Parece que eso de que la mujer trabaje es algo contemporáneo. En la ciudad tal vez, donde los roles están más definidos en la división del trabajo. En el campo la mujer ha trabajado como el hombre, eso sí, sin los mismos derechos, los pocos que había. El el campo, tradicionalmente, se ha disfrutado de un menor nivel de vida y de menos derechos. Así que la mujer no iba a ser una excepción. En el caso de los jornaleros, los trabajadores del campo sin tierra propia, al ser eventuales, ello obligaba y obliga a acudir a las tierras de otros para hacerles el trabajo. Las mujeres, desde hace muchos años, también han acudido con la doble tarea, la de cocinar, lavar la ropa, cuidar a los hijos... sobre todo cuando se daban (y dan) desplazamientos y alojamientos en las fincas ajenas. Y, además, la de trabajar en las faenas agrícolas. Esta foto es de las trabajadoras en la recogida del algodón, en la zona de Palma del Río, cuando se hacía a mano, y en muchas tierras de Andalucía existían grandes extensiones de ese cultivo. Las mujeres, junto a los hombres, formaban cuadrillas, inclinándose en las matas del algodón, pinchándose las manos con sus púas, recolectando en largas jornadas la blanca fibra vegetal. Una aparente igualdad que terminó hace años, con la mecanización de la cosecha y, ahora, con la casi desaparición de este cultivo. Muchas mujeres, con pañuelos, sombreros, enfundadas para protegerse, lo que hacía que no se distinguieran de los varones, trabajando a la par que ellos. Y doblemente explotadas. Su historia no es nada nuevo.
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