domingo, 10 de marzo de 2013

El instituto segunda parte, algunas anécdotas


Imagen de Francisco Godoy, profesor, de la web del instituto

Seguimos con los relatos de mi paso por el instituto de bachillerato, como adelanté al final del post anterior. En ese artículo dijimos que cuando entré en el instituto fue en plena Transición Democrática, y que éste también “fue otro campo de batalla por las libertades y la mejora de las condiciones de vida”. Uno de los primeros recuerdos en este aspecto fue el de la celebración de unas jornadas culturales. Como solía ocurrir en muchos puntos de España, los actos culturales eran ocasión propicia para dar rienda suelta a las reivindicaciones de un sistema democrático, el restablecimiento de las libertades, la amnistía de los presos políticos antifranquistas y, de forma incipiente, por la autonomía de Andalucía, como ocurría en otras partes del país. Muchos recordamos el auge de los cantautores, la llamada entonces “canción protesta”, cuyos recitales se convertían en mítines políticos, donde la libertad rezumaba en medio de la represión dominante. En el instituto organizaron una serie de actos, la mayoría en el gimnasio, pues no había salón de actos, donde al profesorado y el alumnado comprometido se unieron líderes políticos y sindicales, todavía en la clandestinidad, con la excusa de las actividades culturales. El programa se anunció en los tablones de los pasillos y con un gran cartel en la segunda planta, bajo una gran ventana que había cerca de la sala de profesores. A alguien se le ocurrió adornarlo con los colores de la bandera de Andalucía, todavía no reconocida. Y entonces vino el problema: una mañana se personó la guardia civil para ordenar que se retirara “la pancarta separatista”. No sé quién fue el que quiso excusarse diciendo que eran los colores “del Betis”, pero la estratagema no dio resultado, y esa mañana, al entrar al centro, tuvieron que subirse al techo para quitar el cartel. Yo lo presencié al lado de un triste Ramón López, al que todavía no conocía personalmente. Al menos los actos continuaron sin problemas destacables.

Portada de INEM 77

En ese mi primer año en el centro se editó una revista a la que llamaron “INEM 77”. O sea, “Instituto Nacional de Enseñanza Media 1977”, nada que ver con el organismo del Estado encargado de las oficinas de empleo (o de “desempleo”, como se decía entonces, para ser más objetivos). Un medio de expresión de los estudiantes, para “dar a conocer problemas, informaciones, etc. que nos atañen a todos”, como rezaba su editorial en el primer número de noviembre de 1976. Era una publicación impresa con multicopista, de las que llamaban ciclostil o mimeógrafo, una técnica entonces novedosa, pero rudimentaria, para sacar copias. En ella se informaba y opinaba de todo: la situación política general, las huelgas locales, la situación del propio centro, la cultura, los deportes... incluso tuvo sus páginas de humor. El amigo Quiquín me ha facilitado una copia de ese primer número, de diez páginas en folios a una cara y una portada, alguna de cuyas páginas reproduzco. 

Página de humor de INEM 77

Posteriormente se editaron otras revistas. Una de ellas, llamada “Creación” tenía un contenido más literario, aunque no exento de temas de actualidad. El primer número salió a iniciativa de José Antonio Lora, (Pepín Lora) y fueron exponiendo el proyecto clase por clase. Yo participé con algunos textos, incluso en la sección de humor. Y en ella participaron amigos como Mari Carmen Navarro, donde demostró sus habilidades y calidad literaria comprobadas posteriormente. 


Portada del primer número de la revista Creación
Más tarde apareció la revista Octógono”, nombre que recordaba la planta de la parte donde estaban originalmente las aulas, pero eso fue en el curso 80-81, y yo ya había dejado el centro.

Las antiguas casas prefabricadas del Ferrobús

Algunas anécdotas que dejaron huella, como os adelanté en la pasada entrega, fueron divertidas, otras tristes. Entre ellas la del rayo y la de la meningitis. Ambas sucedieron en el curso Curso 78-79, cuando estábamos en 3º de BUP. Era una mañana lluviosa y nos habíamos trasladado de aula para asistir a la asignatura optativa que tocaba en el horario, así que estábamos en la misma clase alumnos y alumnas de distintas cursos. De pronto un chasquido, junto a un enorme trueno, nos sobresaltó. Había caído un rayo en el transformador de Sevillana, que había en la Avenida de la Paz, junto a las casas prefabricadas, conocidas como “El Ferrobús”. La instalación eléctrica del instituto fue afectada. Y, de hecho, unas compañeras del aula donde estábamos, que estaban sentadas junto a unos enchufes, sufrieron una descarga, que hizo que una se desmayara. Mi amigo Carlos Sánchez (con el que había coincidido en el colegio de Antonio G. Chaves) cogió a la “víctima” en brazos y las sacó de la clase, en medio de la algarabía de todos, por su heroicidad y caballerosidad. Salimos a los pasillos, entre asustados y divertidos. Algo gordo había pasado, pero estábamos vivos... y las clases se interrumpieron. Algunos gritaban con mucho cachondeo: “¡Follad, follad, que el mundo se acaba!” Al llegar a la entrada vimos a un aguerrido Pepe Moya, como un caballero andante que blandía su espada, sostener un extintor y vaciarlo en el cuadro eléctrico, que estaba junto a la portería del centro, y que estaba ardiendo. No hubo que lamentar daños personales de gravedad. Y todos recordamos el incidente más tarde, contando las aventuras vividas.

