lunes, 3 de febrero de 2020

Vuelta a La Puebla para la Candelaria


La fiesta de la Candelaria sigue viva, aunque en algunos lugares haya desaparecido o esté presente con menos vigor que en otros tiempos.  El aumento del nivel de vida, con la lógica mejora en nuestras poblaciones, en lo que a equipamiento urbano se refiere, ha hecho que cada vez haya menos candelas en nuestros pueblos, por los daños que el fuego provoca. Aun así, en algunos puntos de nuestro entorno, cada vez tiene más pujanza. Es el caso de La Puebla de los Infantes, población cercana a Palma del Río, en la Sierra Norte de Sevilla, a la que vamos casi todos los años desde hace una buena temporada, por motivos familiares. La celebración del Encuentro de Paramotores (este año en su 24 edición), además del empuje de los vecinos, potencia, sin duda, esta fiesta popular. El año pasado dediqué una entrada a la visita que realizamos para la Candelaria, y terminé con “El año que viene volveremos.” Así ha ocurrido.
Las candelas que hemos visto, mejor dicho los boliches (el montón de leña) y los muñecos que hemos visto para ser quemados en el fuego ritual, pues nos hemos desplazado por la tarde antes de que prendieran el fuego en cada barrio, han vuelto a tocar temas de actualidad. Muestro algunas fotografías de diferentes zonas.

La ecología y el futuro de nuestro planeta ha estado presente en buena parte de las candelas. Como esa donde hablaban irónicamente de lo limpias que están las aguas del pantano de José Torán (el embalse que está cerca, y donde se celebra la concentración de paramotores), en el que van a refugiarse animales marinos envenenados y atacados por los dichosos plásticos que contaminan las aguas de nuestro planeta.


También el calentamiento global tuvo su presencia en otra candela, incluso con la emisión de un vídeo en una pantalla, sobre este tema, que sirvió incluso para que los niños se concienciasen de este enorme problema a escala mundial.



Hubo recuerdos entrañables para profesiones antiguas, como la de las telefonistas que nos comunicaban antes de que la marcación automática se extendiera y generalizara. El letrero seguro que traerá muchos recuerdos a  los más mayores.



La exhumación de los restos del general Franco del Valle de los Caídos también tuvo su recuerdo en esta otra candela, comentada con el gracejo popular que caracteriza este tipo de fiestas.



Como popular es esta otra muestra de “mobiliario urbano”, que vimos de paso, entre candela y candela: una fuente callejera, que servía tanto para surtir de agua a la población como para que calmasen su sed los animales de transporte y carga que antaño eran útiles imprescindibles en poblaciones rurales como esta.




Las fogatas fueron prendidas, tras el paso del  jurado que valora y puntúa a las que entran en concurso (por cierto, este año, uno de ellos familiar de mi mujer), como muestra este vídeo, donde encienden el boliche por diversos puntos ayudados de un combustible guardado en una botella de plástico.



Como siempre, terminamos en la Candela de la Cruz, degustando (como en ocasiones anteriores) las exquisitas sopaipas con las que el vecindario de La Puebla repone fuerzas tras montar las candelas y con las que obsequian con generosa hospitalidad a todo el que se acerca para visitarles.

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