lunes, 12 de noviembre de 2012

El monasterio de San Francisco de Palma, el convento de mis primeros años



Otro de los lugares a destacar en los recorridos de mi memoria sobre mi niñez palmeña es el Convento de San Francisco. El convento, o mejor dicho, el edificio del antiguo convento o monasterio franciscano y su iglesia (que le llamemos popularmente de San Francisco, aunque está dedicada a la Virgen en realidad, como nos indicó Manuel Nieto Cumplido hace años, en las jornadas de Conferencias del Bicentenario de la proclamación de la patrona).

Una de las apariencias que ha tenido la fachada de la iglesia
Un poco de historia. El monasterio nació gracias a que los señores de Palma, Don Luis Portocarrero y su esposa Doña Leonor Girón, ofrecieron la ermita de la Virgen de Belén (la original) para instalar en ella una enfermería al servicio de los conventos franciscanos de San Luis del Monte y de Santa María de los Ángeles. El convento se creó por bula del Papa León X expedida en 1518. El edificio fue creciendo con diversas capillas, que se unieron a la ermita original y a la iglesia que se adosó posteriormente en el siglo XVII, junto a la entrada principal del convento, dejando oculto el antiguo santuario (cuya espadaña se ve aún, presentando una extraña orientación con la nueva nave de la iglesia), trasformada en Capilla de las Ánimas y ahora despacho parroquial.

Bóveda de la Capilla de las Ánimas
Durante la Guerra Civil sufrió destrozo y abandono posterior, hasta que fue reconstruida la iglesia en los años cincuenta, aunque no se reprodujeron la torre de la fachada ni el pórtico que vemos en fotografías antiguas.

La fachada de la iglesia en los años 30
El convento había pasado ya a manos privadas, siendo usado como un cortijo donde se almacenaban productos de las fincas y maquinaria, y vivían algunos empleados, además de disponer de estancias para alojarse cuando el propietario, heredero del cacique Don Félix Moreno Ardanuy, y su familia venían a Palma. 

El convento y la iglesia en los años 30
El conjunto tenía un valla que lo rodeaba, que despareció en 1972, cuando cedieron ese espacio al ayuntamiento, que hizo de él, en la democracia ya, una plaza con jardines, bancos, y el lugar donde se ha instalado la escultura que recuerda al cura Paco, don Francisco. La iglesia sufrió un vandálico incendio en 1977 y un robo, de los que quisieron culpar a los comunistas, aunque éstos lo negaron y condenaron los hechos. También después tuvo que cerrarse al culto por estar a punto de derrumbarse el techo, siendo arreglado con la colaboración del ayuntamiento.

El patio central desde la entrada
Mi relación con el convento y la iglesia. De niño, mi madre nos llevaba muchos domingos de visita a casa de Francisca López, “Quica”, que vivía en una de las dependencias que había en el patio del antiguo convento, propiedad de Alonso Moreno de la Cova. Mi madre trabajó unos años para este señor en Horcajo de Santiago (Cuenca) donde coincidió con Quica y seguramente se conocieron trabando amistad. Luego, al venirse a Palma, mantuvieron el contacto. Recuerdo su agudo y elevado timbre de voz y su acento castellano, que contrastaba con el de mis conocidos de la época. Francisca tenía dos hijas, Encarni y Ángela, esta última, por cierto (¡oh, coincidencias de la vida!) amiga desde la infancia de Anamari, mi mujer, que pasó muchos buenos ratos en sus habitaciones.

Mi madre sosteniendo a un niño (¿hijo de Alonso Moreno?) junto a Quica, en Horcajo

También vivían allí Nicolás Valbuena y su familia. Su hijo del mismo nombre, ahora director de banco, era un “manitas”. Guardo recuerdos de algunos “inventos” como un coche de madera con cojinetes que nos enseñó una tarde y nos fascinó, hasta el punto de intentar imitar el vehículo artesanal a base de los tableros y restos que conseguíamos de la carpintería que tenía López en el Río Seco. En el patio había un perro para guardar la casa, no recuerdo de qué raza, al que asustábamos a la ida y vuelta del colegio de Duque y Flores, ahora Colegio Vicente Nacarino, golpeando la puerta de chapa que daba al patio central. Puerta que ha sido sustituida por otra de estilo barroco no original, en las obras que hicieron años después, para la llamada Hospedería de San Francisco.

Entrada al convento actual
De niño fuimos a una fiesta en las habitaciones de arriba del edificio, donde vivían cuando Alonso Moreno de la Cova estaba en Palma. Fueron invitados los sirvientes (y antiguos sirvientes, como mi madre) y sus hijos. En una sala dieron una merienda y los niños actuaron para los “señores”, algunos cantaron, otros recitaron algo o contaron chistes. A mí me regalaron un sacapuntas en forma de helicóptero azul. Siendo concejal le volví a tratar varias veces, teniendo conmigo un trato correcto y hasta algo paternalista, recordando con cariño a mi madre, que fue la niñera de sus hijos, Alonso y José Joaquín. Alonso Moreno (de la Cova) de Silva, casado y divorciado de Carmen Martínez de Sola y Coello de Portugal, periodista, parlamentaria andaluza por el PP y Directora General de Consumo en el gobierno de la Comunidad de Madrid, y José Joaquín Moreno de Silva, que fue rejoneador y siguió regentando la ganadería paterna, de origen Saltillo, cuyas reses pastan en la Vega.

