Ayer os comentaba la foto de mi primer vehículo manejado por el que sucribe. Y aclaraba que mi primer medio, como el de muchos niños de corta edad, fue el CARRITO DE BEBÉ. Esta foto da prueba fehaciente de ello, mostrándome con 5 meses y 11 días (19 de abril de 1962), según reza en el anverso de la amarillenta y troquelada por alrededor cartulina (como era costumbre en aquellas fechas) donde está impresa.
Posteriormente llegaría el “tacataca” del anterior post. Y luego, manejándome de forma más estable sobre las dos piernas (aunque nunca he sido muy hábil de esta guisa por la morfología “patiabierta” de mis extremidades inferiores), llegó el TRICICLO, magnífico invento, similar a la bicicleta, para ganar velocidad en los desplazamientos, aunque dotado de tres ruedas para garantizar la estabilidad del conductor. En la foto es mi hermano Roberto quien sostiene el manillar del famoso artilugio, por el que nos peleábamos frecuentemente, ya que solo disponíamos de uno.
Ni que decir tiene, que lo que a nosotros nos atraía era la bicicleta. Mi padre tenía una bicicleta, que usaba para desplazarse a atender los avisos que tenía como practicante titular del ayuntamiento (cuerpo de funcionarios de sanidad local, que desapareció al integrarse muchos de sus miembros en la seguridad social, con la ley de sanidad del gobierno de Felipe González, que implantó el derecho universal a la salud), ya que no tenía coche desde hacía muchos años. Era una bicicleta “de mujer”, sin barra recta entre manillar y asiento (su volumen corporal le impedía subirse al sillín alzando la pierna). Y casi quedó en desuso al jubilarse por enfermedad, de forma anticipada.
Reconozco que me ponía pesado pidiendo una BICICLETA. Hasta que un día al llegar del colegio me encontré una de paseo (no de carreras), de mi tamaño, de las de manillar alto, como estaban de moda en aquellas fechas (principios de los setenta). Me fui corriendo a montarme, creyendo que era para mí, y me frenaron en seco diciéndome que era de un niño que había venido a la consulta médica de mi hermano mayor, y se la había olvidado. ¡Qué chasco!. Pero viendo mi cara de profunda decepción, desvelaron la broma. Era la bicicleta de mis sueños. Mi hermano usaría la de papá y yo tenía la bici nueva. ¡Bien!. Me costó aprender, pero conseguí manejarla con habilidad y diariamente me montaba en el patio de mi casa, hasta conseguir que casi formase parte de mi anatomía, como una prótesis de quita y pon. Muchos años disfruté de ella, hasta hacerme mayor, y terminar desguazada para reutilizar sus piezas como recambio de la bicicleta paterna, que sirvió para mi hermano Roberto, su novia y sus “cuñadas” para irse a trabajar al campo o de excursiones juveniles. Ya no tuve ningún vehículo más hasta que en 1993 me compré mi primer coche.
Posteriormente llegaría el “tacataca” del anterior post. Y luego, manejándome de forma más estable sobre las dos piernas (aunque nunca he sido muy hábil de esta guisa por la morfología “patiabierta” de mis extremidades inferiores), llegó el TRICICLO, magnífico invento, similar a la bicicleta, para ganar velocidad en los desplazamientos, aunque dotado de tres ruedas para garantizar la estabilidad del conductor. En la foto es mi hermano Roberto quien sostiene el manillar del famoso artilugio, por el que nos peleábamos frecuentemente, ya que solo disponíamos de uno.
Ni que decir tiene, que lo que a nosotros nos atraía era la bicicleta. Mi padre tenía una bicicleta, que usaba para desplazarse a atender los avisos que tenía como practicante titular del ayuntamiento (cuerpo de funcionarios de sanidad local, que desapareció al integrarse muchos de sus miembros en la seguridad social, con la ley de sanidad del gobierno de Felipe González, que implantó el derecho universal a la salud), ya que no tenía coche desde hacía muchos años. Era una bicicleta “de mujer”, sin barra recta entre manillar y asiento (su volumen corporal le impedía subirse al sillín alzando la pierna). Y casi quedó en desuso al jubilarse por enfermedad, de forma anticipada.