Más triste fue lo de la meningitis. Hubo una epidemia que, creo, le costó la vida a algún alumno o alumna, o algún familiar. La enfermedad era peligrosa y contagiosa, y eso hizo que nos movilizásemos para exigir protección. Demandamos información, pero ésta era escasa. Ideamos, entonces, un método de protesta. A imagen y semejanza del lema antinuclear más conocido (“nuclear, no gracias”) compusimos el “meningitis, no gracias”, con diversas variantes (el “minigitis, no graciah”, en “andalú” o el “meningitis, non gratias tibi ago”, en latín), y lo empleamos tanto en “pintadas” de pizarra, como en un invento: la "bolsillina". Como no teníamos dinero para pegatinas, cogíamos un papel, lo doblábamos y pintábamos en una parte una calavera y unas tibias cruzadas con el lema de protesta, en la misma distribución que el lema antinuclear (aquel con el sol sonriente y las palabras). Y con la otra parte la sujetábamos, metiéndola en los bolsillos de las camisas, ayudándonos del bolígrafo, para que no se desprendiese. De ahí el nombre. Afortunadamente la epidemia no se extendió.

Un compañero escribió un texto en mi agenda del curso que decía así:

Curso 78-79

¿Es un rayo,
un eructo
o un pinchazo de una goma?
Es un curso que se va
y no se nota.

El Guadalquivir
trajo el selectivo
y se lo llevó a Sevilla.

La manifestación,
dos bandos.
Uno armado
y otro infantil.

Que siempre gana
el mismo en
esta lucha.
El más fuerte.”

Página de una agenda con un dibujo reivindicativo

El poema hacía referencia también a otro acontecimiento: la manifestación, disuelta por la guardia civil. Nuestro centro se había destacado por su carácter reivindicativo. Tuvimos varias huelgas contra la selectividad y por la democratización y mejora del sistema educativo. En una de ellas, coincidente con la campaña electoral de unas elecciones (creo que las generales), llegamos a realizar una manifestación. Entonces se prohibían las manifestaciones cerca de las elecciones. Intentamos guardar el secreto, pero la guardia civil se enteró. Tras la correspondiente asamblea, en la que se decidió salir a la calle, cuando estábamos en la puerta, donde había un coche “camuflado” de la benemérita, nos preguntaron que dónde íbamos. Contestamos que de paseo y un guardia dijo (como diciendo que nos había entendido) “de manifestación” y se colocó el tricornio. Formamos el cortejo con una solo pancarta. Bajamos por la Avenida de la Paz, y cruzamos hacia la calle Ancha. Al llegar a la altura del Casino, varios Land Rover de la guardia civil nos embistieron por detrás. Recuerdo la cara de rabia, apretando los dientes, bajo un bigote que se parecía al del teniente coronel Tejero, de Collado, del padre de nuestra compañera Merche, que pertenecía al servicio de información y que me consideraba un rojo peligroso, según me había dicho su hija. Era incapaz de abrir la puerta del vehículo de lo alterado que estaba. Consiguieron disolvernos. Unos manifestantes tiraron por unas calles, otros por otras. Sorteé varios coches, corriendo, hasta llegar a la altura de Cajasur. Al pararme vi al anciano Rafael González, en la puerta de su comercio, gritando. Creí que protestaba por la carga, pero era al contrario: pedía que nos reprimieran con más saña. La Palma de entonces vivía con frecuencia este tipo de altercados, sobre todo por motivos laborales, o mejor dicho, por la falta de trabajo, y la presencia de la policía armada (los “grises”) y la guardia civil en sus calles era casi permanente. Y la polarización política también era muy acentuada. Al final de la manifestación, ya en el instituto, un compañero le pidió la pancarta a la guardia civil “porque eran los palos de la fregona” de su madre. Pero no se la dieron ya que era “el cuerpo del delito”. La huelga terminó, como las demás, en fracaso. UCD siguió gobernando y sus planes educativos se impusieron. Hasta que en 1982 no llegó el PSOE al gobierno, los centros educativos no llegaron a democratizarse, con la creación de los consejos escolares, donde participan también los alumnos.