José Joaquín Moreno de Silva en una mesa redonda en Peñaflor (2º por la izquierda)

José Joaquín estuvo una vez en mi casa, cuando vino de la mili, y me trajo un caballo de latón, montado por un vaquero del Oeste americano, que movía las patas con un mecanismo de cuerda, una muestra del cariñoso recuerdo que tenía de cuando mi madre les cuidó en Horcajo.

El Padre Paco
El padre Paco, Don Francisco Moreno Horcas, era el párroco de la iglesia. Era una persona simpática, entrañable, sencilla, que vivía en la calle Belén, en el bloque donde residió, cuando los conocí, la familia de Manuel Pérez, “Manolín el del repuesto de la calle Ancha”, padre de Manolo Pérez, técnico de cultura del ayuntamiento. Fue un cura valiente que se conquistó al barrio y que ayudó innumerables veces a pobres y trabajadores, diariamente o en sus luchas, pues prestó cobijo al movimiento obrero, enfrentándose a las autoridades franquistas y post-franquistas, cuando buscaban refugio en su parroquia. 

Antigua entrada del Monasterio
El padre Paco falleció en 2004, con gran pena del barrio y de mucha más gente. Tiene una calle con su nombre desde antes de morir y su biografía la podemos conocer a través del libro “Historias de un cura bueno” de la Editorial Coleopar Ceparia. También conocí allí a Gabriel Castilla, que sucedió al padre Paco al frente de la parroquia, y que en su primera misa a la que asistí nos recriminó a los que estábamos a la entrada, oyendo misa de pie, como teníamos costumbre, que no pasásemos a la zona de bancos. Luego lo tuve como profesor en el instituto y como amigo.

El patio central, donde vivía la familia de Quica, hoy día
La hospedería la creó Alonso Moreno de Silva en sus propiedades heredadas del antiguo convento, zonas que han ido creciendo y modificando su fisonomía hasta convertirse en un establecimiento de categoría. Mi amigo Manolo Baena, antes de irse a Puente Genil, estuvo de director del hotel durante algún tiempo. Este establecimiento alcanzó pronto fama, especialmente con el chef Iñaki MartínezHoy ya no es "la hospedería" sino el Hotel Monasterio de San Francisco, de Intergroup Hoteles.

Iñaki Martínez, con Marta Sánchez y el grupo Olé Olé
Allí se han celebrado muchos eventos de todo tipo: conferencias, la Feria del Teatro en el Sur, exposiciones... Como cliente he disfrutado de sus servicios gastronómicos y de ocio, para tomar café, copas, para ligar... Uno de los adornos e inscripciones, en una especie de pergamino que tenían en el bar, hacía referencia a otra de las leyendas de Palma, la del origen palmeño de las naranjas que llevaron a California los franciscanos del convento palmeño, junto a Fray Junípero Serra. Nuestro añorado Rafa Nieto nos relata y aclara esta leyenda en su blog. No dejéis de leerlo pinchando en el enlace que adjunto.

Pintura en el arco de entrada de Fray Junípero Serra
En la parroquia del convento había varias dependencias en las plantas superiores. Allí recuerdo que dio clases Don Antonio Espejo Canto, practicante que además ejercía de maestro y de director de la oficina local de Fidecaya. Falleció no hace mucho en Córdoba y era el padre de mis amigos José Luis y Antonio Rafael. También había un grupo de Scouts, los scouts católicos, que dirigía Miguel Vargas, el de la Papelería San Antonio. 

Vista aérea del conjunto
En estas salas participé o asistí en la niñez y la juventud en actividades como las que organizaba la Asociación Cultural Vientos del Pueblo, en Ferias de libro, exposiciones, los interminables ensayos del grupo de teatro, etc. Como me recordó mi amigo Leonardo, allí se celebró la conferencia sobre Argentina que impartió mi hermana Sole

Una ventana en tiempos pasados
Eran otros tiempos, las iglesias se abrían a todos, fuesen o no fieles, en sus recintos se daba cobijo e infraestructura para actos culturales y otros acontecimientos y encuentros abiertos a la sociedad. Lástima que la cosa haya cambiado tanto en estos tiempos recientes de integrismos y fanatismos. Pero eso no borrará su amable y emocionante pasado.

2 comentarios:

  1. "Toto" ha sido el único perro con el que tenido amistad, siempe he tenido miedo a los perros, aún lo tengo. Sobre todo a los perros enormes como él. Se decía que era un cruce de lobo con pastor aleman y que por eso aullaba las noches de luna llena. Yo afortunadamente nunca lo oí. No entendía cómo no os daba miedo cabrearlo cuando pasabais del colegio. Era un animal muy dócil y sobe todo potector con los suyos, cuando nos acompañaba nadie se atrevía a mirarnos. Tarde muchos meses en acercarme a èl, cada día un poquito más, y hoy por hoy es el único perro con quien he tenido relación.

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  2. ¿Que no nos asustábamos? Claro que sí, y sobre todo no nos atrevíamos a cabrearle si estaba abierta la puerta o se encontraba en sus cercanías. Más de una carrera dimos tras golpear la puerta o ladrarle, pero sabíamos que no iba a salir a la calle. Sé de tus miedos a los perros, pero seguro que Toto no os atacaba, ya que te consideraba como una más de la casa, de tanto visitarla.

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