House: ¡Pero, señor monarca! le veo a usted hecho un pimpollo...
Rey: Pues sí, doctor House, la operación de rodilla ha sido todo un éxito, la reina y yo nos sentimos muy contentos y llenos de orgullo y satisfacción. Y me siento como un chavalote, jajaja.
House: Pues ya me dirá quién ha sido el que le ha dejado como nueva la rodilla, que yo estoy ya harto de meterme sobredosis de vicodina para quitarme los dolores de mi pierna.
Rey: Creo que se llama....¡ejem! no, no recuerdo.
House: ¡Diablos! y Cuddy está en un congreso. Vamos a ver, ¿era negro? ¿Era Foreman?
Rey: Pues no, creo que no. Sofía, no era negro, ¿no?
Sofïa: No, era blanco y le ayudó una chica delgada.
House: ¿Delgada? ¿Y guapa?
Sofía: No sé, llevaban las mascarillas en la cara.
House: Sería Trece, o la entrometida de Cameron. O, tal vez, la estudiante, Martha Masters.
(Silencio entre los presentes, mientras ponen cara de desconcierto)
House: Da igual. El importante era el cirujano. ¿Era un joven rubio o un achaparrado moreno, con grandes entradas?
Rey: Era un médico maduro y grave.
House: ¡Rayos! ya me han vuelto a colar a Taub...No me haría ninguna gracia ponerme en manos de ese cirujano plástico venido a menos.
Rey: Sofía, tráeme el regalo de los nietos, que han mandado Elena y Cristina.
(El rey abre un paquete y ¡zas! sorpresa)
House: ¡Rápido, el carro de paradas! ¡Enfermera, 200 miligramos de epinefrina!
Trece: ¿Qué ocurre, House? ¿Parada cardíaca? ¿Infarto de miocardio?
House: No, peor que eso, es Peñafiel, el periodista del corazón. El rey está perfectamente. Soy yo el enfermo. Esto es peor que el lupus, que una enfermedad autoinmune. Necesito una dosis de vicodina ya. Y luego me pondré en manos de Taub...Trece, rodéame con tus brazos, que voy a desmayarme.
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