David Bowie ha muerto. El maldito cáncer se lo ha llevado. El hombre de las mil caras, el que tenía cada ojo de un color diferente, el extraterrestre bisexual, el duque blanco, el camaleónico cantante de rock, de pop, el rey del glam no ha podido con ese mal que muchos ocultan con el eufemismo de "larga enfermedad", que le ha tenido luchando más de un año apartado de los escenarios. Seguía trabajando, a pesar de todo, y acababa de sacar nuevo disco hace pocos días, Blackstar, su disco número 25 y último, tras otra obra polémica que comenté hace tiempo. Con sus 69 años recién cumplidos, este londinense afincado en Estados Unidos, parecía que no pasaban los años por él, pleno de creatividad. Pero, su hijo nos ha dado la mala noticia. No ha podido ganar la batalla, y nos ha dejado. Polémico, comprometido, culto, vanguardista, valiente, rebelde estrafalario y elegante. Y además de músico, compositor y productor, actor. Lo fue todo, en el espectáculo. Por suerte su obra sigue viva y servirá para comprobar que todavía continua habiendo héroes de la música. Descanse en paz. Recordémosle con el tema que daba nombre a uno de sus álbumes, Scary Monsters (And super creeps)
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