jueves, 9 de abril de 2015

Rincones palmeños: la isla y sus calles


Insula in flumine nata era la expresión en latín, que tenía del Derecho Romano, para denominar una forma de adquirir la propiedad, por accesión, es decir de hacer propias las cosas que queden unidas o acrezcan al dominio de una persona. Era la manera que permitía apropiarse, en este caso de las islas que se forman por aluvión o sedimentación de los materiales que transportan las aguas de los ríos (arena, grava, arcillas...) y se convierten en más o menos permanentes. Los romanos permitían que los dueños de las propiedades que limitaban con sus orillas, se hiciesen con el terreno de la isla, trazando una línea que la dividía por mitad, atribuyendo cada parte al dueño del fundo respectivo. Algo que hoy día todavía es posible, si los ríos no son navegables y flotables, según nos indica el Código Civil.


En el río Genil hay una isla, cerca de la presa que llamamos la "súa", el azud de la Harinera. Esa barrera que encauzaba el agua del río para usarla para el riego de la huertas, gracias a las norias que hubo allí desde tiempos de los musulmanes. O para mover las turbinas de la Fábrica de Harinas. Esa isla da nombre a otro rincón medio olvidado de Palma del Río, las calles La Isla y La Isleta. La primera casi paralela a otra vía que también debe su nombre al Genil, la calle Miralrío.


La calle La Isla es una callejuela pequeña, de trazado irregular, donde el ayuntamiento arregló el pavimento con losetas para confirmar su identidad peatonal. Casas humildes, como sus moradores; unas mejor, otras peor cuidadas. Poco ancha, como las calles árabes o que vemos en el Norte de África. Esos tejadillos que vemos en algunas puertas y ventanas casi se tocan unos a otros.


Una valla al principio, por la Avenida de Madrid, cierra el paso por las noches, para impedir más molestias de las soportables, por la cercanía de una discoteca. No es lugar de paso. Poca gente la conoce, pues para acceder al paseo del río se va mejor por Miralrío, además de que ésta es más frecuentada por sus talleres y almacenes.


Su "hermana menor", la calle La Isleta, es la "pobre" de la familia. Se llega a ella desde la calle Isla o desde Miralrío. No está ni cuidada, ni pavimentada, y si la anterior casi nadie la frecuenta, ésta, para colmo, está casi sin habitar: cocheras, almacenes, entradas o salidas de naves u otras propiedades la conforman... y una sola vivienda. De gente humilde, pobre, tal vez extranjeros.


La isla nacida del río no aprovecha a sus vecinos. La isla está cubierta de árboles y arbustos, y sus habitantes son las aves y otra fauna que vive del río. Los palmeños nos sentimos orgullos de nuestro río. Pero vivimos de espaldas a él. Estas callejuelas, medio ocultas, lo demuestran. Como la inquina contra el paseo de la ribera y su abandono. Rincones olvidados.

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