Reconozco que me ponía pesado pidiendo una BICICLETA. Hasta que un día al llegar del colegio me encontré una de paseo (no de carreras), de mi tamaño, de las de manillar alto, como estaban de moda en aquellas fechas (principios de los setenta). Me fui corriendo a montarme, creyendo que era para mí, y me frenaron en seco diciéndome que era de un niño que había venido a la consulta médica de mi hermano mayor, y se la había olvidado. ¡Qué chasco!. Pero viendo mi cara de profunda decepción, desvelaron la broma. Era la bicicleta de mis sueños. Mi hermano usaría la de papá y yo tenía la bici nueva. ¡Bien!. Me costó aprender, pero conseguí manejarla con habilidad y diariamente me montaba en el patio de mi casa, hasta conseguir que casi formase parte de mi anatomía, como una prótesis de quita y pon. Muchos años disfruté de ella, hasta hacerme mayor, y terminar desguazada para reutilizar sus piezas como recambio de la bicicleta paterna, que sirvió para mi hermano Roberto, su novia y sus “cuñadas” para irse a trabajar al campo o de excursiones juveniles. Ya no tuve ningún vehículo más hasta que en 1993 me compré mi primer coche.
8 comentarios:
Hola Francisco Javier. He leído este artículo y el anterior, en donde nos muestras tu primerísimo vehículo. Y me ha traído recuerdos. Recuerdos que más bien son contrastes, paradojas y pequeñas curiosidades.
Yo nunca tuve esos vehículos. Ni taca-taca, pollera, andador, o como en cada región se acostumbre a denominar. Bicicleta sí; tuve bicicleta a los 13 años. Nada más. ¿Por qué? Pues como estamos en plan de evocaciones y confidencias, ahora que no nos lee nadie, paso a deshilvanar.
Nací en el seno de una familia humilde dentro del contexto de un pequeño pueblo (500 habitantes). Eso marca mucho. En mi casa, al parecer, no había disponibilidad económica para taca-tacas, polleras, andadores, triciclos, patines, ... ni las mínimas y recurrentes etcéteras (que nunca he sabido lo que son). Mi padre, falangista camisa vieja, por su adhesión al régimen y otros méritos por el estilo, llegó a la más alta cota de la política, que fue ser designado por el dedo del Gobernador Civil para ocupar la alcaldía de mi pueblo. Pero no debió hacer carrera de esas que a veces se les suponen a los políticos y sobre todo a los políticos franquistas y ahora a los de derechas (como a los chicos de la Esperanza Aguirre).
Así pasó mi primera infancia y... ¡Cuál no sería mi alegría cuando a los 13 años logré arrancar a mi padre el solemne compromiso de que me comprara una BH de dos ruedas!
Paso mi infancia gris y cuando me hice mayor, un buen día recapacité que los únicos estudios que mis padres tuvieron acceso a darme, fueron los de la escuela primaria; de los 6 a los 14 años. Y en mi madurez, llegue a tener envidia o una cosa parecida, por todos aquellos que habían cursado el bachillerato elemental. Mucho más por los que tenían 4º y Reválida. ...Y por los que llegaron hasta la Universidad, ya ni te cuento.
También con la madurez vino el raciocinio y me hice de izquierdas. Concretamente del PSOE (cuando el PSOE parecía que era menos de centro de lo que parece en la actualidad). Y llegué a ocupar el mismo cargo que en los años de plomo, ocupó mi padre.
Pero nunca renegué de él y siempre me he sentido orgulloso de ser su hijo, aunque me quedé con ganas (y hasta con envidia), de tener esos primeros vehículos como taca-tacas, polleras, andadores, triciclos, patines, ... y etcéteras.
Nada más. Salud y República laica y pronto.
