martes, 16 de agosto de 2016

La rana de la Universidad de Salamanca


Este año, en nuestro viaje de vacaciones, hemos hecho una breve parada en Salamanca. Y, como no, hemos visitado sus monumentos más conocidos, como la Universidad. También, como no, hemos buscado la famosa rana que hay esculpida en la fachada del edificio de las llamadas Escuelas Mayores, una obra del Plateresco que concita el interés de todo visitante (incluidos los correspondientes japoneses) que buscan el famoso batracio, entre tanta figura labrada en la piedra. Una joya, por cierto, toda la enorme fachada. Ni que decir tiene que encontramos al anfibio de nuestras cuitas, unos más fácilmente que otros. Con algo de ayuda, llegamos a captar la imagen deseada.


No ha sido esta la primera vez que he visto a la rana. Hace más de veinticinco años estuve en Salamanca y buscamos la rana. Fue en Semana Santa. Mi hermano Roberto vivía con su mujer, Encarni, todavía sin hijos, en Plasencia, ciudad hermosa y orgullosa del norte de Cáceres, con aspiraciones a convertirse en la capital de la tercera provincia extremeña. Fuimos mi amigo Leonardo y yo de vacaciones. 


Tras varias visitas por la zona, pensamos en ir a Salamanca una mañana. Pero amaneció lloviendo y sin previsiones de amainar las precipitaciones. Así que decidimos cambiar los planes, ya que la visita iba a quedar deslucida por la lluvia y las nubes. Mi hermano propuso, tras un paseo, ir a comer a una marisquería que había cerca de un puente, en el caso viejo de Plasencia, cosa que nos pareció bien. Pero estando allí, disfrutando de los manjares del marisco, cuando un servidor tuvo que hacer sus necesidades, vio que había dejado de llover e incluso se estaba despejando. Volví con la noticia a la mesa y Roberto dijo, sin dudar ¡a Salamanca! De esta manera emprendimos viaje a la capital charra.


Hicimos una parada en Béjar para tomar café, y tras un no muy largo viaje, llegamos a Salamanca. Para entonces había salido un brillante sol, parecía que la meteorología se aliaba con nosotros (aunque a la vuelta volvió a empeorar, llegando a nevar en la Sierra de Francia, cosa que festejamos saliendo del coche y lanzándonos bolas de nieve como niños). La nota discordante la puso el viento. Unas fuertes rachas soplaban por doquier. Recuerdo cómo la falda de mi cuñada más de una vez voló, obligándole a sujetársela con las manos, para no provocar escándalo público, sobre todo en tiempo de cuaresma


Tras visitar la imponente plaza mayor, engalanada con crespones, estandartes y emblemas de cofradías y hermandades, nos paramos en un bar a por otro café, pues la tarde avanzaba, y con ella, las temperaturas iban bajando. Fue entonces cuando el camarero nos preguntó si habíamos visto la rana. Le dijimos que no. Entonces nos advirtió de la leyenda que dice que los estudiantes se afanaban en buscarla pues así se garantizaban el éxito en sus estudios y, además, el poder casarse. Fuimos entonces en busca de la Universidad a ver si "cazábamos" el dichoso batracio anuro...  si no, no nos casaríamos. 


Tras larga búsqueda, por fin, ¡habemus ranam! Encontramos el objetivo que nos trajo de cabeza durante un buen rato. ¡Por fin podremos casarnos! Los solteros, se entiende, o sea, mi amigo y yo, pues los otros dos ya eran matrimonio.


No sé si será cierta esta superchería estudiantil antigua. Lo cierto es que ambos nos casamos tiempo después. En mi caso bastante tiempo. E incluso concluí mis estudios universitarios, fuera, eso sí de la alma mater salmantina. Da igual. Como entonces, al llegar a Salamanca este año, "he vuelto" a la Universidad. Y, como no, sea para lo que sea, hemos vuelto a encontrar la ubicación de la famosa rana. Localización exacta que no descubriré, por si visitáis el lugar. Ya os tocará a vosotros hallar al batracio. 

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