Como "Ocho apellidos vascos" nos dejó con buen sabor de boca, hemos asistido a la proyección de su secuela, "Ocho apellidos catalanes", del director Emilio Martínez-Lázaro. Una secuela que se adivinaba más que posible habida cuenta del resultado de la primera película. Ya lo anunciaron en pleno éxito de público, y este año se ha llevado a las pantallas. Como ya tenemos cine de "casi estreno" en Palma, en el Espacio joven creativo de formación y ocio (un "nombre y apellidos" que se parecen al pedigrí del que presume de auténtico euskera), fuimos ayer, reservando previamente la entrada, pues era de prever una avalancha de espectadores en el puente de la Constitución. Como así fue, pues la sala estaba completa y, al entrar, vimos que la cola para comprar las entradas del siguiente pase era de varios metros.
La película está bien, divertida con buenos golpes, como la anterior. Aunque las sorpresas de aquella ya no son tantas, entre otras cosas, pues aparecen los mismos personajes, ya definidos en la anterior producción. A Dani Rovira, Clara Lago, Carmen Machi y Karra Elejalde (como elenco principal, ya que también aparecen los autores de Los compadres, la pareja de sevillanos famosos por los cortos de internet) se unen esta vez los personajes "catalanes" que interpretan Berto Romero, Rosa María Sardá y Belén Cuesta (a la que conocí en el programa de televisión de Andreu Buenafuente, En el Aire, junto a Berto Romero). Era lógico que la nómina se ampliara por el argumento.
Otra vez tenemos la misma historia de amor entre el sevillano y la vasca, pero ambientada en una Cataluña que la abuela (R. M. Sardá) del nuevo novio (Berto Romero) de Amaia cree ya independiente. Rafa (Dani Rovira), el sevillano, es reclutado por Koldo (Karra Elejalde), el padre de Amaia (Clara Lago) para impedir la boda. De paso intenta recuperar a Merche (Carmen Machi), que le había abandonado al irse a pescar a alta mar. Para ello, ya en la "República catalana" (el pueblo donde tiene la masía la abuela del novio, un artista hipster bastante estrambótico), contarán con la ayuda de la organizadora del casamiento, Judit, enamorada del novio.
Esta vez los tópicos se amplían del lado catalán, folclore incluido, e introducen también el matiz político con la alusión a la independencia, volviendo a relativizar por medio del humor muchos de los dogmas que parece que ahora son incuestionables o son motivo de enfrentamiento entre los habitantes de este controvertido país llamado España. Tal vez por eso a mí me pareció menos hilarante que la anterior película, pues el carácter catalán (más serio) da menos posibilidades para el humor que los retratados con anterioridad. No obstante, como dije antes, es también divertida, y seguro que contentará a los espectadores que volverán a llenar las salas de proyección. Tampoco me extrañaría que haya una tercera parte, pues en algunos momentos dan pie a ello, ampliando el campo a otras de las "nacionalidades y regiones del estado español", como diría un pedante nacionalista. Ya veremos. Por lo pronto vuelvo a recomendar que, si quieren reírse una rato a costa de una visión auto-crítica de los españolitos, sean de donde sean, vayan a verla. No se arrepentirán.
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