Página de identificación de mi libro de calificaciones de bachillerato

Yo entonces estaba en las Juventudes Comunistas y actuaba como tal militante, prácticamente fuera de la clandestinidad. Así que no era extraño que algunos del otro bando no me tuviesen especial simpatía. Pero Palma era un hervidero, así que también coincidió en el tiempo la creación de la Asociación Cultural “Vientos del Pueblo”, que tuvo gran protagonismo durante varios años, y sirvió como cauce de participación y de expresión política además, amparándose en la cultura. Participé como representante de las Juventudes en las primeras reuniones, pero después me integré en su trabajo y vida interna a título particular, desde la misma fundación. Eso hizo que compañeros de instituto también compartiésemos activismo en el “grupo cultural”, como lo llamábamos entonces.

Un acto cultural que organizamos, creo que en 3º de BUP fue el denominado Día del Instituto, que contó con el beneplácito de los profesores, pues generalmente veían otras actividades como una forma de saltarnos las clases. Una de las actividades consistió en un espectáculo, que tuvo lugar en el salón de actos del Colegio Salesianos, pues, como he dicho antes, el instituto no tenía una dependencia adecuada. Me tocó presentarlo. Actuaron Federico y Manolo Ostos, haciendo una parodia de los telediarios que protagonizaban los humoristas Tip y Coll en la televisión de entonces. Su actuación fue todo un éxito, lo que hizo que les “contrataran” para actuar en una gala de una hermandad o cofradía en La Puebla de los Infantes, con el nombre de “Marcopatra y Cleoantonio”. Yo les acompañé, también en la presentación, y como “técnico de sonido”. Esta actuación sí que fue un fiasco. Los espectadores no entendieron el humor irónico de mis amigos y, para colmo, falló el radio-casete donde habíamos grabado las sintonías del espectáculo. Ni que decir tiene que se nos quitaron las ganas de dedicarnos profesionalmente al mundo del humor.

Pero el colofón de aquel Día del Instituto fue una actuación musical que dejó huella. Un grupo interpretó unas sevillanas, entre ellas una de Los Romeros de la Puebla: Viva mi Andalucía, viva mi pueblo. Lo que ocurrió fue que en la estrofa final cambiaron la letra del estribillo y, en lugar de la original (“Andalucía, guapa, gitana, mujer morena. Despierta que eres libre, gitana, de tus cadenas ¡Despierta!”) cantaron: “Andalucía, guapa, gitana, que es socialista. Sepárate de España, gitana, que son fascistas ¡Sepárate!”. Y se armó la marimorena. El grupo de alumnos de derechas y los de los salesianos, que estaban invitados, empezaron a gritar y protestar. Los directores de ambos centros tuvieron que hablar alterados para calmar los ánimos. Y terminó por suspenderse el espectáculo. Casi tenemos que salir escoltados de allí, porque la broma de juventud casi nos cuesta una multa. Y ya no se nos ocurrió proponer más actos como éste hasta fin del COU.

Noticia de La Voz Palmeña (revista de la AC Vientos del Pueblo) de diciembre de 1982

Dejo para la tercera y última parte de este ajustado repaso de cuatro intensos años otros hechos y anécdotas más, para lo que me serviré de las agendas de aquel tiempo, que todavía conservo, y que son una historia escrita y gráfica, algo así como un blog analógico, donde escribí y escribieron muchas vivencias los que compartimos aquel periodo. 

2 comentarios:

Mari Carmen Navarro Ruiz dijo...

Hemos disfrutado muchísimo Antonio y yo leyendo tu entrada. Nos hemos reido, hemos sentido nostalgia, nos hemos conmovido. Eres genial y como te he dicho en otras ocasiones tienes una memoria prodigiosa. Gracias por tu cariñosa mención, también yo te quiero mucho y desde entonces, que ya éramos amigos. No nos prives de tu mucho talento como cronista. Un fuerte abrazo.

Francisco Javier Domínguez Peso dijo...

Me alegra que os haya gustado. Muchas gracias. Ojalá tuviese esa memoria que dices. Lo que pasa es que hay cosas que se te estampan como con un hierro candente. Y uno ya está un poco viejo y nostálgico. Seguiremos contando cosas, ya que tanto agradan. Un fuerte abrazo.