miércoles, 14 de septiembre de 2016

La cena de los idiotas


Ya sabéis que me gusta el teatro. Asisto a muchas representaciones, incluyo en el blog las críticas de las obras que presencio, e incluso he participado como alumno en cursos y como actor en algunas representaciones. Por eso, otra de las actividades que frecuento cuando visito Madrid es la de ir al teatro, ya sea un musical u otro tipo de obras. Este fin de semana pasado hemos estado en la capital de España, y, además de visitar museos (el motivo del viaje era ver la Exposición sobre el V Centenario de El Bosco, en el Museo del Prado), hemos estado en un teatro, en plena Gran Vía. La obra que vimos fue "La cena de los idiotas", de Francis Veber. 


Es ésta una obra de humor, con mensaje, pero sin cargar las tintas. En ella se cuenta la historia de unos amigos que se reúnen una vez en semana para cenar, y para divertirse tienen que traer cada uno de los comensales un invitado nuevo, un idiota del que reírse sin piedad. El que lleve el más idiota gana el concurso. Un famoso editor queda en su casa con el invitado "especial", un funcionario del Ministerio de Hacienda que se dedica a hacer maquetas con cerillas. El editor tiene lumbalgia y decide suspender la cena, pero todo se complica, porque la mujer se marcha y llama para comunicar que abandona al editor. El idiota decide ayudar. A partir de esto, todo se complica. Y, en definitiva, no llegamos a saber quién es más idiota de todos.


La obra, de 1993, tuvo una versión cinematográfica dirigida por el propio autor. Y en 2010 se realizó la versión americana del film.  Como obra teatral ha sido muy representada, también en España, con diverso elenco. Nosotros vimos la versión de Josema Yuste (el de Martes y Trece), interpretada por Ramón Langa (la conocida voz del doblaje de  Bruce Willis), Agustín Jiménez (el idiota), Santiago Urrialde (el inspector de Hacienda), Manu Badenes (el amigo de editor, al que le quitó la novia), Esperanza Lemos (la mujer del editor) y Natalia Ruiz (una amiga "ninfómana" y amante del esoterismo).


Nos lo pasamos muy bien, sobre todo teniendo en cuenta que dura una hora y tres cuartos, y no llegamos a mirar la hora (no se nos hizo larga precisamente), a pesar de estar en la primera fila (el teatro estaba lleno). No me sorprende que lleven siete temporadas en cartel. No siempre hay que ver obras vanguardistas o sesudas, donde se mezclen géneros o muchos medios técnicos. Con una presentación tradicional y con una obra de texto, bien interpretada, podemos pasar un buen rato. 

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