Hace 80 años Miguel de Unamuno tuvo que salir "escoltado" de la Universidad de Salamanca. Fue en un acto del "Día de la Raza" (una de las denominaciones de las celebraciones del 12 de octubre). Hubo discursos embravecidos con el inicio de la guerra civil, convirtiendo ese acto, que además coincidía con la apertura oficial del curso académico, en un mitin fascista, ensalzando "valores patrióticos", las nuevas ideologías nacionalistas y totalitarias, el pasado imperial, y el mismo golpe miliar. Unamuno, que estaba allí como rector, pronunció un discurso contrario a las "tesis" defendidas por los anteriores intervinientes. El general Millán-Astray, el fundador de la Legión, le interrumpió varias veces, gritando consignas políticas y el conocido "¡Viva la muerte!", queriendo intervenir. Unamuno le contestó, todavía más indignado. Algunas de esas frases fueron:
«Acabo de oír el necrófilo e insensato grito "¡Viva la muerte!". Esto me suena lo mismo que "¡Muera la vida!". Y yo, que he pasado mi vida componiendo paradojas que excitaban la ira de algunos que no las comprendían he de deciros, como experto en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente. Como ha sido proclamada en homenaje al último orador, entiendo que va dirigida a él, si bien de una forma excesiva y tortuosa, como testimonio de que él mismo es un símbolo de la muerte. El general Millán-Astray es un inválido. No es preciso que digamos esto con un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes. Pero los extremos no sirven como norma. Desgraciadamente en España hay actualmente demasiados mutilados. Y, si Dios no nos ayuda, pronto habrá muchísimos más. Me atormenta el pensar que el general Millán-Astray pudiera dictar las normas de la psicología de las masas. Un mutilado que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, que era un hombre, no un superhombre, viril y completo a pesar de sus mutilaciones, un inválido, como he dicho, que no tenga esta superioridad de espíritu es de esperar que encuentre un terrible alivio viendo cómo se multiplican los mutilados a su alrededor. El general Millán-Astray desea crear una España nueva, creación negativa sin duda, según su propia imagen. Y por eso quisiera una España mutilada (...)».
Millán-Astray volvió a interrumpir: «¡Muera la intelectualidad traidora! ¡Viva la muerte!». Y Unamuno expresó una de esas frases rotundas que le han hecho célebre: "Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis, porque para convencer hay que persuadir. Y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España. He dicho."
Unamuno había sido uno de los defensores de la República, pero, por la deriva que había tomado ésta, terminó defendiendo el alzamiento militar. Pronto comprendió su error, algo que expresó ese día en el paraninfo de la Universidad de Salamanca. Terminó saliendo de allí entre insultos y amenazas y luego fue depuesto de sus cargos.
Hoy seguimos viviendo las consecuencias de las diferentes visiones que hay de España, o, incluso, de las pretensiones de dividirla y disolverla. No con métodos tan violentos como los que se sufrieron hace 80 años, afortunadamente, pero no menos polémicos. En un día como el de hoy, 12 de octubre, esas visiones provocan episodios de enfrentamientos entre españoles, de desacato judicial, de enaltecimiento de banderas (de unos o de otros, de colonizadores o de colonizados, de "unionistas" o de "nacionalistas disgregadores"), de himnos, y otros símbolos sin tener en cuenta a los propios ciudadanos, ni sus problemas. Hoy volvemos a cuestionarnos la "esencia" de España y las consecuencias de su acontecer histórico. Y, de nuevo, envueltos en polémicas. Si Unamuno siguiese vivo, seguro que volvería a sentirse decepcionado.
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