka", que nombra a una cinta para sujetar una prenda. Vemos pues la etimología de la palabra en nuestro pasado histórico foráneo.

Atacar tiene bastantes significados más conocidos. Atacarse también significa irritarse, ponerse de los nervios. ¡Estoy atacá, estoy atacá!, cantaba Martirio, o  más bien gritaba de los nervios después de haber salido "con el chándal y los tacones, arreglá pero informal", en sus "Sevillanas de los bloques".Como muchas veces se ponía atacá mi madre cuando nos veía jugar como cafres, hechos unos zorros y terminaba gritando: "Niños, guardarse los jarapos". O sea, atacá, pidiéndonos que nos atacásemos. 

Guardemos, pues, el "palabro" en nuestro Diccionario Palmeño de la Parcelilla (que ayer inauguramos temporada en el Paseo, con una tarde espléndida, para celebrar el Día de Andalucía). 


Atacarse

1. tr. Meterse, recogerse los faldones de la camisa, debajo del pantalón para estar presentable.

2. tr. Guardarse los harapos (léase jarapos), para no ir manga por hombro y parecer un gamberro.

3. tr. Ponerse de los nervios, especialmente la señora madre que ve con desesperación cómo sus hijos juegan con desenfreno, quedando su ropa hecha un estropicio, antes de gritarles, como una famosa folclórica moderna, para que se ataquen ellos mismos.

12 comentarios:

  1. Mi queridísima abuela Pura, cuando me veía con los faldones de la camisa fuera del pantalón, y los pelos alborotados por el juego, me decía: "¿Dónde vas con el harapo fuera? Anda, métete ese harapo y péinate".
    Otra palabra muy palmeña que merece recordarse es la de "nagüillas", por las faldillas de la mesa-camilla.
    En aquella Andalucía en que los fríos del invierno se remediaban con el brasero de picón dentro de la mesa-camilla, la palabra nagüillas estaba en boca de todos, porque había que echárselas por encima de las piernas para darse calor, y a veces uno tiraba demasiado de las nagüillas y destapaba a los demás: "¡Niño, deja las nagüillas quietas, que nos destapas!"
    ¡A cuántos deliciosos juegos se prestaron aquellas benditas nagüillas bajo el amparo del braserito!
    Saludos.

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  2. Supongo que nagüillas viene de enagüillas, esos faldones cortos que se ponen a las imágenes de Cristo, según el diccionario. De pequeño conocí los braseros de picón, los soplillos de esparto para avivar el fuego, la enjugadera para proteger los pies y las badilas para remover las brasas. Muy entrañables, pero también muy peligrosos por los gases que soltaban. Y los juegos...de todo tipo, jajaja.

    Saludos

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  3. Es claro que el diminutivo nagüillas procede de enaguas, la prenda interior femenina que se usaba bajo la falda y sobre la ropa interior.
    Este uso es andaluz, en Castilla se usa en dos modalidades: "enaguas de mesa" y "enaguas de camilla".
    La modalidad andaluza del castellano tiene siempre un encantador carácter popular y afectivo.

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  4. Tras tocar el timbre para el recreo de las once, una joven profesora que hacía su servicio de guardia, entró en una de las aulas y se encontró a un alumno con los pantalones a medio bajar, tocándose la camisa. Alarmada preguntó "¿qué estás haciendo?", y el alumno respondió "me estoy atacando". Y la profesora salió en estampida creyendo que el alumno la iba a agredir sexualmente.

    Resultó gracioso oir como el Jefe de Estudios, que es natural de Baena, le aclaraba a la profesora que lo que el alumno hacía era "remeterse la jarapilla", actitud muy alejada de la interpretación que hizo inicialmente la profesora.

    ¡En cada lugar llamamos de modo particular a algunas cosas!

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  5. Obviamente, la profesora no es palmeña, creo que es de Córdoba capital, al menos vive ahí.

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  6. Giordano, no sé si en Córdoba se dice así. Lo que es seguro es que no es de la campiña, pues entonces conocería la palabra.

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  8. ¿Cuando habláis de <>, os referís al municipio cordobés <>?

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  9. ¿Cuando habláis de <>, os referís al municipio de Palma del Río?

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  10. Nos estamos refiriendo a Palma del Río, naturalmente. De donde somos y donde vivimos. Por eso es el diccionario palmaño.

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