Hace cuatro años, tras la apabullante victoria del PP en ayuntamientos, diputaciones y comunidades autónomas, los medios de comunicación extendieron la idea, auspiciada por el partido ganador, de que los perdedores estaban llevándose documentos y destruyendo mucho papel en las instituciones. Era una forma más de dañar, de humillar a un PSOE que perdía enormes parcelas de poder. No se demostró nada de esa supuesta destrucción. Es más el PP se ha dedicado en muchos lugares a buscar entre los documentos públicos (imposibles de destruir) supuestas irregularidades (algunos encontró, es cierto), para provocar escándalos con los que asegurarse que no diese la vuelta a la tortilla en las siguientes elecciones.
Ahora que se vuelve a producir una debacle electoral, pero de signo contrario, se vuelve a hablar de las trituradoras de papel. Y se fotografían contenedores repletos de este material desechado en las instituciones gobernadas por el PP que, tras el resultado y en previsión de pactos que les echen del gobierno, están siendo usados, según se sospecha, para eliminar pruebas de algo que no se quiere que se sepa y pase a manos de otros partidos. Como un bumerán, las acusaciones de antaño se vuelven contra el partido que las lanzó.
Parece que vender trituradoras es el negocio del momento. E incluso hay quien ha sacado el chiste de que con las tiras de papel que salen de las trituradoras es como algunos están fabricando las pulseras anti-Podemos que los derechosos están vendiendo. Mientras no se despeje el panorama institucional vamos a seguir escuchando cosas como éstas. Los nervios están dando para mucho. Y hasta el PP está haciendo aguas por todos lados. Seguro que ahora se arrepienten de no habar usado la trituradora con la contabilidad de los tesoreros del partido, que va a conseguir sentar en el banquillo al PP como responsable civil subsidiario de una "organización criminal y asociación ilícita".
No hay comentarios:
Publicar un comentario