Ya he escrito algo sobre la mitificación de Jesús de Nazaret. Esta vez me centraré en su papel de “mesías”.
Para los cristianos, Jesús es Cristo, trascripción del vocablo griego Khristos, traducción del hebreo mashiah, que significa ungido. Para los judíos, los sacerdotes eran los ungidos (con aceite). La tradición mesiánica se fundamentó en la revelación de Yahvéh, la Torá. La base de esta creencia está en la bendición profética de Jacob a su hijo Judá, en Génesis 49:10
Nadie le quitará el poder a Judá
ni el cetro que tiene en las manos,
hasta que venga el dueño del cetro,
a quien los pueblos obedecerán.
Según esta “profecía”, de la dinastía de Judá nacerá el rey de Israel. Corrobora esta afirmación la promesa del dios hebreo al mítico David: Tu dinastía y tu reino estarán para siempre seguros bajo mi protección, y también tu trono quedará establecido para siempre. (Samuel 7:16)
La unión en una misma figura del rey (heredero de David) y el sacerdote se encuentra en el Salmo 109 –110. En él Yahvéh se dirige al Mesías con las palabras: 'Siéntate a mi derecha, y haré de tus enemigos estrado de tus pies. !Desde Sión extenderá el Señor el poder de tu cetro: somete en la batalla a tus enemigos...!' (Sal 109/110, 1-2). A estas expresiones, que no pueden dejar ninguna duda sobre el carácter real de Aquel al que se dirige Yahvéh, sigue el anuncio: 'El Señor lo ha jurado y no se arrepiente: Tú eres sacerdote eterno según el rito de Melquisedec' (Sal 109/110, 4). Como vemos, Aquel al que Dios-Yahvéh se dirige, invitándolo a sentarse 'a su derecha', será al mismo tiempo rey y sacerdote 'según el rito de Melquisedec'. (Juan Pablo II, catequesis).
El mesías es rey y sacerdote, ungido con la misión de ocupar el trono de David, según la promesa de su dios.
En tiempos de los romanos, surgieron numerosos aspirantes a mesías que predicaban la inminente llegada del Reino. Famosos fueron el Rabí Akibah (un judío intelectual del siglo segundo) o Shimon Bar Kosiva (conocido luego por Bar Kokhba, héroe de Betar). El mesianismo se extendió por toda Palestina, como explica el historiador judío Flavio Josefo, sucediéndose figuras como Teudas, Eleazar ben Deinaos, Menahem (hijo de Judas de Galilea), Eleazar el instigador del suicidio colectivo de Masada... El último rebelde fue el citado Bar Kokhba, tras la destrucción del templo y el saqueo de Jerusalén, ordenado por el emperador Vespasiano. Todos perecieron sumiendo al pueblo judío en el más absoluto pesimismo, que daría lugar a la famosa “diáspora”. Ya en ella se nombran a dos, Shabtai Tzvi., descendiente de sefardíes, en el siglo XVII, y Lubavithcher Rebbe Menachem Mendel Schneersohn, recientemente (Rabí Ya'acov Farber). E Israel ha “triunfado”, paradójicamente, de la mano de los gentiles (Inglaterra, que le da la independencia, tras derrotar al imperio otomano).
Para nosotros, educados, a nuestro pesar, en las religiones cristianas, el Mesías es Jesús ('Yehsúa
haNatzrí'), pero éste convivió con otros aspirantes a mesías, considerados todos delincuentes (bandidos) por los ocupantes romanos: Judas de Galilea, Simón, Atrongeo...
(Marvin Harris). El mismo Jesús es discípulo de Juan el Bautista, del que se separa protagonizando el primer “cisma de la cristiandad”. La muerte de Jesús se produce junto a otros bandidos-zelotes, Dimas, Barrabás, como relata la Biblia, tras dos juicios (el judío y el romano). Cuando el pueblo puede liberar a un detenido, elige a Barrabás (su perfil es el más coincidente con la idea mesiánica: fanático religioso y violento). Jesús no contaba con predicamento (a pesar de lo que nos cuentan sus seguidores) entre la población que esperaba ansiosa el mesías. Y los romanos lo ejecutan, precisamente, por considerarse rey, aunque sus “súbditos” no lo reconozcan. Por eso sostengo que es un fracasado (como todos los aspirantes a mesías, ya que los judíos siguen esperando la vuelta del rabino-guerrero, heredero legítimo del trono de David).
Posteriormente la figura de Jesús se adornará con elementos de la religión mitraíca y otros elementos paganos (como la supuesta resurrección) queridos por los nuevos fieles, y sirve de “ídolo” para una nueva religión, ya separada del judaísmo (que siguieron, no obstante, defendiendo sus verdaderos discípulos). Este es su “triunfo”, que, en estos días de semana santa, celebran sus actuales seguidores.