Pasada ya la algarabía de besos, abrazos, felicitaciones, copas, cenas abundantes, dulces, turrones, risas, fotos, mensajes de whatsapp, chistes, campanadas, uvas, cava, bailes, matasuegras, gorros de cartón, etc. y ya de lleno en pleno nuevo año, lo que apetece es descansar. Buscar la paz de las montañas, por ejemplo. Respirar aire puro y fresco (en las alturas sí lo tendremos, a diferencia de este "veraniego invierno" que estamos soportando) en plena naturaleza. Depurar el organismo a base de soluciones naturales y ancestrales. Con el viento en la cara y los ojos bien abiertos. Aunque estemos lejos de los promontorios que desafían y superan a las nubes, y que en otros días registramos con la cámara fotográfica. Para eso sirven también las fotografías, para sanarnos el cuerpo y el espíritu de excesos, volviendo a contemplar los paisajes que calman nuestra vida. Y, así, coger fuerzas para emprender el camino que nos queda recorrer en las próximas jornadas. Empezamos año y, desde la altura, afrontamos un nuevo ciclo.
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