Vaya, Jesús, nos has hecho una biografía resumida, muy interesante. Salvando las distancias, hay similitudes con la mía. Mi padre hizo la guerra en el bando nacional, era funcionario (como decía en la entrada) si bien antes de la República ocupó ya el mismo puesto en la plantilla municipal. No se llevó bien con los prebostes del régimen, con lo que se ganó enemistades y posibilidades de "progresar", pero es que no le interesó la política y veia en ella algo sucio, muy propio del pensamiento conservador que tenía (aunque los ejemplos que conoció en el régimen, le reafirmó en su idea). Los sueldos municipales eran una miseria (la corrupción institucionalizada les permitía enriquecerse a los que la practicaban) y por tanto tampoco se hizo rico, con algun desahogo sí, pero no para derrochar. De hecho, la virtud del ahorro y el negarse al endeudamiento eran señas de identidad. Por ello había medios, pero no ostentación. Además, cuando se jubiló anticipadamente, la pensión que le quedó no era para tirar cohetes, y de ella vivíamos los cuatro que estábamos en casa cuando se retiró (los otros tres hijos mayores ya se buscaban la vida fuera del hogar). Tuvo cinco hijos, tres con su primera mujer y los menores, mi hermano menor y yo, con la segunda, tras enviudar. A todos nos dio estudios, ahorrando, trabajando como un negro, administrando.
La bicicleta de la que hablo también era una BH, la única que tuve, y el segundo vehículo que hubo en casa (mi padre no tenía coche ni moto). Ahora muchos tienen varias en su hogar, de paseo, de montaña, de carreras. Me parece que fue lo único que no compartimos mi hermano menor y yo, al perdurar la de mi padre en perfecto estado. Lo demás lo compartíamos, hasta la ropa, que muchas prendas "heredaba" yo (aunque era mayor) por ser menos corpulento.
En fin, como decía, algunas coincidencias. De mi padre voy a escribir pronto un post, pues aunque también discrepamos (menudo disgusto cuando se enteró, en tiempos todavía de clandestinidad, que yo era un "niñato rojo"), me respetó y me educó bien, siendo su integridad personal y su independencia, virtudes dignas de admiración.
Me han encantado estos post llenos de recuerdos y ternura, geniales.
Muchos besoss
Lo de Marta, una verdadera pena. Qué mal está el mundo, qué mal.
DianNa, muchas gracias, mi blog no es un blog político en sentido estricto, sino más bien personal (aunque yo me dedique a la política, por ahora), por eso me gusta dar estos toques íntimos, históricos, culturales, etc.
¿Marta es tu hija enferma?. ¿No se aclara la cosa?. Lastima. ¡Ánimo! ya se arreglarán los problemas. Besos
Me llama mucho la atención las fotos antiguas que pones aquí porque de alguna manera me recuerda las que tengo yo con mi familia. Qué añoranza aquellos tiempos en que éramos niños y el mundo nos esperaba con expectación.
Bienvenida, manly. Después de años de mucha vida (y yo los tengo ya), repasar aspectos de nuestras vivencias, cuando las cosas se veían con otros ojos, los de la niñez, provoca sentimientos de añoranza, nostalgia, incluso melancolía. Algunas veces tenemos la sensación de que es verdad lo que se decía, que todo tiempo pasado fue mejor. Pero es un espejismo, no fue mejor. Olvidamos (¿deliberadamente?) aspectos que nos hicieron sufrir, que los hubo, y ensalzamos lo que nos hizo felices.
De todas maneras, siempre es malo olvidar, por sistema. Por eso recreo de vez en cuando, con la ayuda de la técnica, retazos del mundo en que viví o que protagonizó mi familia. Y así comprender mejor lo que somos y por qué actuamos de una determinada manera.
Perdón DianNa, cuando hablaste de Marta era sobre la muerte de la chica sevillana, ¿no?. Entendí mal. Y sí, es una pena. Pero también me da pena que esto se convierta en otro culebrón en los medios de comunicación, para vender noticias, como empezaron a hacer desde lo de las niñas de Alcaser.
Por otra parte, espero que tu hija mejore, claro.
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